jueves, 20 de febrero de 2014

MADURO DEBE DE SER IMPLACABLE

El presidente venezolano a pesar de la enorme campaña de desprestigio nacional e internacional en su contra ha demostrado, emulando a Chávez y a otros cabecillas de revoluciones del pasado, cuan magnánimo es con sus feroces enemigos de clase. Esto obedece a que Maduro como otros proponentes del socialismo del siglo XXI, cree que a través de la política de “unidad” entre clases antagónicas se podrá llegar a establecer el socialismo, sin para ello afectar el dominio burgués de la propiedad privada. La historia ofrece ejemplos del fracaso de esta política, y Maduro está cometiendo el mismo error al aliarse con oligarcas, ingenuamente pensando que estos cooperaran con la revolución bolivariana poniendo toda su riqueza al servicio del proyecto revolucionario socialista. Si en verdad el presidente Nicolás Maduro se siente comprometido con la materialización del proyecto socialista venezolano, tiene que empezar a actuar con más determinación, sin temor a la opinión internacional, y darles a sus enemigos donde más les duele. Tiene la autoridad moral, política y legal para proceder contra todos aquellos que procuran su caída y ponerle un hasta aquí a los avances logrados hasta ahora, debe decidirse a hacer uso del poder y actuar con drasticidad contra los criminales y hablar menos. Debe de parar de andar buscando conciliaciones absurdas, de creer que existen derechas democráticas o imperialismos democráticos. El enemigo de clase tiene que ser destruido, aplastado y borrado de la faz de la tierra, si se quiere que las cosas caminen mejor en Venezuela.


LAS REVOLUCIONES DEBEN SER MAGNÁNIMAS EN LA VICTORIA,
PERO IMPLACABLES CON LOS ENEMIGOS DE CLASE RECALCITRANTES


Por Luciano Castro Barillas

Las revoluciones sociales progresistas, democráticas y las socialistas, en primer lugar, son grandes movilizaciones humanas en la búsqueda de los altos ideales de la justicia y su bien más preciado; la equidad.  Una verdadera revolución socialista no es otra cosa  que un impulso civilizador integral, no simple crecimiento. La posibilidad de dar a cada cual según su necesidad y esperar de cada quien según su capacidad. La posibilidad de crear con esa nueva cultura revolucionaria, una nueva civilización revolucionaria. La exacta igualdad será siempre un ideal en la andadura histórica actual y pasarán muchos decenios para que vayan desapareciendo paulatinamente en las sociedades más avanzadas las condiciones antagónicas de clase. Es bastante en un mundo plagado de desigualdad, que al menos  pueda lograrse la existencia de clases en condiciones no antagónicas, como lo ha logrado Cuba, aunque no se sabe hasta cuándo y si sea posible a futuro mantener el avance y la profundización de la revolución socialista. Los motores de la izquierda latinoamericana empezaron a rechinar por falta de aceite en los engranajes o porque las bandas de transmisión entre el poder y el pueblo se están sobando y girando alrededor del discurso conciliatorio, cuasi religioso; tal el caso lo que sucede en Venezuela donde el presidente Maduro, de mentalidad extremadamente sencilla o quizá ingenua, para lo que tiene entre manos; no asume lo que tiene que asumir: resolución en sus actuaciones de poder. Tiene autoridad moral para hacerlo porque es, indudablemente un hombre honrado y coherente, sin embargo tiene un gran defecto, igual al de Chávez, tiende a ser excesivamente magnánimo en la victoria con sus enemigos feroces de clase. Y no se trata tampoco de creer o privilegiar las acciones brutales en el ejercicio del poder, sin embargo, la historia  nos ha enseñado una y otra vez, que cuando el enemigo de clase no es liquidado, no es destruido, éste llega a creer dos cosas: o que se le teme porque su poder sigue siendo todavía importante o que la dirección nacional revolucionaria no está debidamente aglutinada para tomar una acción contundente contra ellos. Eso pasa en Venezuela: Maduro teme aplicar la drasticidad contra los fascistas por la opinión internacional, sin embargo ellos, los enemigos nacionales e internacionales de la Revolución Bolivariana hacen lo que quieren en contra del proyecto social.

Todas las revoluciones excesivamente magnánimas con el enemigo terminan siendo derrotadas. Y tenemos ejemplos bastante inmediatos, por ejemplo, el caso de la Revolución Sandinista y Daniel Ortega. Cuando este llegó al poder tras el triunfo de la revolución dijo algo que recuerdo muy claramente, en el discurso dirigido a los ciudadanos: “La revolución sandinistas es magnánima en la victoria”. El resultado de ese planteamiento ético, humanitario, pero no político; fue el surgimiento de los contras que destruyeron los esfuerzos económicos, sociales y políticos del sandinismo, aliados con el imperialismo; y al final de diez años sacaron del poder, vía Violeta Chamorro, a los sandinistas. ¿De qué sirvió ser magnánimo con los enemigos de clase?  Pues de nada constructivo para el pueblo de Nicaragua y sí de mucho provecho para las clases poseedoras tradicionales nacionales e internacionales, pues recuperaron lo perdido y regresaron muchas cosas como estaban en julio de 1979. La revolución mexicana de 1910 hizo lo mismo, pues siendo varios de sus dirigentes de la clase dominante, principalmente Madero terrateniente y gran burgués, buscó apoyos en quien no debía, incumplió las promesas sociales y políticas y al final, fue ajusticiado en la ciudad de México, a los tres años de haber triunfado la revolución. Ese error está cometiendo Maduro cuando convoca a Gustavo Cisneros, gran magnate de los medios venezolanos. ¿Para que coopere con la Revolución Bolivariana? ¿Se imagina que pondrá sus medios al servicio de la Revolución? ¿Qué espera para proceder con todo el rigor de la ley contra los boicoteadores? Es un presidente legítimamente electo. Tiene la autoridad moral, política y legal para llevar a la cárcel a cuanto pillo, disfrazado de opositor político, se mueve en la vida política venezolana. ¿Y en qué escuela de formación sindical se formó para que maneje equivocados  y disparatados conceptos de “derechas democráticas” o “imperialismos democráticos”?


Debe decidirse a hacer uso del poder, de la drasticidad que ameritan las acciones criminales de los opositores y hablar menos, de andar buscando conciliaciones absurdas, de querer construir con los enemigos paraísos políticos. El enemigo de clase tiene que ser destruido, aplastado, borrado de la faz de la tierra y todo caminará mejor en Venezuela. Pero para eso falta resolución personal y apoyo popular. Si alguna de esas cosas falta, se va camino al desastre. Y si por cristiano no lo ha hecho (no se quita el crucifijo como Chávez), debe tener claro otro asunto, que el diablo nunca aprendió a sumar, solo dividir; y por lo tanto y en cuanto, al demonio debe dársele, sencillamente, leño. Por su condición de cristiano, digo eso. Porque la arrogancia del enemigo de clase les hace imaginar que un señor de origen humilde como Maduro no tiene las agallas de tocarlos. Ojalá estuvieran equivocados en la percepción despectiva que tienen de Maduro y éste se anime a repartiles a sacros y católicos leñazos, porque eso, verdaderamente quieren y días que se los andan buscando.










Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.

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