(…) se ha dado una
simplificación conceptual y acomodaticia del término terrorismo, emparentándolo
con todo aquello que venga como proceso de liberación nacional o hecho
contestatario, generalmente por
reivindicaciones sociales (género, étnico, derechos humanos, etc.) y económicas
… Los terroristas solo pueden serlo los ciudadanos de los países dependientes
que giran en la periferia de las economías desarrolladas. Los actos violentos
de las potencias imperiales son acciones éticas por la libertad y la democracia.
Las acciones por la justicia social, por la defensa de la soberanía, por la
defensa de sus recursos naturales y el
impulso de una política nacional e internacional independiente tendría que ser,
de acuerdo a la lógica imperial, simple y llano terrorismo.
EL TERRORISMO,
EL NUEVO IMAGINARIO GLOBAL
SEDIMENTADO
Por Luciano Castro Barillas
Todo acto de violencia que persigue
un fin político, de imposición de una “verdad” sobre otra ha sido catalogado
desde siempre como terrorismo. Lo han ejercido los Estados con sus clases
dominantes contra sus subordinados nacionales o las potencias imperiales contra
pueblos lejanos o inmediatos. Desde Ciro El Grande, Alejandro de Macedonia,
Gengis Kan o los aztecas sobre zapotecas o tlaxcaltecas o los españoles sobre
los pueblos indígenas de América. Más recientemente Hitler sobre los judíos y
los gitanos y Ríos Montt y sus aliados contra el pueblo ixil en particular y
pueblo de Guatemala en general. Todos esos hombres impusieron el terror para
imponer su verdad y sus razones. Las verdaderas razones del poder serán siempre
económicas, pero encuentra una forma mejorada y concentrada en la política, de
allí que por eso ésta es “la expresión
concentrada de la economía”. Ahora bien, se ha dado una simplificación
conceptual y acomodaticia del término terrorismo, emparentándolo con todo
aquello que venga como proceso de liberación
nacional o hecho contestatario, generalmente por reivindicaciones sociales (género,
étnico, derechos humanos, etc.) y económicas como lo son las luchas de los
trabajadores sindicalizados o no. Un terrorista y el terrorismo en la
posmodernidad acotada el 11 de septiembre no es más que la lucha contra las
potencias imperiales que siendo terroristas ellas mismas, pues, sencillamente,
no se hacen cargo de la imputación, porque sus acciones de violencia o
terroristas no las tipifica un terror que esté política, económica y militar
por encima de ellas. Los terroristas solo pueden serlo los ciudadanos de los
países dependientes que giran en la periferia de las economías desarrolladas.
Los actos violentos de las potencias imperiales son acciones éticas por la
libertad y la democracia. Las acciones por la justicia social, por la defensa
de la soberanía, por la defensa de sus recursos naturales y el impulso de una política nacional e
internacional independiente tendría que ser, de acuerdo a la lógica imperial,
simple y llano terrorismo.
De allí que toda guerra por las razones que sean siempre será un acto de
violencia de un ser humano contra otro ser humano. Y si el capitalismo
resolviera sus aporías fundamental como lo es la acumulación de riqueza
individual por el esfuerzo social, el mundo realmente estaría mejor. Sería un
plácido paraíso de némine discrepante (sin contradicción dialéctica) y no
estaríamos al punto de tener seriamente comprometida no solo la existencia de
la especie humana sino de todo el planeta. Por ello, también dentro de esa
lógica de irracionalidades con mucha razón, las categorías de la guerra justa y guerras injustas siguen
siendo válidas. ¿Acaso el imperialismo no sigue haciendo las guerras injustas
de ocupación por saqueo de recursos naturales y opresión de sus pueblos como
Irak, Afganistán y Libia? La teoría sobre las guerras justas
(marxista-leninista) sigue siendo totalmente válida y ética en la medida que
las guerras injustas de los países de los “libres pensadores” (es un término
nada más, ellos no son libres) son moralizadas como lucha por la “libertad”.
Las guerras de liberación o guerras justas al menos no están dirigidas por
corporaciones empresariales que quieren hacer buenos negocios con los pueblos
ocupados. Las guerras justas todavía tienen ideales, tienen sueños,
aspiraciones por crear un mundo mejor, claro, no exento de errores. De
disminuir en lo posible la lucha entre las clases antagónicas, para poder vivir
aunque sea un poquito más en paz. El imaginario sobre el terrorismo global se
ha sedimentando y ahora todo lo que signifique reivindicaciones libertarias
reales se estigmatiza como terrorismo. ¿Pero quiénes hacen esa calificación?
Pienso que los verdaderos terroristas, porque aquí se cumple a cabalidad la
sentencia bíblica “de mirar la paja en
el ojo ajeno y no ver la viga que se tiene en el propio”. Son, creo, los
subproductos ideológicos de un mundo idiotizado, dirigido por idiotas y para
consumo de idiotas.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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