El presidente venezolano a pesar de la enorme campaña de desprestigio nacional
e internacional en su contra ha demostrado, emulando a Chávez y a otros
cabecillas de revoluciones del pasado, cuan magnánimo es con sus feroces enemigos
de clase. Esto obedece a que Maduro como otros proponentes del socialismo del
siglo XXI, cree que a través de la política de “unidad” entre clases antagónicas
se podrá llegar a establecer el socialismo, sin para ello afectar el dominio burgués
de la propiedad privada. La historia ofrece ejemplos del fracaso de esta política,
y Maduro está cometiendo el mismo error al aliarse con oligarcas, ingenuamente
pensando que estos cooperaran con la revolución bolivariana poniendo toda su
riqueza al servicio del proyecto revolucionario socialista. Si en verdad el
presidente Nicolás Maduro se siente comprometido con la materialización del
proyecto socialista venezolano, tiene que empezar a actuar con más determinación,
sin temor a la opinión internacional, y darles a sus enemigos donde más les
duele. Tiene la autoridad moral, política y legal para proceder contra todos
aquellos que procuran su caída y ponerle un hasta aquí a los avances logrados
hasta ahora, debe decidirse a hacer uso del poder y actuar con drasticidad
contra los criminales y hablar menos. Debe de parar de andar buscando
conciliaciones absurdas, de creer que existen derechas democráticas o
imperialismos democráticos. El enemigo de clase tiene que ser destruido, aplastado
y borrado de la faz de la tierra, si se quiere que las cosas caminen mejor en
Venezuela.
LAS REVOLUCIONES DEBEN SER
MAGNÁNIMAS EN LA VICTORIA,
PERO IMPLACABLES CON LOS
ENEMIGOS DE CLASE RECALCITRANTES
Por Luciano Castro Barillas
Las revoluciones sociales progresistas, democráticas y las socialistas, en
primer lugar, son grandes movilizaciones humanas en la búsqueda de los altos
ideales de la justicia y su bien más preciado; la equidad. Una verdadera revolución socialista no es otra
cosa que un impulso civilizador
integral, no simple crecimiento. La posibilidad de dar a cada cual según su
necesidad y esperar de cada quien según su capacidad. La posibilidad de crear
con esa nueva cultura revolucionaria, una nueva civilización revolucionaria. La
exacta igualdad será siempre un ideal en la andadura histórica actual y pasarán
muchos decenios para que vayan desapareciendo paulatinamente en las sociedades
más avanzadas las condiciones antagónicas de clase. Es bastante en un mundo
plagado de desigualdad, que al menos pueda lograrse la existencia de clases en
condiciones no antagónicas, como lo ha logrado Cuba, aunque no se sabe hasta
cuándo y si sea posible a futuro mantener el avance y la profundización de la
revolución socialista. Los motores de la izquierda latinoamericana empezaron a
rechinar por falta de aceite en los engranajes o porque las bandas de
transmisión entre el poder y el pueblo se están sobando y girando alrededor del
discurso conciliatorio, cuasi religioso; tal el caso lo que sucede en Venezuela
donde el presidente Maduro, de mentalidad extremadamente sencilla o quizá
ingenua, para lo que tiene entre manos; no asume lo que tiene que asumir:
resolución en sus actuaciones de poder. Tiene autoridad moral para hacerlo porque
es, indudablemente un hombre honrado y coherente, sin embargo tiene un gran
defecto, igual al de Chávez, tiende a ser excesivamente magnánimo en la
victoria con sus enemigos feroces de clase. Y no se trata tampoco de creer o
privilegiar las acciones brutales en el ejercicio del poder, sin embargo, la
historia nos ha enseñado una y otra vez,
que cuando el enemigo de clase no es liquidado, no es destruido, éste llega a
creer dos cosas: o que se le teme porque su poder sigue siendo todavía
importante o que la dirección nacional revolucionaria no está debidamente
aglutinada para tomar una acción contundente contra ellos. Eso pasa en
Venezuela: Maduro teme aplicar la drasticidad contra los fascistas por la
opinión internacional, sin embargo ellos, los enemigos nacionales e
internacionales de la Revolución Bolivariana hacen lo que quieren en contra del
proyecto social.
Todas las revoluciones excesivamente magnánimas con el enemigo terminan
siendo derrotadas. Y tenemos ejemplos bastante inmediatos, por ejemplo, el caso
de la Revolución Sandinista y Daniel Ortega. Cuando este llegó al poder tras el
triunfo de la revolución dijo algo que recuerdo muy claramente, en el discurso
dirigido a los ciudadanos: “La revolución sandinistas es magnánima en la
victoria”. El resultado de ese planteamiento ético, humanitario, pero no
político; fue el surgimiento de los contras que destruyeron los esfuerzos
económicos, sociales y políticos del sandinismo, aliados con el imperialismo; y
al final de diez años sacaron del poder, vía Violeta Chamorro, a los
sandinistas. ¿De qué sirvió ser magnánimo con los enemigos de clase? Pues de nada constructivo para el pueblo de
Nicaragua y sí de mucho provecho para las clases poseedoras tradicionales nacionales
e internacionales, pues recuperaron lo perdido y regresaron muchas cosas como
estaban en julio de 1979. La revolución mexicana de 1910 hizo lo mismo, pues
siendo varios de sus dirigentes de la clase dominante, principalmente Madero
terrateniente y gran burgués, buscó apoyos en quien no debía, incumplió las
promesas sociales y políticas y al final, fue ajusticiado en la ciudad de
México, a los tres años de haber triunfado la revolución. Ese error está
cometiendo Maduro cuando convoca a Gustavo Cisneros, gran magnate de los medios
venezolanos. ¿Para que coopere con la Revolución Bolivariana? ¿Se imagina que
pondrá sus medios al servicio de la Revolución? ¿Qué espera para proceder con
todo el rigor de la ley contra los boicoteadores? Es un presidente
legítimamente electo. Tiene la autoridad moral, política y legal para llevar a
la cárcel a cuanto pillo, disfrazado de opositor político, se mueve en la vida
política venezolana. ¿Y en qué escuela de formación sindical se formó para que
maneje equivocados y disparatados
conceptos de “derechas democráticas” o “imperialismos democráticos”?
Debe decidirse a hacer uso del poder, de la drasticidad que ameritan las
acciones criminales de los opositores y hablar menos, de andar buscando
conciliaciones absurdas, de querer construir con los enemigos paraísos
políticos. El enemigo de clase tiene que ser destruido, aplastado, borrado de
la faz de la tierra y todo caminará mejor en Venezuela. Pero para eso falta
resolución personal y apoyo popular. Si alguna de esas cosas falta, se va
camino al desastre. Y si por cristiano no lo ha hecho (no se quita el crucifijo
como Chávez), debe tener claro otro asunto, que el diablo nunca aprendió a
sumar, solo dividir; y por lo tanto y en cuanto, al demonio debe dársele,
sencillamente, leño. Por su condición de cristiano, digo eso. Porque la
arrogancia del enemigo de clase les hace imaginar que un señor de origen
humilde como Maduro no tiene las agallas de tocarlos. Ojalá estuvieran
equivocados en la percepción despectiva que tienen de Maduro y éste se anime a
repartiles a sacros y católicos leñazos, porque eso, verdaderamente quieren y
días que se los andan buscando.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario