(…) La ciencia pareciera
estar al servicio de la alienación y no como logro supremo de la inteligencia
humana para hacer posible una vida mejor. Todo esto lo ha hecho el diablo -llámesele Asmodeo, Súcubo, Íncubo, BID,
FMI- para que la paz y la sana
convivencia no tengan lugar en la tierra. Como el Diablo es un cabrón, sin
temor de Dios, claro está, también hizo después de una noche de juerga, con un
terrible aliento alcohólico y los ojos con un rojo mariguano; las ideologías. A
tal punto ha difundido sus diversas e insidiosas opiniones (pues las ideologías
son un sistema de opiniones políticas, filosóficas, jurídicas, religiosas,
etc.) que un intelectual norteamericano de origen japonés, Fukuyama, en un
rapto de cálamo currente, a raíz de la desaparición del sistema socialista
europeo en la década de los noventa, fue embrocado a decir por el Diablo una
mulada colosal, revestida de sapiencia académica: “Es el fin de la historia”.
LAS IDEOLOGÍAS ANDAN
DE LA MANO DEL DIABLO
Por Luciano Castro Barillas
Un refrán piadoso refiere que el diablo nunca aprendió a sumar ni a
multiplicar, sólo a restar y dividir, pues nació con un espíritu disgregador,
como la idiosincrasia del guatemalteco, tal lo dijera en su momento don Luis
Cardoza y Aragón durante su larga estancia en México. Afirmaba que (…) donde dos guatemaltecos se juntan a
hablar de política, surgen tres partidos políticos”. En efecto, desde la
extinción del régimen de la comunidad primitiva y el surgimiento de la
propiedad privada la humanidad se dividió en ideas y en dos clases
fundamentales: la de los explotadores y la de los explotados. Unos diez mil
años han transcurrido desde este desaguisado histórico-social y la convivencia en la sociedad posmoderna,
la de la alta tecnología, está peor que nunca. Hemos llevado al planeta (la
casa de todos los hombres) al borde de la destrucción, por un irrefrenable
delirio de codicia y estando las cosas como están los seres humanos no dejan de
lanzar piedras a su propio tejado. El afán de tener y no ser, la locura por el
consumismo, el afán de dominio imperialista del capital, el exceso de confort,
la búsqueda paranoica de las apariencias o los marbetes sociales de todo tipo,
han dado lugar a una pedagogía siniestra: la banalización de la vida y del ser
humano. El sentido de la vida, de la existencia en todos los órdenes; se ha
frivolizado. La ciencia pareciera estar al servicio de la alienación y no como
logro supremo de la inteligencia humana para hacer posible una vida mejor. Todo
esto lo ha hecho el diablo -llámesele
Asmodeo, Súcubo, Íncubo, BID, FMI- para
que la paz y la sana convivencia no tengan lugar en la tierra. Como el Diablo
es un cabrón, sin temor de Dios, claro está, también hizo después de una noche
de juerga, con un terrible aliento alcohólico y los ojos con un rojo mariguano;
las ideologías. A tal punto ha difundido sus diversas e insidiosas opiniones
(pues las ideologías son un sistema de opiniones políticas, filosóficas,
jurídicas, religiosas, etc.) que un intelectual norteamericano de origen
japonés, Fukiyama, en un rapto de cálamo currente, a raíz de la desaparición
del sistema socialista europeo en la década de los noventa, fue embrocado a
decir por el Diablo una mulada colosal, revestida de sapiencia académica: “Es
el fin de la historia”. Toda la derecha internacional lo creyó pues,
irremediablemente, la tendencia objetiva de la realidad de esa década era
irrefutable. El socialismo se caía en pedazos y no podía ni pudo nadie evitar
su colapso. Más que un desastre político era una devastación cultural. El fin
de la historia debía asumirse, pues, como el fin de las ideologías. Un mundo
unipolar emergía para nada bueno. Los gurús nacionales del neoliberalismo
despotricaban rozagantes en la cátedra universitaria, en la prensa escrita,
radial y televisiva y no se desaprovechaba espacio para afirmar una y otra vez
que las ideas capitalistas eran las correctas. Que la verdad era de ellos. Pero
no era así. El capitalismo como siempre lucía y era exitoso, pero
lamentablemente, como siempre, no tenía la razón. No podía resolver una simple
