Parece que al ex general Otto Pérez Molina le
está siendo muy difícil despojarse del uniforme militar o puede que su
mentalidad militar todavía se encuentre en el atolladero del conflicto armado,
lo cual no le permite darse cuenta que es el presidente de la Nación, la máxima
autoridad civil de Guatemala, el más alto magistrado del Estado guatemalteco.
Resulta increíble que ahora como presidente y después de haber confirmado en su
cargo a la Fiscal General, Claudia Paz y Paz, y de prometer que cooperaría con
ella, el ex general simple y sencillamente se está convirtiendo en un obstáculo
al negar que durante el conflicto armado se hubiese cometido acto de genocidio
alguno, pues semejante declaración es para sus incondicionales todo un juicio
de valor y una herramienta política eficaz para satanizar de antemano un
posible juicio contra el Profeta Sangriento Nacional. Resulta irrisorio
entonces el que alguien (el jefe del equipo de transición) haya dicho que el
presidente y la fiscal comparten las mismas metas. Según ha
informado el Miami Herald, la principal prioridad de Pérez Molina es lograr el
restablecimiento de la ayuda militar estadounidense, suspendida a causa de los
abusos cometidos por los militares guatemaltecos durante los 36 años de
guerra civil. Para que la ayuda militar sea restablecida se necesita la
certificación del Secretario o Secretaria de Estado de los Estados Unidos,
quien deberá dar fe que en Guatemala se están respetando los derechos humanos
reconocidos internacionalmente, se coopera con las investigaciones
judiciales en contra de ex militares acusados de crímenes de guerra y se
apoya a la Comisión Internacional Contra la Impunidad (CICIG). Al contrario,
Pérez Molina ha dicho que, el no cree en las pruebas presentadas por la Comisión
de la Verdad de la ONU y que él puede probar la inexistencia de genocidio
durante el conflicto. Sin embargo, el mismo Ríos Montt afirma que (...) no es que no se hayan cometido atrocidades, pero yo no
soy culpable. Como se puede ver, el presidente en lugar de cooperar
está deliberadamente obstruyendo la aplicación de la justicia, poniendo en
claro que nocomparte las mismas metas de la fiscalía. Además, se
sabe que Pérez Molina y otras figuras de su gabinete presidencial han sido
elementos obstruccionistas para el normal desarrollo de las actividades de la
CICIG. Lealtad o temor a que el decrépito general Ríos Montt (quien a estas
alturas no tiene nada que perder) arroje la sopa, no le hace ningún bien a
nadie, ni al presidente y su discurso de el "El cambio ha
empezado". Ni mucho menos a la población que desencantada
empieza a darse cuenta que el cambio no es otra cosa que, de impunidad a más
impunidad.
No es amparándose
en tecnicismos legales o en anfibologías del lenguaje como se tiene que
abordar la historia. Releer o reescribir la historia de ese modo es totalmente
distorsionante. Borrrar de un plumazo hechos históricos concretos, que marcan
el reciente y conflictivo pasado de Guatemala como se logrará hacer
justicia y que ésta reine suprema, para que sanen las supurantes heridas y
se acabe la impunidad. No es tolerando o incitando el abuso de poder,
ejemplificado en el caso de El Diario de Centro América y de TGW, como se
logrará el cambio estructural y no cosmético que
tanto necesita y anhela el sufrido pueblo de "El país de la Eterna
Primavera.” Marvin Najarro
A continuación, el
Profesor Luciano Castro Barillas expone y deja en claro el por qué sí
hubo genocidio en Guatemala.
EN GUATEMALA SÍ HUBO GENOCIDIO
La solidaridad entre colegas no debe
llegar al punto
de ser complicidad, señor Pérez Molina
Por Luciano Castro Barillas
Para evitar las discusiones bizantinas, ociosas
y poco productivas es necesario recurrir al Diccionario de la Real Academia
Española, DRAE, para definir correctamente el sentido directo o significados de
una palabra, dada la riqueza de matices del idioma español y su carácter legal
de su uso en nuestro país. El DRAE define como genocidio al exterminio
o eliminación sistemática de un grupo social por motivos de raza, de etnia, de
religión, de política o nacionalidad. El propio Ríos Montt definió el
delito de genocidio cuando afirmó en sus disparatadas alocuciones en los medios
de comunicación de esos años que: “No estamos matando indios, sino
comunistas”. O sea, pues, que el falso profeta de la iglesia Verbo
reconoce que, en efecto, se estaba cometiendo genocidio, aunque no por razones
étnicas o raciales, sino por su filiación política, tal como lo define el
diccionario de la Real Academia Española. ¿Estamos, no?
Por consiguiente, si el señor presidente Otto
Pérez Molina cree que no es genocidio masacrar a las personas representantes de
una cultura (ixil, quiché o cakchiquel) o asesinadas por su condición de
comunistas, entonces, ¿qué es un genocidio? El genocidio incluso es aplicado a
acciones de crueldad (tortura) a personas detenidas, así como el caso de las
desapariciones forzadas (el caso del comandante guerrillero Efraín Bámaca,
herido en combate). La captura del general Efraín Ríos Montt hizo perder el
balance y la mesura exhibida hasta no hace mucho por el nuevo presidente,
posiblemente por que ya fue ligado a proceso judicial el ícono del militarismo
represivo en nuestro país con el cual tiene identificaciones profesionales o
complicidades, tal los señalamientos sobre prácticas represivas que en múltiples
ocasiones se le han sindicado cuando fuera comandante militar en el área de
conflicto del Quiché.
