El golpe de Estado de Kiev
no debe interpretarse como un hecho aislado sino como un episodio de la
estrategia de la OTAN dentro del antiguo espacio del desaparecido Pacto de
Varsovia. Al situarlo en su contexto, puede verse que los acontecimientos de la
plaza Maidan son un nuevo ejemplo de la estrategia de la tensión.
UCRANIA: POR QUÉ SE HABLA DE
ESTRATEGIA DE LA TENSIÓN
Por Manlio Dinucci
La guerra por el control de Ucrania ha comenzado con una potente PsyOp
(operación de guerra sicológica), en la que se recurre a las armas de
distracción masiva ya utilizadas anteriormente. La televisión nos bombardea con
imágenes de militares rusos que ocupan Crimea, así que no cabe duda de quién es
el agresor.
Pero nos esconden otras imágenes, como la del secretario del Partido
Comunista Ucraniano de Leopoli, Rotislav Vasilko, torturado por los neonazis
que agitan una cruz de madera [1]. Son los mismos individuos que asaltan
sinagogas al grito de «¡Heil Hitler!», resucitando el pogromo de 1941. Son
también los mismos que recibieron durante años financiamiento y entrenamiento a
través de los servicios de inteligencia y las «ONGs» de Estados Unidos y la OTAN.
Lo mismo sucedió en Libia y lo mismo está sucediendo en Siria, donde
recurren a grupos islamistas hasta ahora clasificados como terroristas. Hace 10
años nosotros mismos documentábamos en Il Manifesto [2] cómo financió y
organizó Washington la «revolución naranja» y el ascenso a la presidencia de
Viktor Yuschenko, quien quería meter a Ucrania en la OTAN. Hace 6 años, al
describir la maniobra militar Sea Breeze, realizada en Ucrania bajo el
estandarte de la «Asociación para la Paz», escribíamos que «la “Brisa Marina”
que sopla sobre el Mar Negro anuncia vientos de guerra» [3].
Para entender lo que está sucediendo en Ucrania no basta con detenerse a
mirar el panorama de hoy, hay que ver toda la película.
Es fundamental la secuencia de la expansión de la OTAN hacia el este. En 10
años (de 1999 a 2009), la OTAN abarcó a todos los países del antiguo Pacto de
Varsovia, anteriormente aliados de la URSS, 3 repúblicas ex soviéticas y 2 de
la ex Yugoslavia; y desplazó sus bases y fuerzas militares, incluyendo las que
tenían capacidad nuclear, acercándolas cada vez más a Rusia, y armándolas con
un «escudo» antimisiles –que no constituye un elemento defensivo sino ofensivo.
Todo esto se concretó a pesar de las repetidas advertencias de Moscú, ignoradas
o ridiculizadas como «estereotipos obsoletos de la guerra fría».
Lo que realmente está en juego en esta escalada no es la incorporación de
Ucrania a la Unión Europea sino la anexión de Ucrania por parte de la OTAN.
Esta forma de actuar de Estados Unidos y la OTAN es una verdadera estrategia de
la tensión que, más allá de Europa, busca contrarrestar la creciente influencia
de la potencia que conservó la mayor parte del territorio y los recursos de la
URSS, potencia que ha logrado recuperarse de la crisis económica que enfrentó
al término de la guerra fría, que logró reactivar su política exterior –como lo
demuestra el papel que ha desempeñado en Siria– y que se ha acercado a China
creando así una posible alianza capaz de hacer frente a la superpotencia
estadounidense. A través de esa estrategia se empuja a Rusia, como se hizo en
el pasado con la URSS, hacia una carrera armamentista cada vez más costosa,
para tratar de desgastarla acentuando las dificultades económicas internas que
afectan a la mayoría de la población, tratando de arrinconarla para llevarla a
reaccionar en el plano militar y aislarla así de las «grandes democracias», lo
cual explica la actual amenaza de excluirla del G8.
La representante de Estados Unidos ante la ONU, Samantha Power, campeona de
una «responsabilidad de proteger» que Estados Unidos parece ostentar por
derecho divino, ha solicitado el envío a Ucrania de observadores de la OSCE
(Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa).
Se recurre así nuevamente a los mismos observadores que, bajo la dirección
de William Walker –quien dirigió también los servicios secretos estadounidenses
en Salvador– sirvieron de pantalla a la CIA en Kosovo, proporcionando al UCK
[4] instrucciones y teléfonos satelitales con vista a la guerra que la OTAN estaba
a punto de desatar. Durante 78 días, y despegando principalmente de bases
aéreas italianas, 1 100 aviones de guerra realizaron 38 000 misiones aéreas en
las que utilizaron 23 000 bombas y misiles.
Esa guerra se terminó con los acuerdos de Kumanovo, que preveían un Kosovo
ampliamente autónomo, con una guarnición de la OTAN, pero que habría de
mantenerse bajo la soberanía de Belgrado. Acuerdos que fueron simple y
llanamente desechados en 2008 con la independencia autoproclamada de Kosovo,
rápidamente reconocida por la OTAN a pesar de las divergencias que ello ha
provocado en el seno mismo de la Unión Europea, donde España, Grecia,
Eslovaquia, Rumania y Chipre aún se niegan hoy en día a reconocer esa
independencia.
Esa es la OTAN que, en este momento y por boca de Rasmussen, acusa a Rusia
de violar en Ucrania el derecho internacional.
Fuente: Il Manifesto (Italia)
Traducido al español por la Red Voltaire a
partir de la versión al francés de Marie-Ange Patrizio
[2] «Ukraine, le dollar va aux élections», por Manlio Dinucci, Il Manifesto,
2004.
[4] El UCK o Ejército de Liberación de Kosovo, está catalogado como
organización terrorista por el Memorial Insitute for the Prevention of
Terrorism (MIPT) basado en Oklahoma City, Estados Unidos.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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