INTRODUCCIÓN
En el transcurso de la semana anterior, el New York Times ha publicado
sendos reportajes detallando algunos de los
pormenores de dos de los programas más controversiales que la administración de
Obama está llevando a cabo como operaciones encubiertas encaminadas, (a)
eliminar la amenaza terrorista de al Qaeda,
(b) desmantelar el programa nuclear de Irán. Carentes de una crítica
abierta hacia la naturaleza ilegal e hipócrita
de tales programas, ambos reportajes se limitan a detallar el papel
sobresaliente, el liderazgo y el poder de decisión ilimitado que Obama como el
líder de la nación más poderosa del mundo ha asumido con el objetivo primordial
de mantener a los Estado Unidos a salvo; por un lado, de los ataques
terroristas de al Qaeda y sus afiliados, y por el otro, impedir la amenaza
nuclear que Irán representa; aun cuando este último, víctima de una guerra
encubierta (asesinatos selectivos, atentados con explosivos, guerra
cibernética) y del bloqueo económico, no tenga arma nuclear alguna en su
arsenal. Según el reportaje del New York Times del martes 29 de mayo, con el título,
“Secret ‘Kill List’ Proves a Test of Obama’s Principles and Will, (Lista
secreta pone a prueba los principios y la voluntad de Obama) el presidente ha
asumido desde los primeros días de su administración el control y la
“responsabilidad moral” por la matanza indiscriminada de cientos de personas
inocentes, que de acuerdo a sus lecturas
de la guerra justa de filósofos cristianos como, San Agustín y Santo Tomás de
Aquino. Lo facultan, como comandante en jefe, para decidir quién debe ser
eliminado y quien no, como en un juego macabro de tarjetas de beisbol; en Pakistan, Yemen, Somalia y en
cualquier otro lugar donde la amenaza terrorista este presente. Uno de sus
cercanos colaboradores al ser preguntado a cerca de que era lo que más le
sorprendía de la actitud de Obama, contesto lo siguiente: “Él es un presidente
que siente muy cómodo con el uso de la fuerza en el nombre de los Estados
Unidos.” Sin duda que las lecturas de los filósofos cristianos y el Nobel de la
Paz, le proporcionan toda la paz y tranquilidad necesarias para justificar en
sus primeros tres años como presidente, los 268 ataques encubiertos con naves
aeras no tripuladas (drones), cinco veces el total de Bush en sus ocho años
como presidente. Las más de 3,000 personas designadas como terrorista que bajo sus
órdenes, los aviones no tripulados han matado, incluyendo al menos a cuatro
ciudadanos estadounidenses. De acuerdo a grupos de los derechos humanos, más de
800 civiles sin nexo alguno con el terrorismo han muerto. El programa de
ataques con aviones no tripulados de
Obama, equivale a la más grande ofensiva aérea de ese tipo jamás llevada a cabo
en la historia militar. Nunca unos pocos han matado a tantos por control
remoto. Marvin Najarro.
HIMNOS DEL SILENCIO
CARTA DE AMOR DEL NEW YORK
TIMES
A LOS ESCUADROENES DE LA
MUERTE
Pete Souza/The White House
|
Por Chris Floyd
Debo, al fin, admitir la derrota. Simplemente no tengo palabras, ninguna
munición retórica, como tampoco marcos conceptuales que pudieran adecuadamente
permitirme abordar la carencia total de moralidad expuesta en el artículo del
día lunes por el New York Times sobre los escuadrones de la muerte que Barack
Obama personalmente está dirigiendo desde la Casa Blanca. “Secret ‘Kill List’ Proves a Test of
Obama’s Principles and Will.” (“Lista
secreta pone a prueba los principios y la voluntad de Obama.”) No es tanto una
historia de periódico, sino más bien una carta de amor – una carta de amor a la
muerte, a la enorme impresión y al temor inducido por el poder de la muerte,
personificado por Obama en su papel temporal como el manager del Estado
imperial; despiadado y sin ley. En el desvergonzado servilismo de la multitud
de aduladores que marchan a paso de
ganso a lo largo de todo el relato, nosotros podemos ver con asombro y temor -
en verdad, el culto – de negociar el poder de la muerte. Este embeleso permea
el relato, tanto en las palabras de los desvergonzados como en la vertiginosa
emoción que los escritores manifiestan por haber ganado tan delicioso acceso al
sanctasanctórum (lugar muy reservado y misterioso). En cualquier otra época –
incluyendo la última administración – esta historia habría sido presentada como
una escandalosa revelación. Las genuinas y escalofriantes escenas del “proceso
de nominación” habrían sido vistas como horrorosas revelaciones. Imagínese la
revulsión causada al ver a George W. Bush, Dick Cheney y Don Rumsfeld
escudriñando a través de Powerpoint, las
diapositivas sobre “sospechosos de terrorismo” en todo el mundo, aprobando o desestimando
en Neronico estilo, cada vez que salta en la pantalla el rostro moreno de un
presunto terrorista. Imagínese el maremoto de indignación moral de la “Netrrots
Nation” y de otros campeones del liberalismo dirigido hacia Bush, no solamente
por dirigir aun escuadrón de la muerte (lo cual hizo) sino también por enviar a
Condi, Colin y Bob Gates a fanfarronear abiertamente a cerca de ello,
presentando a Bush como una especie de avatar moral por las cuidadosas
consideraciones y el rigor filosófico por él aplicado para volar en
pedazos, de manera furtiva a seres humanos viviendo en comunidades lejanas.
