INTRODUCCIÓN
La marcha campesina es la verdadera Guatemala,
la de las grandes mayorías de ciudadanos que se debaten en la extrema pobreza.
Esta no es la Guatemala pintoresca de los cantautores de moda, de los pintores
primitivistas de cuadros decorativos en las residencias de la pequeña burguesía
y en las salas de estar de las agencias de viaje. No es la Guatemala que
promociona el Instituto Guatemalteco de Turismo. La marcha campesina es la
trágica postal de la Guatemala del dolor, la injusticia y el olvido. Es la
Guatemala imprevisible construida día a día por la mezquindad de unos extraños
seres humanos (los de CACIF) que lo tienen todo, que lo son todo y no permiten
que los demás sean. Una sociedad que inviabiliza la razón, que no le da curso
la equidad; que está en pleito constante con la felicidad; está,
definitivamente enferma. ¿Para qué sirven los diputados? En naciones como
Guatemala, sinceramente, para nada. Son un estorbo, una excrecencia indeseable,
una nefanda presencia; son los innominables, los que su sola mención ofende la
dignidad y el decoro. Son también sus guaridas (los partidos políticos) el
lugar, para las personas que no se dan su lugar. Luciano Castro Barillas.
PROMESAS AL VIENTO
Los diputados se lucieron recibiendo a los
campesinos,
pero no les duró el lustre.
Por Carolina Vásquez Araya
Cuando la ciudadanía creyó que los miles de
campesinos procedentes de Cobán se irían de regreso con las manos vacías, Gudy
Rivera y los jefes de bancadas decidieron invitarlos a dialogar con ellos. Pero
las cosas no pararon ahí. Rivera fue mucho más allá al prometerles dar
prioridad en la agenda a la ley del sistema nacional de desarrollo rural
integral con el propósito de comenzar desde ahí a resolver los graves problemas
del campesinado.
Es obvio que las palabras del presidente del
Congreso no tuvieron tanto valor como para ser honradas. Ni él ni los jefes de las bancadas del PP, UCN, FRG, CREO y VIVA
cumplieron las promesas ampliamente divulgadas y de un plumazo sacaron de la
agenda la iniciativa de ley, traicionando su palabra pero también dando el
mensaje claro de que en el Congreso quienes mandan continúan siendo los grandes
empresarios y la democracia es una palabra vacía de significado.
Aquí el problema es mucho mayor que traicionar
una promesa formal. Es el agravio público a la ciudadanía a la cual se deben y
con cuyo voto recibieron un mandato constitucional. No es tan grave la mentira
formulada como las imprevisibles consecuencias que este hecho puede tener en la
vida nacional. El retiro de la ley de desarrollo rural no es nada más una
bofetada al campesinado, sino harakiri de
una hueste de políticos acostumbrados a violar promesas con la facilidad con la
cual se reparten privilegios, porque con este acto provocan reacciones que
podrían poner a prueba el sistema democrático.
¿Qué piden los campesinos que sea tan ofensivo
para la clase dominante?
Piden
justicia para las familias desalojadas del Valle del Polochic, que desde hace
un año viven a la orilla de los caminos como si fueran refugiados de guerra en
su propio territorio. Piden una ley de medios comunitarios de comunicación,
porque su voz se pierde en un tráfago de influencias que los invisibiliza ante
el resto de la sociedad. Piden que no se criminalice la lucha de los pueblos
indígenas y también se les consulte antes de imponer la presencia del Ejército
en medio de sus comunidades.
En un país como Guatemala, mantener al
campesinado en ese estado de marginación no solo es ilegal sino absolutamente
irresponsable. Son comunidades cuyos derechos son violados reiteradamente por
conveniencia de un puñado de financistas de campaña cuya voz ni siquiera
necesita alzarse para que el Estado en pleno se pliegue a sus deseos. Es una
situación más que vergonzante, surrealista. Parece una historia de naciones
africanas sacadas de un libro de viajes del siglo XIX.
De todas las instituciones del Estado, el
Congreso es -o debería de ser- la más cercana al pueblo. Su naturaleza es
responder a las necesidades de una legislación actualizada, eficiente y
orientada a beneficiar y defender a la ciudadanía, no a despojarla de sus derechos.
Sus representantes de ven ser personas intachables, dignas, capaces de
honrar la palabra dada y actuar con apego a la Constitución y las leyes. Es
lamentable que esta lista de atributos fundamentales parezca un mero cuento de
hadas.
Publicado por Marvin Najarro
CT., USA.
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