ecuación, hecha compleja por alguno de los tantos demonios del averno, para
enfatizar en una contradicción irresoluble o una aporía escandalosa: no poder
darle felicidad a las grandes mayorías humanas generadoras de la riqueza social,
aunque no las propietarias de los medios de producción. Cuando se quebró la
columna vertebral del sistema capitalista
-su sistema financiero, la plata, el dinero, las fichas- y tuvieron los grandes sacerdotes de lo
privado que recurrir al auxilio del Estado, surgieron por allí teorías
enloquecedoras como la del doctor Manuel Ayau, quien herido de muerte en su
ideología fundamentalista de mercado solo atinó a decir (…) que la quiebra del
sistema financiero en los Estados Unidos era resultado de la aplicación de muchas medidas socialistas !!! Era bastante probable que algún demonio
embaucador lo hubiese poseído en ese momento armándole un galimatías atroz en
la cabeza. Así son las filosofías políticas, las ideologías: fanatizan y
embrutecen a sus detentadores. Pero a las ideologías políticas -por cierto las más populares- hay que agregarle las filosóficas
(positivismo, neopositivismo, existencialismo, etc.), las religiosas (cristianismo,
islamismo, budismo, judaísmo, los devotos en Maximón y hasta los creyentes en
Doña Rosa La Purera, mística jutiapaneca del Barrio El Cóndor). O bien las
ideologías jurídicas fundamentadas en buen tratado de filosofía del derecho
que, debidamente estudiado dará potencia argumentativa al alegato judicial. Las
ideologías son diversos niveles de apreciación de la realidad, variados
sistemas de opiniones sociales, unas llevadas a altos niveles de cientificidad
como el marxismo-leninismo y otras auténticas
y peligrosas tonterías como el fascismo y el nazismo. Pero la división catastrófica
y hasta patética de las ideologías ocurrió en la segunda mitad del siglo XIX
con la emergencia del marxismo, al difundirse la doctrina de la clase obrera y
de los oprimidos. El mundo se partió en dos, en una nomenclatura binomial: el
idealismo representando al mundo capitalista y el materialismo, encabezado por
Marx y sus seguidores. “Marx era el
Anticristo”, dijo una viejita beata de camándula al pecho. Dividió a la
sociedad humana para no volverse a integrar jamás. O al menos mientras exista el
sistema capitalista.
Las ideologías, pues, son la sal del mundo. Por ellas viven y mueren los
politiqueros, aunque no sepan de qué se trata, lo cual no quiere decir que
estén desprovistos de ellas. Por las
ideologías se tiene por ideal el hacer dinero o tiene poca importancia para
otros. Por esa razón mental perturbadora hay muchos imbéciles que confunden
valor con precio y hay muchos hombres de gran éxito aunque no tengan la razón.
Por las ideologías abunda la pobreza y escasea la riqueza. Por las ideologías
se difundió el adagio “Militar y cura comida segura” y por las ideologías los
guatemaltecos votan y creen en los que los desprecian y niegan su voto a
quienes han luchados por ellos. Por las ideologías es más seguro “Una cuarta de
juez y no cinco varas de justicia” y por las ideologías corre riesgo un
escritor de que se le llame idealista, porque no se sabe que es un hombre con
ideales.
Por eso las ideologías dicen que andan de la mano del Diablo: son
irreconciliables y antagónicas. En La Ideología Alemana, de Marx y Engels,
usted podrá entender un poco de marxismo y saber, por ejemplo, que el filósofo
Feuerbach era un materialista no dialéctico y Hegel un dialéctico no
materialista, y aunque parecían dos filósofos con sistemas irreconciliables, apareció
un señor llamado Karl Marx y los juntó, para no darle la razón al Demonio con
aquella expresión de que “Dios los crea y el Diablo los junta”.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
Estimado Don Luciano, como siempre ha escrito un artículo genial. Siempre me ha hecho reír con su irreverencia pero también me ha impresionado con su habilidad de cubrir temas bastante controversiales con humor y seriedad al mismo tiempo. AH, QUE DIABLO MAS CABRÓN! ANDA SUELTO POR EL MUNDO!
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