martes, 10 de julio de 2012

LOS FANTASMAS DE COBÁN...

En Guatemala ya nada sorprende. El elemento del asombro y de la consiguiente asimilación emocional hace ya mucho tiempo dejó de tener vigencia. Las muertes violentas son tantas y tan variadas e inverosímiles las formas de crueldad que casi ya no asustan. Sencillamente porque no da tiempo. Los sucesos trágicos son tan vertiginosos y recurrentes que a veces uno llega a pensar que las cosas han dejado de doler y que ya no importan.  Que la vida, bueno, es un asunto no tan valioso. Que así es la vida en Guate y no hay para dónde. Hoy murió uno, mañana dos, pasado tres… Y así. Pero si se piensa de este modo, algo, algo terriblemente mal se ha ido incubando en la conciencia del guatemalteco. Se volvió un ser desastrosamente egoísta donde el valeverguismo y el me la pela es la filosofía existencialista del chapín descorazonado, sin perspectiva, sin futuro, sin esperanza.  Es hijo legítimo de la brutalidad. Del nunca aprender. Del siempre enseñar. Del no darse cuenta que la Patria, ese concepto, ese valor; no importa a nadie. Es preferible y más realizador ir de compras a Walmart que leer un libro sobre la realidad nacional. El guatemalteco sin compromiso, irresponsable, se sigue justificando en lo de siempre, para vivir su mediocridad: “No hay que andar metiéndose en babosadas ni hablando mierdadas”. Y en ese mundo sin adhesiones activas y conscientes Guatemala se está quedando sin hijos, sin guatemaltecos. Solo habitada por personas que nacen en este territorio pero que no se sienten de este país y por lo tanto no son guatemaltecos.  Por eso ocurrieron los hechos terribles y alucinantes del destacamento militar de Cobán entre 1980 y 1985. Por la vesania antinacional y el racismo. La Fundación de Antropología Forense de Guatemala recién acaba de desenterrar en este destacamento militar del horror 250 osamentas de seres humanos que son, hasta el momento, personas literalmente desaparecidas. Víctimas, más seguramente, inocentes. Y las fosas son, digamos, “prometedoras”. Los muertos en ese campamento militar parecen que son centenares, sino miles. De allí del porqué ahora resulta totalmente comprensible la actitud de ira y odio contra los activistas de derechos humanos del oficial César Augusto Cabrera Mejía, director de la Asociación de Veteranos Militares de Guatemala, AVEMILGUA, pues ocurre que él, precisamente,  entre los años 1980-1985 fue jefe de ese destacamento militar que hoy, en cruel ironía, es centro de entrenamiento de tropas de Naciones Unidas para misiones de paz. Y como los hechos son contundentes, al preguntársele al vocero del ejército, coronel Rony Urízar,  sobre estos descubrimientos dijo: (…) no puedo emitir opinión, porque sería intervenir en el proceso. Otro oficial cuestionado por Marcia Méndez, representante de FAMDEGUA, desplegó un grosero cinismo al agregar que las osamentas que yacían en el destacamento con las manos atadas y sogas en el cuello (…) eran del terremoto y que las sogas son parte de sus rituales indígenas. Para los indiferentes estas osamentas son una estadística más. Para quienes los amaron ellos son el dolor que nunca acaba, que mortifica y se quedará para siempre. Luciano Castro Barillas.


LOS FANTASMAS DE COBÁN

EP

El destacamento militar de Cobán, actual sede del Creompaz, se ha convertido durante cuatro meses en el mayor cementerio clandestino encontrado hasta la fecha. Bajo el suelo donde los cascos azules de Naciones Unidas entrenan para sus misiones de paz, la Fundación de Antropología Forense desenterró 250 osamentas y el número de fosas encontradas con restos humanos aumenta cada día.



Por Carolina Gamazo     
Guatemala, domingo 08 de julio de 2012

Los grilletes en las manos le apretaban demasiado y solicitó que lo trasladaran a la zona 21 de Cobán, Alta Verapaz. Allí solo tendría que dar información sobre una persona que le vendía comida a la guerrilla y quedaría libre. Pero Juan Osorio Chen, sobreviviente de la masacre de Río Negro, en Rabinal, Baja Verapaz, no contaba con esa información. Llevaba un año refugiado en la montaña, huyendo del Ejército, y había decidido entregarse por miedo a morir de inanición.

