LA PRIMAVERA ÁRABE:
EXPLOTADA Y TERGIVERSADA
Por Ramzy Baroud
El discurso imposible de la
Primavera Árabe
Un discurso reduccionista es aquel que selectivamente confecciona su
lectura sobre un tema de tal manera que únicamente rinda los resultados
deseados, dejando poco o ningún espacio para otras indagaciones, sin importar
cuan apropiadas o relevantes. La llamada Primavera Árabe, aunque ahora muy
alejada de sus significados iniciales, se ha vuelto exactamente eso: un terreno
fértil para narrativas selectivas con el solo ánimo de avanzar agendas
políticas profundamente ancladas con participación regional e internacional.
Cuando en diciembre, 17, 2010, el desesperanzado vendedor callejero tunecino,
Mohamed Bouazizi se prendió fuego, él había encendido más que una mera
revolución en su país. Su dolorosa muerte había
dado nacimiento a una noción de que los espacios psicológicos entre
desesperanza y esperanza, muerte y renacimiento y entre sumisión y revolución están
definitivamente conectados. Su acción, independientemente del adjetivo del que
uno pueda hacer uso para describirlo, fue la llave que los tunecinos utilizaron
para liberar su abundante reserva de poder colectivo. La decisión del entonces
presidente Zine El Abidine Ben Ali de renunciar en enero 14, 2011, fue en un
sentido un cálculo racional de su parte si uno considera la imposibilidad de
confrontar a una nación que tiene en sus manos una verdadera revolución
popular.
Menos de dos semana más tarde Egipto también se alzó. Y fue entonces que el casi-ideal modelo revolucionario de Túnez se volvió presa de
numerosas, a menudo selectivas interpretaciones y finalmente de una total
explotación. La revolución egipcia del 25 de enero fue el primer vínculo árabe
entre Túnez y los levantamientos que siguieron a través de las naciones árabes.
Algunos estuvieron prestos a atribuirle al fenómeno toda suerte de factores,
históricos, ideológicos, incluso religiosos, estableciendo de este modo nexos
siempre y cuando convenientes y pasando por alto otros sin importar cuan aptos.
El website arábigo Aljazeerra tiene todavía un mapa de todos los países árabes,
con aquellos experimentando el influjo revolucionario marcados en rojo.
Muchos problemas han surgido. ¿Qué herramientas, aparte de los intereses
del gobierno qatarí, por ejemplo, usa Aljazeera para determinar como la llamada
Primavera Árabe se manifiesta ella misma? Y ¿no debería haber claras
demarcaciones entre revoluciones no violentas, intervenciones foráneas,
tensiones sectarias y guerras civiles?
No solamente las raíces y las expresiones de estas “revoluciones” difieren
enormemente, sino que la evolución de cada experiencia fue casi siempre única a
cada país árabe. En los casos de Libia y Siria, el involucramiento foráneo (en
el caso de Libia una guerra total de la OTAN y en el caso de Siria una
contienda múltiple con actores regionales e internacionales) ha producido
escenarios totalmente diferentes a los de Túnez y Egipto, requiriendo así un
urgente y diferente curso de análisis.
Sin embargo y a pesar del repetido fracaso del discurso unitario de la
“Primavera Árabe”, muchos políticos, intelectuales y periodistas continúan
tomando prestado de su muy temprana lógica. Ya se han escrito libros con
títulos reduccionistas, tejiendo historias lineares, salvando la distancia
entre Túnez y Sana en una oración y una línea de razonamiento.
El reduccionismo de la “Primavera Árabe” no es siempre siniestro, motivado
por conveniencia política o convocado por diseños neo imperialistas. Las
narrativas existentes del pan Arabismo o pan Islamismo por muy bien
intencionadas que parezcan, también han aportado su buena dosis de responsabilidad
al tergiversar cualquier discurso que sus intelectuales encuentren conveniente
y que se acomode con el conjunto de sus ideas. Algunos denotan el surgimiento
de una nueva nación pan Árabe, mientras que otros ven la “primavera” como un
precursor del retorno del Islam como una fuente de poder y empoderamiento de las sociedades árabes. El hecho es que,
mientras los discursos entre los campos que compiten política e ideológicamente
se están volviendo más rígidos, los países árabes marcados por la lógica
editorial de Aljazeera parecen estar yendo en sus propias y separadas sendas,
algunos a regañadientes hacia una u otra forma de democracia, mientras que
otros descienden dentro de un estado de naturaleza Hobbesiano -una guerra de
todos contra todos.
Pero a pesar de sus numerosas limitaciones, los discursos reduccionistas
persisten. Ellos perduran porque algunos están diseñados específicamente para
servir los intereses de ciertos gobiernos –unos con claras ambiciones, otros
simplemente están tratando de navegar con la tormenta. En el caso de Siria, ni
un solo país que de alguna manera este tomando partido en el conflicto, puede
clamar inocencia en un sangriento juego de política regional en donde la
etiqueta del precio es la sangre de miles de sirios.
Los medios de prensa occidental continúan a la cabeza en la manipulación
del lenguaje, todo con el ánimo de evitar lo hechos obvios y cuando necesario
tergiversa toda la realidad. La prensa estadounidense en particular ha
permanecido ajena sobre como los efectos adversos de la guerra de la OTAN en
Libia han contribuido al conflicto en Malí -que progresó de un golpe militar
temprano el pasado año a una guerra civil, y en los momentos actuales a una
guerra total liderada por Francia contra los islamistas y otros grupos militantes
en la parte norte del país.
