La región sigue estando muy
viva; la disputa está servida. Ojalá lo sucedido con Evo Morales ponga de nuevo
al eje progresista en alerta y en acción para retornar con vigor a la
construcción del espacio de integración supranacional, porque el otro bloque
(la AP) está corriendo sin descanso en el mismo propósito pero, en cambio, para
satisfacer los deseos de los de siempre, que nada tiene que ver con los
intereses de los pueblos de América latina.
LA DISPUTA ESTÁ SERVIDA
Por Alfredo Serrano Mancilla *
Cada vez está más diáfano el deseo de los Estados Unidos y de los
mandamases de la Unión Europea (UE): una América latina dividida en dos,
desgajada en –al menos– dos grandes mitades, para que así deje de ser el bloque
monolítico que venía conformándose en el nuevo mundo policéntrico. Esta es la
pretensión, también, de buena parte de la oligarquía financiera, del poder
hegemónico mediático, del capital transnacional y de los grandes caciques
nacionales: una región dividida en dos mitades que disipe cualquier posibilidad
de ir mostrando al planeta que sí se puede construir un nuevo mundo
post-neoliberal, en paz, sin guerras, con redistribución, con mejoras sociales.
Es por ello que, en los últimos meses, se han acelerado los múltiples
movimientos de ajedrez en el actual juego de tronos que supone el curso
geopolítico en América latina; la tensión está servida entre procesos
reformistas, revolucionarios y contrarrevolucionarios. Han sido muchos los
intentos fallidos del poder hegemónico mundial para destronar a las propuestas
progresistas: golpes a la democracia en Venezuela (2002), Bolivia (2008) y
Ecuador (2010). Sin embargo, otros sí que fueron exitosos: Honduras (2009) y
Paraguay (2012). Desde el rechazo al ALCA (2005), EE.UU. a la cabeza (con la UE
a su lado) no descansa hasta lograr, en una primera instancia, una América
latina dividida y partida en dos, con un bloque afín, para luego poder
“colonizar” al resto, logrando así el deseo de antaño: un patio trasero que
vaya desde México hasta Ushuaia.
Primero fue el ALBA. Después, Unasur. Luego, un Mercosur cada vez más
fuerte. Y por último, la progresiva sustitución de la OEA por la Celac.
Todo esto no gustó a los que siempre ganaron –con trampas si era necesario–
en el viejo juego Tácticas y Estrategias de Guerra (TEG, para los niños). La
primera apuesta fracasó: Chávez ganó abrumadoramente el 7 de octubre de 2012
frente a Capriles. No obstante, la muerte de Chávez suponía el pistoletazo de
salida para aquellos ávidos de volver a domesticar a la región, subordinándola
al estilo de las décadas de oro del neoliberalismo. Una supuesta “mano
invisible” se ha empecinado en poner en práctica la frase de Julio César:
“Divide y vencerás”.
En la pasada elección en Venezuela (abril 2013), Maduro ganó, pero por
poco; Capriles perdió sin aceptar la derrota con un único objetivo:
desestabilizar para preparar el próximo asalto. El caso ecuatoriano por ahora
es diferente, aunque en cualquier momento podría haber otra ofensiva. La pasada
y aplastante victoria de Correa (febrero 2013) era tan previsible que desde
afuera los opositores externos apenas se desgastaron en esta batalla interna.
Otro asunto es Paraguay, en el que, en las elecciones de abril de 2013, el
golpe de Estado sí tuvo su efecto deseado: un hombre millonario, del Partido
Colorado, volvía a ser el más votado. De esta forma, este país se sumaba a la
causa de ir generando otro bloque, contrarrevolucionario, más cercano a los
EE.UU. y a la UE. Tanto es así que Paraguay será próximamente parte de la cada
vez más poderosa Alianza Pacífico (AP). Esta Alianza es justamente la punta de
lanza para asentar las bases del nuevo mapa geoeconómico codiciado por los
intereses de los grandes capitales. Frente al Mercosur, la respuesta es la AP.
Con ello, Unasur dejaría de tener una línea política única de accionar. En este
sentido, por ejemplo, véase Colombia, que descaradamente ya ha roto el pacto de
no agresión que tenía con el eje más progresista de la región, entrometiéndose
en la política interna venezolana y mostrando su interés por la OTAN. No sólo
eso, sino que Colombia es el gran impulsor de esta AP, como así lo demostró en
la última cumbre en Cali, donde acudieron nuevos socios: Costa Rica, con claro
interés de tener aliados en Centroamérica y a España como amigo cercano en el
seno de la UE.
La Alianza del Pacífico sigue construyéndose aceleradamente con un fuerte
carácter rupturista con el resto de América latina. Económicamente continúa con
sus Tratados de Libre Comercio con EE.UU. y UE (por ahora todos sus miembros ya
lo tienen). Y políticamente, como se ha podido ver en el último suceso de
violación del derecho internacional por parte de varios países de la UE,
impidiendo el paso del presidente boliviano Evo Morales por su espacio aéreo
por el caso Snowden, ningún país de la AP ha estado presente en la reciente
reunión en Cochabamba. Unasur resultaba así ser ineficaz para reunir a todo su
consejo político en pleno. Sólo los países del Mercosur (sin Paraguay) acudían
a esta ineludible cita. ¿Querrán los EE.UU. que Unasur deje de ser el que era
para que sea de nuevo la OEA el lugar donde se resuelvan estos conflictos, como
se hacía a la vieja usanza? Parece que sí.
La región sigue estando muy viva; la disputa está servida. Ojalá lo
sucedido con Evo Morales ponga de nuevo al eje progresista en alerta y en
acción para retornar con vigor a la construcción del espacio de integración
supranacional, porque el otro bloque (la AP) está corriendo sin descanso en el
mismo propósito pero, en cambio, para satisfacer los deseos de los de siempre,
que nada tiene que ver con los intereses de los pueblos de América latina.
* Doctor en Economía, coordinador para América Latina Fundación CEPS.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
buen artículo
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