Al llegar al destacamento de Rabinal, “un conocedor” lo acusó de guerrillero y, 2 días después, le ofrecieron trasladarlo a Cobán, para darle información a la Sección de Inteligencia del Ejército (G2), que operaba en la zona militar. Allí permaneció 6 meses, desde agosto de 1983 hasta enero de 1984. Estima que unas 200 personas fueron torturadas y asesinadas en ese lapso. Durante 4 meses de exhumaciones, la Fundación de Antropología Forense de Guatemala (FAFG) ya ha encontrado 250 osamentas en el destacamento, mientras que el número de fosas halladas aumenta cada día.

En el calabozo 8

“Cuando llegué a Cobán me llevaron a la G2 a interrogarme. Al cuarto día me metieron a un calabozo, a ese que se llamaba calabozo número 8. Quien iba ahí, lo sacaban ya para matarle –relata–, hay noches que sacaban tres, noches que sacaban cinco, cuando ya no cabíamos sacaban a muchos: ocho, diez personas”. Osorio cuenta cómo ayudó a cavar fosas –en un lugar conocido como Palmera–. Detalla que los retenidos eran de aldeas y municipios cercanos, como Tactic o San Cristóbal Verapaz.

“Había una pileta llena de agua con electricidad. Los pobres de Alta Verapaz no podían hablar el español, y cuando los de la G2 les hacían preguntas, ellos contestaban pero en q’eqchi’. Entonces los metían entre el agua hasta que se ahogaban”, cuenta.

En enero de 2012, la asociación Familiares de Detenidos-Desaparecidos de Guatemala (Famdegua) presentó una denuncia sobre la existencia de cementerios clandestinos en el destacamento y, en febrero la Fiscalía de Derechos Humanos obtuvo los permisos para exhumar. “Llevaban allí a la gente para interrogarla, después la mataban”, explicó el fiscal Orlando Salvador López, a cargo del caso.

El destacamento de la Paz

Quince soldados con gorras celestes y rasgos indígenas trotan por el inmenso destacamento mientras cantan al unísono “yo ahora me voy a la guerra”. Soldados rubios y tatuados, pertenecientes al programa Horizon, de la armada estadounidense, se repliegan después de varios meses de entrenamiento. Recogen sus camiones, tanquetas, un helicóptero, incluso una tienda móvil que solo acepta dólares.

El destacamento de Cobán, en el que operó hasta 2003 la zona militar 21, funciona en la actualidad como la sede del Comando Regional de Entrenamiento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz (Creompaz), cuyo propósito es entrenar, entre otros, a los cascos azules de la ONU.

La escena del crimen

Escondidos tras una ladera, 5 de los arqueólogos de la Fundación de Antropología Forense se encargan de la exhumación. Llevan ya desenterrados 245 cuerpos y preparan otros 3 para sacarlos de la fosa 17, de la que ya sustrajeron 35 osamentas.

Ocho calaveras relucen todavía entre la tierra de este agujero. Una está rodeada por una playera amarilla, y puede verse una cuerda atada a su cuello y sus muñecas. Las cuerdas y los lazos que rodean las extremidades en la mayor parte de las osamentas. Varias fueron encontradas con torniquetes.

El trabajo de los arqueólogos es minucioso. Anotan todas las evidencias de violencia en fichas e introducen los huesos en bolsas con el número correlativo de la osamenta, estas son trasladadas a la ciudad para reconstruirlas y extraer las muestras de ADN. “Es un proceso lento porque estamos alterando la escena del crimen”, explica Selket Callejas, arqueóloga a cargo de la exhumación.

A un kilómetro de distancia, una docena de hombres cava trincheras para ubicar nuevas fosas. Los restos humanos surgen a cada momento. En dos días encuentran cuatro nuevos puntos con huesos. A ello se unen terrenos todavía sin explorar donde, según Callejas, el número de fosas probablemente aumentará. “El objetivo es que no quede ni un solo cuerpo bajo tierra. Si hay alguien enterrado, lo tenemos que sacar”, cuenta esta arqueóloga de 28 años.

“Son del terremoto”

“Los huesos son del terremoto”, explica el capitán que custodia la excavación. “¿Y las cuerdas que les rodean?” “Esos eran sus rituales”, responde entre bromas. “Aquí no se ha probado nada…”, acota. “Cuando pasó, yo todavía no pertenecía a la institución”, aclara finalmente.

