(…)
“se impone la realidad gris de un bello pero extraño país sin identidad
nacional, desde la conquista española, generación tras generación, habitado por
gente embrutecida por el alcohol y emocional e intelectualmente vacía”.
EL DÍA DE BEATRIZ BARRIOS MARROQUÍN
Foto: Jean Marie Simon
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Por Jorge Castrillón
Martes, 05 de Febrero de 2013
A nadie le suena el nombre de Beatriz Barrios Marroquín, una maestra
guatemalteca que fue desaparecida hace 27 años en el tornado oscuro del
genocidio que azotó a uno de los países más bellos y jodidos del mundo. Yo
tampoco la conocía, hasta que Jean Marie Simon, una fotógrafa norteamericana
que se jugó la vida más veces de las necesarias, me enseñó una imagen que tomó
de su cadáver. Las manos amputadas, las uñas arrancadas, los cortes profundos
en la piel, los hematomas eternos. Descansando sobre una mesa metálica, bajo la
luz de un foco, revelando el alcance demencial de una locura homicida que se
llevó por delante a Beatriz, pero también al padre de Rosina, al escritor Luís
de Líon, a Jorge Castañeda y a otros 250.000 guatemaltecos, mientras empujaba a
otras decenas de miles, como mi amigo Luis, a exilios improbables, largos y
dolorosos.
Ayer el juez Primero B de Mayor Riesgo, Miguel Ángel Gálvez, procesó a
Efraín Ríos Montt por genocidio. Ríos Montt: general, pastor evangélico
iluminado, asesino en serie. Ríos Montt el intocable, el del plan Victoria 83
urdido entre pueblos quemados en el Triángulo Ixil, los centenares de muertos
en cada fosa, en la Finca La Perla, en Tres Erres, en Panzós, en Rabinal. Ríos
Montt, el de los asesores argentinos recetando viajes de la muerte en Ford
Falcon de vidrios tintados sin placas, navegando por la ciudad sin límites
dejando un sabor metálico en la boca de quienes los vislumbraban regando
muerte. Ríos Montt. Ríos Montt. Ríos Montt. Paladeen ese nombre, que contiene
un cuarto de millón de almas, y pienso en los recuerdos de un Mundial que tenía
lugar en mi ciudad mientras a ocho mil kilómetros se desarrollaba un infierno
inimaginable, que se llevó también por delante a decenas de españoles que no
pudieron no tomar partido, con la sotana, con la máquina de escribir o con el
fusil.
Y lo vi. A dos metros de mí, en el Palacio Nacional de Ciudad de Guatemala,
en 2004, yo recién llegado como becario al país, en una recepción a un ministro
de exteriores o un secretario de estado, de visita apresurada a la región,
cooperación y Telefónica. El no era un proscrito: lo habían elegido presidente
del Congreso, asegurándole el aforamiento que necesitaba para seguir impune,
observándolo todo en silencio. Y ahí estaba, rodeado de guaruras, que es como
llaman a los guardaespaldas de lentes oscuros y sacos baratos de Siman tapando
apenas las automáticas de cachas nacaradas. Sonreía afablemente y uno de los
guardias civiles adscritos a la embajada me susurró que, si pudiera, le pegaría
un tiro allí mismo. A mí me pareció entonces fuera de lugar. Meses después, con
la imagen del cadáver de Beatriz Barrios Marroquín grabada a fuego, lamentaría
no ser yo el que hubiese tenido el arma a mano.
Se lo dije: ustedes no conocen a Beatriz Marroquín. Yo tampoco pude
hacerlo. Pero sí les puedo garantizar una cosa: que se merecía este día. Ella
y nosotros.
(…) Usted merece bien ser General/ llena los
requisitos, General.
Ha bombardeado aldeas
miserables/ ha torturado niños/
ha cortado los pechos de las
madres rebosantes de leche/ ha arrancado los testículos y lenguas/
uñas y labios y ojos y
alaridos.
Ha vendido mi patria y el
sudor de mi pueblo y la sangre de todos.
Ha robado/ ha mentido/ ha
saqueado/ ha vivido así/ de esta manera/ General.
General? no importa cuál?: para
ser General/ como usted/ General/
hay una condición fundamental:
ser un hijo de puta/ General.
(Fragmentos del poema General de Manuel José Arce Leal)
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
uf, cuesta admitir, a pesar de ser contemporaméo de esa etapa de la vida guatemalense, que hechos con tan abominable y sanguinaria deshumanizacion , acontecieron afectando a tantas personas que de alguna manera uno haya podido sdasludarles en vida.
ResponderBorrarY la ironia de la vida, que han obrado escudandose en la bandera de la religiosidad que ha adormecido voluntades.