(…) Las niñas se ven
pálidas y delgadas, con claros signos de desnutrición. Sus ropas desteñidas y
desgastadas y a duras penas esbozan una sonrisa, sumidas en una terrible
tristeza.
LAS NIÑAS ESCLAVAS DE
LAS TORTILLERÍAS[1]
DE GUATEMALA
Por Luciano Castro Barillas
Es una nueva modalidad del ilegal trabajo
infantil tan difundido, cruel y explotador que se da ahora de manera
sistemática en todo Guatemala, semejante a los niños esclavos de las minas de
oro y carbón en Colombia o a los niños del tabique cocido en la India. Estas
niñas son de apenas 12 y un máximo de 15 o 16 años de edad. Trabajan en la
tortillería haciendo tortillas de maíz desde las seis de la mañana hasta las
seis de la tarde. Doce horas de trabajo y sin posibilidad alguna de estudiar.
Vienen de Quiché, Alta Verapaz, Huehuetenango y Quetzaltenango, precisamente
los departamentos donde se registran los mayores niveles de pobreza en
Guatemala. No es una casualidad, pues, que estas niñas provengan de esos
lugares. Son primas o hermanas que arrancadas del seno de sus hogares por
banales ofrecimientos, pero lo que si realmente ocurre es que ya lejos de sus
familias son explotadas por sus parientes, que es un indígena mal encarado y
explotador y no sería raro ni distante que sea un abusador sexual. Es muy probable que algo no esté bien con la
presencia de tantas niñas indígenas en todo el oriente de Guatemala sometidas a
extensas horas de trabajo cociendo las tortillas en comales metálicos ardientes
alimentados a gas propano. Y digo que algo anda mal porque, inmediatamente que
les hicimos la fotografía para ilustrar el presente comentario, apareció, quién
sabe de dónde, “el patrón” de las niñas para averiguar de qué se trataba. Qué
queríamos y quiénes éramos.
Se hizo necesario urdir una estratagema para
poder hacer la fotografía con relativa facilidad, como lo fue hacerse “cliente”
de la tortillería para no despertar sospecha de ellas y del vigilante patrón.
Pero aún así, el indígena explotador nos miraba de pies a cabeza, sin atreverse
a hacer nada desafiante. Si hubiésemos estado en alguno de esos departamentos,
posiblemente hubiésemos sido linchados acusados de perversión de menores y de
intento de robo para extraerles los órganos a las niñas.
Los viejos mitos para consumo del indigenismo
ramplón sobre la cacareada “hermandad de sangre” quedan hecho añicos,
pulverizados, porque tan explotador son los blancos y los ladinos, como los
indígenas quichés, mames o cakchiqueles. No hay unidad étnica, ni cultural. El
capitalismo, el ansia por la acumulación de capital es un factor arrollador que
hace de la enajenación capitalista algo irresistible para tirios y
troyanos. Es la misma, la idéntica conducta ante el dinero. La fuerte parodia
espiritual del dinero que crea falsas seguridades y prestigios y que en este
caso esclaviza a las personas más vulnerables: niñas de familias pobres que a
cambio que se mueran de hambre en sus lugares de origen, al menos en esos
centros de explotación infantil tienen sus tres tiempos para comer. Las niñas
se ven pálidas y delgadas, con claros signos de desnutrición. Sus ropas
desteñidas y desgastadas y a duras penas esbozan una sonrisa, sumidas en una
terrible tristeza.
Las organizaciones de Derechos Humanos,
empezando por las Auxiliaturas de Derechos Humanos que hay en todos los
departamentos, tienen que investigar lo que realmente está pasando en esas
tortillerías de maíz que explotan a niñas, las cuales han de vivir en
condiciones deplorables y sin ninguna protección social.
[1] Lugar donde se
venden tortillas elaboradas en forma artesanal, a mano. Este tipo de tortilla
mesoamericana es un alimento en forma circular, aplanada; para acompañar la
comida, las cuales se hacen con masa de maíz y se cuecen en comal. El maíz se
cuece con cal durante una hora, hasta que se le cae o “suelta” las cascarilla.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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