Marcia Méndez, representante de Famdegua, es otra de las personas que custodia los trabajos de excavación. “En 2002 pusimos la primera denuncia en el MP de Cobán. El fiscal que llevaba el caso era Allan Stowlinsky, el que mataron”, cuenta Méndez, quien tiene 2 hermanos desaparecidos. En enero de 2012, debido al miedo de que los familiares que denunciaron la existencia del cementerio murieran de vejez, el Famdegua volvió a presentar una denuncia, esta vez en la Fiscalía de Derechos Humanos de la ciudad.

“Nací en una cueva, como Jesús”

Para las personas que cuentan con familiares desaparecidos, este nuevo hallazgo supone otro hilo de esperanza. Pablo Quiix, de 25 años, es una de las 420 personas que ha llegado durante los últimos meses a dar su muestra de ADN a la casa pastoral de Cobán. Allí, una investigadora social de la FAFG recoge muestras y los testimonios de los familiares de desaparecidos. Pablo busca a su padre, Enrique Acaam, que perteneció al Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) y desapareció en 1987, tres meses después de que él naciera.

“Mi madre me contó que yo nací como Jesús, en una cueva, sin ropa ni medicinas”, relata. A pesar de no haber conocido a su padre, dice que nunca ha dejado de buscarlo. Explica que le dieron dos hipótesis sobre su paradero. Una, que se lo llevaron al destacamento de Cobán. La otra, que lo mataron en la montaña. “Llegué tres veces a la montaña a buscar los restos, pero no encontré nada”, relató. “Quiero encontrar sus restos porque es una honra y una gloria la lucha que hizo”. Pablo cerró magisterio y ahora quiere ir a la universidad. “Arqueología me llama mucho la atención”, explica.

Los 30 años que pasaron desde que Juan Osorio salió del destacamento se notan en sus manos, llenas de arrugas y recorridas por unas anchas venas. Este sobreviviente de la guerra trabaja como guardián y es miembro de la Junta Directiva de la Fundación Nueva Esperanza Río Negro. En mayo fue llevado de nuevo a Cobán para indicar las fosas que contribuyó a cavar. “Pero cuando yo llegué ya habían sembrado cipreses en la orilla y ahí no había una gasolinera ni la garita. Y entramos ahí donde estuvo la G2 y le enseñé al MP dónde estaban los calabozos, que seguían ahí. El calabozo número 8 ya no está, lo destruyeron, pero la pila sí seguía allí”.

La  fosa de los niños

En mayo de 2012, la FAFG encontró una fosa con 63 osamentas. A diferencia de los demás cuerpos encontrados –todos de hombres– estos pertenecían a niños (37) y mujeres. Por los restos de los huipiles y las faldas halladas pudo averiguarse que pertenecían a desaparecidos de la masacre del caserío Los Encuentros, Río Negro, en agosto de 1982. Jesús Tecú, quien perdió a sus padres y hermanos en Río Negro (marzo 82) y fue llevado a vivir a casa de un patrullero, cuenta cómo llegaron allí. “El mismo patrullero donde yo vivía llegó de la masacre de Los Encuentros y dijo que se los llevaban a la zona militar en helicóptero. Es donde supe que los llevaban ahí”, recuerda Tecú.

El destacamento de la muerte

El destacamento militar de Cobán fue creado en 1945.  En 1971, durante la coyuntura del conflicto armado, se convirtió en la Zona Militar Número 21. Aunque de momento solo se identificaron las osamentas de la masacre cometida en agosto de 1982, en Río Negro, según testimonios recogidos existen osamentas desde 1980 a 1985. Según un documento de los registros del “National Security Archive”, entre los oficiales de inteligencia que operaron en aquel momento en Cobán se encuentran César Augusto Cabrera Mejía (desde mayo del 82 a abril del 83), actual director de la Asociación de Veteranos Militares de Guatemala (Avemilgua), y el general Luis Felipe Miranda Trejo (desde 1979 hasta agosto del 83). Rony Urízar, vocero militar, aseguró que el Ejército no puede “exteriorizar opinión” sobre el hallazgo de las osamentas “porque sería intervenir en el proceso”. “Se está dando todo el apoyo al órgano jurisdiccional que está investigando y que sea el que determine causas y responsables”, dijo.














Publicado por Marvin Najarro
CT., USA. 

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