Pero la pieza del New york Times es presentada como un informe, simple y sencillamente otro “proceso
narrativo” sobre un aspecto interesante de la presidencia de Obama, parte de
una serie (evaluando su record) en un
año electoral. Es una narración basada enteramente en el punto de vista de
quienes se mueven en los pasillos del poder en Beltway. Las escasísimas notas
discordantes, de las más suaves por cierto, con relación a l programa de
asesinatos selectivos de Obama, provienen de personajes de muy adentro de la
maquina imperial. Y aun estas advertencias son en naturaleza mayormente
tácticas, basadas en una interrogante: “¿Funciona el programa, es efectivo?” No hay
una simple línea, que sugiera aunque sea remotamente que, el programa podría
ser una aberración moral. No existe una simple línea en el reportaje del New York
Times que sugiera que dicho programa deba ser debatido, o aunque sea, examinado
por el congreso. Tampoco existe, aunque sea, una cita somera proveniente de
alguna organización tradicional como la ACLU (Unión Americana por la Libertades
Civiles) o de Amnistía Internacional o de Human Rights Watch – o de alguien en
Paquistán, Yemen o de otros de los principales blancos de los escuadrones de la
muerte, orgullosamente proclamados y aprobados por Obama. En otras palabras,
este retrato del presidente estadounidense, estampando su firma – semana tras
semana tras semana tras semana – sobre las ejecuciones extrajudiciales de
personas por todas partes del mundo es presentado como algo completamente
incontrovertido. En verdad, la idea central del reportaje no es el hecho de que
seres humanos – incluyendo muchas mujeres, niños y hombres sin conexión alguna
con el “terrorismo,” supuesto o al contrario – estén siendo regularmente asesinados
por el gobierno de los Estados Unidos; no, el foco principal es como este
programa ilustra la “evolución” en el
estilo de liderazgo de la presidencia de Obama. Eso es lo realmente importante.
Los asesinatos – los cuerpos eviscerados, los niños con sus cráneos
destrozados, las mujeres preñadas quemadas vivas en sus propios hogares – son
simplemente el trasfondo. Sin importancia. Nada controversial.
De esta manera funciona:
“Más o menos cada semana, 100 miembros del extendido aparato de seguridad
nacional del gobierno se reúnen, haciendo uso de la video teleconferencia
(estrictamente segura), para estudiar minuciosamente las biografías de aquellos
sospechosos de terrorismo y recomendar al presidente quien debe ser el
siguiente en morir. Este proceso secreto de “nominaciones” es una invención de
la administración de Obama, una sombría sociedad que debate y examina a través
del Powerpoint las diapositivas con los nombres, aliases y las historias de las
vidas de aquellos sospechosos de ser miembros de Al Qaeda en Yemen o sus
aliados de la milicia Shabab en Somalia. … Un paralelo y más apartado proceso
de selección tiene lugar en la C.I.A. enfocado mayormente sobre Paquistán, en
donde la agencia conduce ataques con naves no tripuladas (drones). Las nominaciones
van directamente a la Casa Blanca, en donde por su propia insistencia y guiado
por su consejero contra el terrorismo, Jonh Brennan, el presidente Obama debe
aprobar cualquier nombre. Obama estampa su firma sobre cada uno de los ataques
en Yemen y Somalia y también sobre los
más complejos y riesgosos ataques en Paquistán – aproximadamente una tercera
parte del total. Los consejeros dicen que el presidente Obama, tiene muchas
razones para meterse de lleno en las letales operaciones contra el terrorismo.
Como un estudioso de los escritos sobre la guerra de San Agustín y Santo Tomás de
Aquino, Obama cree que, él debe de tomar responsabilidad moral por tales
acciones. “El entiende que no se trata de ciencia, que esto es el resultado del juicio hecho la mayoría de las veces con base
en fuentes de inteligencia humana,” dijo William Daley, ex jefe de gabinete. “El
presidente acepta como un hecho que cierta cantidad de errores van a tener
lugar, y para él, eso amerita un proceso mucho más juicioso.”
