sábado, 7 de abril de 2012

FÚTBOL GLOBAL: EL IRRESISTIBLE ...


 INTRODUCCIÓN

"Pasión de multitudes". "El deporte más bello del mundo", así, de esta manera, suelen los comentaristas y narradores deportivos referirse al espectáculo de masas que es el fútbol. Hay excesos e irracionalidades extremas, al punto que algunos escritores de prestigio y por supuesto fanáticos de ese deporte, que comparan de manera irreverente al futbol o algunas ejecuciones de gran vistosidad técnica con un poema, lo cual no es para tanto. Sin embargo, para el ya fallecido gran escritor y poeta argentino, Jorge Luis Borges, el fútbol era feo estéticamente: (…) once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos. Además dijo que el futbol es fundamentalmente agresivo, desagradable y comercial. Pero parece que nada de lo dicho por Borges les interesa a las grandes masas de aficionados que desde sus hogares o aglomerados en los estadios a cada rato asisten a uno de los espectáculos de masas mas comercializados del mundo. Hubo un tiempo en que el fútbol como espectáculo o actividad deportiva cumplía su cometido, como lo era brindar un sano esparcimiento a todos los participantes. Presenciar la experticia de Pelé en el trato del balón, las embriagantes gambetas del legendario Garrincha o la mágica zurda del más grande de todos los tiempos, Maradona; era todo un deleite. No más. El futbol que se practica hoy en día, aparte de ser uno de los ejemplos más claros de la globalización económica, es un espectáculo feo, mediocre, violento, racista; con jugadores  -con la sola excepción de Messi- que se parecen más a payasos narcisistas en busca de publicidad, dinero y bellas chicas de toda profesión y alcurnia, que a futbolistas en el sentido estricto de la palabra. ¿Y qué decir de Doña FIFA, la mafia que maneja los hilos del fútbol mundial? Un ajeno al mundillo futbolero, el asesinado líder Muamar Qadaffi, se dió el lujo de decir en cierta ocasión que la FIFA transformó el deporte más popular del orbe en “un mercado de esclavos, que permite el reciclaje de dinero sucio". Es importante mencionar que uno de los hijos del difunto líder libio, Al Saadi, fue dirigente de la FIFA y uno supone que a través de él su padre se enteró de los turbios negocios de esa organización; punta de lanza del capitalismo global. Lo cierto del caso es que mientras el Barcelona y el Real Madrid se encargan de enajenar a la masa y gamberros, ultras y barras bravas se desangran a garrotazos, balazos y puñaladas, los Padrinos de la FIFA en compañía de altos dignatarios mundiales cínicamente se dan palmaditas en la espalda y celebran con burlonas sonrisas  el descerebramiento global de los cientos de millones de personas o aficionados que son el mejor negocio del mundo, que la apasionada y embrutecida afición genera en todo el planeta. Por algo Borges dijo que; (...) el fútbol es popular porque la estupidez es popular. Marvin Najarro






FÚTBOL GLOBAL: EL IRRESISTIBLE ENCANTO DE
LA IDIOTEZ TOTAL

 Por Luciano Castro Barillas


Es difícil ir en contra de la corriente, en contra del común de lo que piensan, sienten y creen las personas. El fútbol -hay que reconocerlo- gusta y moviliza multitudes en los cinco continentes. Todos lo hemos practicado y en determinados momentos de la vida caímos en su fascinación. Extraña seducción por un balón cuya racionalidad se localiza en los pies. De allí que no creo aquella expresión de mi madre que en muchas ocasiones, en sus admoniciones, me reprochaba que (…) tenía un hijo con la cabeza en las patas. Hay tres condiciones en la naturaleza del fútbol en la actualidad, bastante diferenciadas, como una sociedad dividida en clases: el fútbol profesional, el aficionado y el del equipo nacional. Me inclino por el segundo y el tercero, porque el primero, el profesional, es el de los grandes negocios y la enajenación. No es más que un instrumento diversionista costoso y que beneficia a los propietarios, a los técnicos y entrenadores y a los jugadores que tienen excepcionalidad en el manejo del balón. Los clubes emblemáticos del fútbol comercial como el Real Madrid y el Barcelona en España siempre fueron conocidos. Por medio de la prensa escrita y uno que otra revista de deportes se sabía por los años 50 a 60 de la habilidad incomparable de Alfredo Di Stéfano, un argentino transferido de un club colombiano al club español y que marcaría el rumbo definitivo del equipo merengue, como es su apodo.


