miércoles, 12 de septiembre de 2012

¿UN BUEN …



 INTRODUCCIÓN

La honradez es un valor que tiene la propiedad de elongarse. Es ético o antiético, dependiendo del nivel de apreciación de la realidad de quien presume de honrado. La honradez es relativa. Para el capitalista es moral apropiarse del esfuerzo ajeno porque, según entiende, “este mundo es de los vivos”. El dar, el ser generoso y amplio es tontería. El mundo, la historia del capital y la acumulación tienen dos componentes esenciales: el egoísmo y la falta de consideración hacia los demás. Pero eso es visto como correcto y apropiado. Pensar y hacer para uno mismo es la manera correcta de existir. Pensar y hacer por lo demás es una filosofía de esclavos, de tontos, de estar fuera de contacto con la realidad. Por ello, nada mejor para entender esa lucha maniquea entre el bien y el mal que escuchar a un poeta, que en palabras sencillas hace accesible las grandes verdades que ha ocultado el capitalismo desde sus albores mercantilistas: “Que la propiedad privada es un robo”. Luciano Castro Barillas.





¿UN BUEN PADRE?




















Manuel José Arce


“Yo soy buen padre   -dice fulano- porque todo lo que he hecho en la vida es para mis hijos”.
               
Y, en verdad, este fulano, próspero y eficaz, tiene la conciencia tranquila: ha sacado adelante a sus hijos. Les ha dado profesión, posición, carrera, les dejará una sólida fortuna, los “ha preparado para la vida”.
               
“Si todos los padres fueran como yo…!”  -se jacta ingenuamente-. Pero eso no es posible porque ¿cómo lo ha conseguido? Con su trabajo honrado, naturalmente: no asaltó ningún banco, no secuestró a nadie para quedarse con el rescate, no forzó ninguna caja fuerte, no desfalcó ningún banco, no cometió ninguno de los delitos que las leyes contemplan y castigan.
               
Simplemente encareció productos, pagó bajos salarios, se aprovechó de la miseria y de la necesidad de nuestro pueblo, se guardó para sí, para ser “un buen padre”, la parte más fructífera del trabajo de otros hombres.
               
Sí, de otros hombres que trabajaron tanto o más que él, pero que no podrán sentirse buenos padres porque el fruto del trabajo de ellos se acumuló en esta fortuna, sirvió para que fulano sacara adelante a los suyos, les asegurara el porvenir y ahora, con la conciencia muy tranquila, pueda ver como sus hijos sabrán seguir fielmente el camino que él les trazó con su “buen” ejemplo.
               
Y, señalando a quienes despojó de esa parte del fruto del trabajo para su propia y personal prosperidad, dirá: “Esos pobres no progresan porque son incapaces, no tienen iniciativa, les falta empuje, garra…”. Y la misma lógica tendrán después sus hijos para juzgar a los hijos de aquellos que hicieron el capital del próspero fulano y todo lo demás.
               
Yo  -como soy muy tonto-  pienso que ese tal fulano no es buen padre. Y pienso  -por tonto, también-  que ese buen señor, además de todo, tiene para sus hijos una herencia más que no menciona: la de una humanidad siempre más deshumanizada, en la que la forma de relación es la de la batalla fratricida generalizada por explotar al que sea menos brutal o menos astuto; una humanidad de más en más explosiva, violenta, cargada de odio.
               
Junto con el triunfo de sus hijos, don fulano acumuló la frustración de muchos otros contemporáneos de sus hijos; amasó resentimiento e injusticia junto con su fortuna; sacó a sus hijos muy adelante a costa de obligar a otros a quedarse muy atrás. Y eso, el día de mañana, se traducirá en frustración colectiva, en delincuencia, en subdesarrollo, en carencia de felicidad social, en la real y verdadera atmósfera que sus hijos y los hijos de sus hijos habrán de respirar hasta que cambie el orden de las cosas.
               
Si a lo largo de la historia no hubiera habido tantos “buenos padres” de este tipo, otro gallo nos cantaría; no estaríamos viendo, con ojos incrédulos y honda preocupación, cómo se entenebrece el futuro y se hace imposible la fraternidad humana, la paz y la alegría que sus hijos  -y todo hijo de vecino-  necesitan para vivir tanto o más que la carrera, la posición y la fortuna.
               
Pienso, pues, en resumen, que para ser verdaderamente un buen padre, hay que comenzar por ser un buen ser humano. Y que se me perdone por la tontería.









Publicado por LaQnadlSol
CT.,USA.

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