Una vez más, las palabras fallan. Los consejeros bombeando a los reporteros
con información a cerca del sabio, juicioso filósofo-rey, consultando a
Aquino y a Agustín, antes de enviar un
misil desde un avión a control remoto, sobre un grupo de acampadores en Yemen o
de agricultores en Paquistán, quienes tienen las características asociadas con
el terrorismo, pero cuyas identidades son desconocidas (“signature strikes,” el
nombre de esta práctica). El filósofo-rey tomando el mismo, noblemente, la
“responsabilidad moral” por los asesinatos en masa. Y la caballerosa aserción
de que, “cierta cantidad de errores van a tener lugar” – una anodina,
despreocupada aceptación de que usted de hecho va a matar a seres humanos
inocentes de manera rutinaria – precisamente como si usted caminara hacia un
hombre inocente en una calle, pone una pistola en su cabeza y le revienta los sesos,
quedando regados sobre la acera… luego se marcha del lugar, impertérrito,
absuelto y libre para matar de nuevo. Y de nuevo. Y de nuevo. Esta psicopática
matanza en serie es, evidentemente, lo que Sn Agustín quiso dar a entender por
“responsabilidad moral.” ¿Quién lo sabía?
La profunda preocupación de Obama por la “responsabilidad moral” es también
reflejada en su decisión de matar de acuerdo a esa práctica llamada “signature
strike”- o sea, matar a gente que usted no conoce, quienes ni siquiera han
saltado en las diapositivas de su Powerpoint, pero que usted piensa que lucen o
que podrían actuar como potenciales “terroristas.” (O si usted recibe información
catalogada como “inteligencia humana” de algún agente o informante, o de
alguien con rencillas, o de alguien en busca de dinero, de que un grupo de
personas haciendo algo en algún lugar podrían ser terroristas). “Esta
responsabilidad moral” es también vista en la decisión de Obama de contar a
todos aquellos varones en edad militar como combatientes… a no ser que haya una
explicita inteligencia demostrando póstumamente que eran inocentes.” ¡Culpable
hasta que se pruebe póstumamente inocente! ¿Qué tal, como les parece
eso, por “responsabilidad moral”? En esto Obama ha sobrepasado a San Agustín y
a Santo Tomás – sí, hasta el gran Aristóteles – en esta atrevida y descarada extensión
de los parámetros de la responsabilidad moral.
Esto va, confieso, más allá de mi imaginación; que un líder nacional tan
profundamente inmerso en el asesinato de personas anunciara con bombos y
platillos sus atrocidades, tan abiertamente, regodeándose – y así
deliberadamente, enviando a sus más
importantes consejeros a coludir en una gran historia con el periódico más
importante del país, para asegurar una máxima exposición de su matanza
desenfrenada. Aunque muchos líderes han hecho uso de tales poderes, siempre ha
buscado la manera de ocultar u oscurecer la realidad de esas operaciones. Aun
los nazis tuvieron mucho cuidado en ocultar del público la verdadera naturaleza
de sus programas de asesinatos. Y uno apenas puede concebir a Stalin invitando
a los reporteros de Pravda a las reuniones del Politburo, en donde Stalin,
Molotov y Beria debatían las listas de
los “terroristas” contrarrevolucionarios entregadas por la KGB, marcando a
quienes debían o no debían morir. Por
supuesto, esas listas también estaban basadas en “reportes de inteligencia,”
muchas veces obtenidas a través de “estrenuas técnicas de interrogación,” o de
los reportes de los informantes. Sin duda estos reportes eran tan creíbles,
como las presentaciones Powerpoint, revisadas cada semana por Obama y su
equipo. Y sin duda Stalin y su equipo estaban sinceramente preocupados a cerca
de la “seguridad nacional,” como lo está hoy en día el acolito de Santo Tomás de
Aquino, en la Casa Blanca – y tan determinado en hacer lo que sea necesario
para preservar esa seguridad. Como a Stalin le gustaba decir de la gente
inocente que quedaba atrapada en sus tareas de seguridad nacional: “Cundo se
raja leña, vuelan las astillas.”
Por supuesto, Stalin fue un malvado sin ningún sentido de la
responsabilidad moral. En nuestros muy iluminados tiempos, bajo la guía de un laureado con el Premio Nobel de la Paz en la Casa Blanca, somos mucho más sabios, mucho más mejores. Nosotros
decimos: “Cierta cantidad de errores van a tener lugar.” ¿No hay más sutilidad? ¿No hay
más moral? Hay mucho más, mucho más de esta nulidad – y podrida hipocresía e
insulso servilismo – en esa historia. Pero no tengo la fortaleza o el estómago
para avanzar a través de este fango. Apesta a muerte. Nos salpica, nos mancha a
todos nosotros.
Originalmente publicado por la revista digital Counterpunch el 29 de mayo 2012
Traducción por La Cuna del Sol
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Publicado por Marvin Najarro
CT.,USA.
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