Hoy las ligas del fútbol profesional están en todo el mundo, en grandes y pequeñas ciudades  y hasta en las aldeas. Todos saben que el club Ajax es de Holanda, el Bayer-Munich de Alemania, el Liverpool de Inglaterra, la Juventud de Italia y en fin, una lista interminable que pasa a América. Esta popularidad exponencial del fútbol profesional fue resultado de la globalización de las comunicaciones y el inagotable venero de esas tecnologías que hacen obsoletos en 12 meses los últimos artilugios del mercado. Y todo estaría bien, en el sentido que los jóvenes asumieran que el fútbol sólo es un juego. Que las emociones son para los 90 minutos o los 30 adicionales en caso de empate y no ir más allá de esa realidad. Que existe y se disfruta en su tiempo y mundo real. Que se puede ver o dejar de ver un partido sin que afecte nuestras vidas, de tal modo que podríamos sentirnos satisfechos también con enterarnos de los resultados y quiénes fueron los anotadores de los goles. Pero cuando la afición por el fútbol de las grandes ligas se vuelve una adicción, una práctica enfermiza y se dejan las cosas más importantes por hacer para estar sentados durante 90 o 120 minutos, entonces, las cosas están mal. Peor aún cuando se llevan los resultados del encuentro al ámbito de las quinielas, donde se apuestan cantidades ingentes de dinero, en ese punto ha perdido  -creo yo-  todo espíritu deportivo para quien todavía puede verlo como tal y no un simple espectáculo circense, con lo poco que queda, claro está, en los clubes de fútbol profesional. Los futbolistas de las grandes ligas son los nuevos gladiadores de la antigüedad y los estadios la arena del circo. Muchos tontos de capirote  (esos que visten, calzan, sueñan, hipotecan y venderían hasta la madre porque ganara su club favorito) se han llegado a matar o han matado, como los descerebrados ingleses hooligan, gamberros que nada tienen que envidiarle a los mafiosos de la camorra napolitana, a los cholos de Los Angeles o a los mareros salvatruchas de El Salvador.  El dinero queda en los propietarios del club y las pérdidas económicas, sociales y a la integridad física la capitalizan ese tipo de memos que pululan en los estadios o que, arrellanados en la más cómoda poltrona (silla para pasar la flojera) durante el fin de semana matan el tiempo del partido tomando cerveza, comiendo frituras, subiendo de peso y gritando como condenados; posiblemente desfogando el stress, las presiones del trabajo, de la manera menos constructiva del mundo. Cuidadito si un niño  (porque allí van incluidos los padres de familia)  llega en ese momento a hacerle una consulta, porque es tocar al diablo. Ese idiota frente a la televisión en ese momento no existe como persona, es un gamberro más, solo que en su casa. Es sólo una masa de carne o de grasa con los ojos desorbitados, ensuciando el sofá con los pozoles de las galletas, tirándose pedos por la bárbara ingestión de porquerías, pero sobre todo, exhibiendo las patotas de uñas sucias con sus sandalias de presidiario. Todo por el deletéreo deleite de partidos como el del Barcelona con Valencia totalmente arreglados, que no se necesita sutileza para darse cuenta de lo burdo y parcializado del arbitraje. Los nuevos enclaves neocolonialistas ideológicos son las ligas profesionales de fútbol, con España a la cabeza. No por gusto el país ibérico es uno de los países más atrasados de Europa y con un déficit permanente de democracia real, si no hay que remitirse el enjuiciamiento que fuera objeto uno de sus más integros e lúcidos letrados por las hordas franquistas en hibernación, pero prestas con agilidad ferina para defender con rasguño y garra todo lo que signifique memoria, justicia y resarcimiento.


Es el mundo del fútbol profesional. Cosa muy diferente es fútbol aficionado. Él todavía conserva su candor. Se juega como un sano entretenimiento los fines de semana en cualquier cancha para intercambiar saludos y fortalecer la amistad y luego se comparte una frugal refacción y refrescos. O los equipos nacionales que nos proveen de identidad, de civilidad, de patriotismo. Esas dos expresiones del fútbol serían las recomendadas para una sociedad en crisis, violenta, que todo, como el fútbol profesional, lo han echado a perder. ¿Por qué razón? Por el amor al dinero. Causa de todos los males de la humanidad y suprema enajenación, pues lo que realmente sirve al ser humano es la riqueza, no el dinero, que son simples papeles o metales. En fin, si usted es del Barcelona o del Real Madrid, medite un poco y vea si no está siendo manipulado mentalmente por los grandes consorcios de las comunicaciones y el fútbol. Resulta increíble pero un estudio sociológico de 2007 arrojó que el 32% de los aficionados al fútbol de todo el mundo, ese porcentaje corresponde al Real Madrid. Si supieran los hermanos Juan y Carlos Padrós, de origen catalán, el negocio que habían creado en 1902 cuando se fundó el club, resucitarían como Lázaro por estar al frente de tanto dinero. Veamos, pues, al fútbol como lo que es: un negocio más que en ocasiones vale la pena visitar, para comernos un asado, ver una película,  patinar o simplemente bailar. Ese consumo de pelotas y patadas, francamente, ha empezado a caerme mal.









Publicado por Marvin Najarro
CT.,USA.

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