Tampoco debe verse como un acto de valentía y
gallardía militar el hecho de que se haya puesto a la disposición de la
justicia o en todo caso que no fue exageradamente cobarde como los otros mandos
militares que inmediatamente resultaron encamándose en hospitales fingiendo
demencia senil o enfermedades cardiovasculares, ante todo porque es consciente
de algo: no puede salir huyendo a ningún lado porque hay una orden de captura
internacional. No tiene, pues, alternativa. La justicia funciona con él
ineludible y en este momento inaplazable. Impostergable. El tiempo,
inexorablemente, se fue cerrando sobre él, en contradictorio sentido jurídico:
retardado, lentísimo, cumplimiento de la ley, dado que su coraza de impunidad
parlamentaria-política le dio semejante “valentía”. ¿Por qué no acudió tiempo
atrás -como todo un hombre- a dar cuenta de tantos entredichos? Por ello
no podemos, ni debe ningún ciudadano digno compartir lo dicho con Otto Pérez
Molina cuando afirmó: (…) lo dije cuando estaba de candidato y lo
vuelvo a repetir hoy que estoy de presidente de la República; es que aquí en
Guatemala no hubo genocidio. Se tipifica el genocidio cuando hay un exterminio
de una raza por razón de ser una raza. Aquí en Guatemala lo que hubo fue un
conflicto armado interno que la guerrilla lo llevó al interior del país y
quisieron involucrar a las poblaciones mayas, pero aquí no hubo en ningún momento
un exterminio por razón de raza, ustedes pueden chequear los archivos del
ejército y ahí van a encontrar que un 80%, o un 70%, el ejército estaba
compuesto por población maya.
Pero en acciones de odio represivo y de un
Estado y sociedad racista ¿acaso no siempre se han matado a los indios por
indios y por pobres? ¿Acaso se pueden negar los 500 años de dolor, opresión y
aniquilamiento de los pueblos indígenas de América por los españoles,
criollos y mestizos? A los indígenas guatemaltecos se les mató por tres cosas:
por indios, por pobres e indudablemente por comunistas. No seamos hipócritas,
por favor. La Ley de Reconciliación Nacional en su artículo 5º. consigna con
suficiente claridad que no hay amnistía para los actos de violencia contra la
población civil no combatiente. ¿Y quiénes fueron las poblaciones arrasadas?
Bueno, aldeas de personas desarmadas, civiles, que suponían o imaginaban los
mandos militares proporcionaban apoyo logístico (alimentos e inteligencia) a
las fuerzas guerrilleras. Es de peguntarse algo: ¿qué pueden hacer las personas
que son visitadas por grupos armados en horas de la noche? Escucharles, no sin
temor, ignorando si eran guerrilleros o soldados disfrazados de tal. No podían
oponerse a ninguno de los dos bandos, aunque no se descarta que hubo simpatías
individuales. Nadie quería comprometer a sus hijos, a sus ancianos o ellos
mismos. Pero la represión fue irracional e indiscriminada. Pagaron justos por
pecadores. Lo consignado por la Comisión de la Verdad -que no puede
funcionar como prueba de cargo en el proceso contra Ríos Montt- documenta
los métodos utilizados para masacrar a las personas, no su individualización.
Ahora bien, todos los hechos de violencia
acontecidos entre los grupos combatientes, de personas en acciones de armas, no
puede calificarse de genocidio, dado el caso que las personas que integraban
las fuerzas militares no eran niños de primera comunión. Quien asume ese tipo
de máxima beligerancia de lucha de clases tiene que atenerse a las
consecuencias, sin embargo, hay una salvedad, una humana consideración: el
respeto a los prisioneros de guerra, de acuerdo a los principios de la
Convención de Ginebra.
Hay opiniones que discrepan de lo dicho por
Otto Pérez Molina, como lo dicho por Nery Rodenas, director de la Oficina de
Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala: (…) el genocidio es uno
de los hechos más atroces. La humillación, el desprecio y el ensañamiento hacia
los grupos étnicos es lo que constituye este hecho, y todo eso lo sufrieron los
indígenas. Lo mismo ocurrió en otras partes del país y en otras épocas, donde
los militares acabaron pueblos enteros. O lo dicho también por Jorge
Santos, coordinador del Centro Internacional para las Investigaciones en
Derechos Humanos en Guatemala: (…) creo que estamos ante la presencia
de un personaje responsable de la muerte de miles de guatemaltecos. Sus
acciones bien encuadran en el genocidio, porque se vio un ensañamiento hacia
las comunidades del pueblo ixil, asentados en Quiché; el genocidio es el
exterminio sistemático de un grupo étnico, y fue lo que sucedió durante el
período del general Ríos Montt.
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