Malí no es un país árabe, por lo tanto no cabe dentro del discurso
cuidadosamente moldeado. Sin embargo Argelia si lo es. Así por ejemplo, cuando
los militantes tomaron como rehenes a docenas de argelinos y trabajadores extranjeros
en la planta de gas natural de Ain Amenas en represalia por haber Argelia
permitido el uso de su espacio aéreo a los aviones de guerra franceses en la
guerra de Malí, algunos se esforzaron en vincular la violencia
en Argelia con la Primavera Árabe. “Tomados en su conjunto, el ataque a la
embajada de EEUU en Benghazi, Libia, el ataque islamista en Mali, y ahora esta
ofensiva en Argelia, todo apunta hacia el norte de África como el punto
caliente geopolíticamente hablando del 2013 –en donde la Primavera Árabe se ha
metamorfoseado en la Guerra contra el Terrorismo”, escribió Christopher Helman
en Forbes en enero 18.
Cuan conveniente tal análisis, especialmente cuando se toma en su
“conjunto”. La lógica de la ‘Primavera Árabe’ es alargada de tal manera que se
ajuste a los preconcebidos intereses, puntos de vista o inclusive a los diseños
de los poderes occidentales. Por ejemplo, es muy popular la creencia entre los
medios de prensa de que los Estados Unidos a causa de los fatales ataques en
Benghazi, actúa con cautela al no querer inmiscuirse del todo en el conflicto
en Siria. Visto desde Washington, la región árabe aparece más fraccionada y es
entendida mayormente a través de palabras en clave y frases, colocada entre
aliados y enemigos, islamistas y liberales y por reacciones reflejas a
cualquier cosa que implique a Israel e Irán. Uno solamente necesita comparar
los textos de los medios de prensa producidos hace dos años, con los más
recientes. Mientras que en los primeros meses del 2011 estuvieron mayormente
preocupados con individuos y colectivos que tenían mucho en común con Mohamed
Bouazizi -pobres, desesperados, privados de derechos, y eventualmente
insurrectos- muchos de los textos de la actualidad están preocupados con un
diferente tipo de discusión. Adicionalmente ahora existen nuevos tipos de
actores del todo. Los Bouaziziz de Túnez, Egipto y Yemen permanecen
desempleados, y ocupan menos espacios en nuestros periódicos y pantallas de TV.
En estos días hablamos de revolucionarios basados en Washigton y Londres.
Nosotros yuxtaponemos los intereses de EEUU y Rusia y discutimos sobre las
intervenciones foráneas y descaradamente demarcamos conflictos en base a
divisiones sectarias.
El “Despertar Árabe recién empieza”, fue el título de un editorial del
Financial Times de diciembre 23. El subtexto y su lógica hablan de un siniestra
interpretación de lo que una vez fueron respuestas colectivas a la opresión y
dictaduras. “La caída de los Assads será un estratégico revés para Irán y sus
aliados regionales como Hizbulá, el Estado Chía Islamista dentro del
frágil Estado de Líbano”, se leía en el editorial. “Pero eso podría ser
fácilmente revertido si Israel decidiera llevar acabo sus amenazas de atacar
las instalaciones nucleares de Irán”, facultando a los teócratas en Teherán
para arengar a los musulmanes desafectos en toda la región y fortalecer su
poder en casa. Es fácil de imaginar como tal conflicto arrastraría a los
Estados Unidos, interrumpiría el tráfico de petróleo en el Golfo, y Líbano ardería”.
Note como en la nueva lectura de la “Primavera Árabe”, las personas son
simples peones que son definidas por sus inclinaciones sectarias y su utilidad
estriba en su voluntad de ser arengadas por uno u otro poder regional. Mientras
que el lenguaje mismo es consistente con las agendas occidentales en los países
árabes y musulmanes, lo que es en verdad bizarro es el hecho de que muchos
todavía insisten en contextualizar las siempre confrontacionales relaciones
políticas en general de EEUU, Israel y occidente con una ‘Primavera Árabe’ que
involucra a un pobre tendero prendiéndose fuego el mismo y a enfurecidas
multitudes en Egipto, Yemen y Siria que buscan dignidad y libertad.
Poco después del levantamiento en Túnez, algunos de nosotros advertimos
sobre los efectos adversos, si los discursos erróneos y generalizados que agrupan a todos los árabes y explotan los
deseos de la gente que busca libertad, igualdad y democracia, fueran a
persistir. Desgraciadamente, no solo el
discurso reduccionista definió los dos últimos años del levantamiento,
sino que, la ‘Primavera Árabe’ se ha
vuelto un trampolín para la interferencia regional y la intervención
extranjera. Para avanzar en nuestro
entendimiento de lo que está transpirando en los países árabes y otros de la
región, nosotros debemos dejar de lado nuestras viejas definiciones. En estos
momentos una nueva realidad está teniendo lugar que no está interesada en
Bouazizi ni en los muchos millones de árabes desafectos y desempleados.
Traducido del inglés por Marvin
Najarro
Ramzy Baroud (www.ramzybaroud.net) es un columnista
internacional que colabora para varias agencias de prensa y es el editor de PalestineChronicle.com.
Su último libro es: My Father was A Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story
(Pluto Press).
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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