lunes, 26 de mayo de 2014

Tres meses y contando

Es de cínicos proponer o urgir, y de ilusos esperar, que en el máximo plazo de tres meses los trogloditas republicanos de la cámara de representantes aprueben una reforma migratoria cuando desde un inicio y después de ser aprobado  el proyecto en el senado, hace ya casi un año, se negaron a hacerlo.


TRES MESES Y CONTANDO


Para el presidente Obama la cuestión de la reforma migratoria es desde hace rato un asunto concluido, no habrá legalización, o “amnistía para criminales” como prefieren calificarla los republicanos. En una de sus ultima intervenciones públicas el presidente ha dicho quedan entre 2 ó 3 meses para que los republicanos de la cámara se pongan serios y trabajen aceleradamente en la aprobación del proyecto de reforma migratoria, antes del inicio de la campaña electoral del medio término en noviembre 4 del 2014. Pero aparte de exhortar a los republicanos, que por razones políticas o debido a sus sentimientos totalmente antiinmigrantes, no quieren prácticamente saber nada del asunto, el presidente Obama ante unos 40 oficiales de policía reunidos en la Casa Blanca también dijo que los simpatizantes del proyecto de reforma tenían una ventana de tiempo muy “estrecha”, para lograr que se hiciera algo sustancial en el congreso, antes de que la campaña electoral entrara en su fase más acelerada.

Por otra parte y de acuerdo al USA Today, el presidente proyectó el tema de la inmigración como un asunto de aplicación de la ley, al indicar ante los oficiales de policía invitados que un renovado sistema de inmigración sería muy bueno para la aplicación de la ley pues les facilitaría a los oficiales detener a los “criminales” que  intentan cruzar la frontera o explotar a una vulnerable fuerza de trabajo. Según el citado diario, el presidente dijo que “el estatus quo dificulta que nuestras agencias encargadas de la ley y el orden hagan su trabajo”.

Aquí no hay ninguna sorpresa, está claro que para el “deportador en jefe” la inmigración es una cuestión que debe manejarse de acuerdo a un criterio legal que criminaliza primero -perfil racial-  y luego detiene y expulsa a aquellos extranjeros considerados en su totalidad como criminales  o aliens, ilegales, extraños y peligrosos sujetos que representan una amenaza para el “american way of life”.  Quizás ahora que se está cerrando la ventana -o ya estaba cerrada desde antes- estemos presenciando el verdadero rostro de la política migratoria de Obama; no de razones humanitarias, de sacar de la oscuridad a los oscuros de siempre, sino de la aplicación de la ley –Secure Communities.

Es de cínicos proponer o urgir, y de ilusos esperar, que en el máximo plazo de tres meses los trogloditas republicanos de la cámara de representantes aprueben una reforma migratoria cuando desde un inicio y después de ser aprobado  el proyecto en el senado, hace ya casi un año, se negaron a hacerlo. Raya en el descaro proponer que en tan corto tiempo los republicanos tengan tiempo de estudiar y discutir un mamotreto de 1,600 páginas que al parecer nadie ha leído y, de repente como por arte de magia, se pongan de acuerdo entre ellos y con Obama y se dediquen a trabajar frenéticamente, con las elecciones y el total dominio del congreso en sus cabezas, para aprobar en el último minuto la tan anhelada reforma migratoria integral; francamente esto suena ridículamente irrisorio. Como también suena irrisorio y es una desfachatez, que Obama haya dicho recientemente que la reforma puede ser aprobada si los demócratas obtienen una victoria contundente en las elecciones de noviembre, cuando se da por seguro que seran barridos por los republicanos.

Todo lo sucedido durante y después de la publicitada campaña por la reforma migratoria iniciada por Obama al comienzo de su segundo mandato, no fue más que un puro circo político montado por los demócratas. Para el hombre de la elevada y engañosa retorica era necesario, como recompensa por el apoyo recibido, crear entre sus partidarios liberales y entre la comunidad latina sobre todo, la ilusión de que estaba cumpliendo con una promesa hecha en el apremio de la campaña electoral. Una promesa que como tantas otras no han pasado de ser eso, promesas nada más.

Obama en más de una ocasión ha criticado a los cínicos, aquellos que desde antes de su llegada a la presidencia no creían en su discurso de cambiar la forma de hacer política y terminar con décadas de divisionismo y paralización en Washington que él argumentaba, eran la razón por la que se tenían los mismos problemas y se escuchan las mismas promesas cada cuatro años. Pero los cínicos tenían razón y Obama no los ha defraudado. Irónicamente aquella frase alucinante del cambio en el que podemos creer bajo su gobierno ha resultado, en la misma paralización y falsas promesas que el criticaba como síntomas de la ineficiencia de Washington, solo que esta vez son parte de su repertorio

En el tema de la inmigración indocumentada y de la reforma migratoria propiamente hablando, Obama no ha actuado con sinceridad, él cínicamente las ha priorizado como una maniobra para mantener apaciguados a los votantes latinos. Su enfoque ha sido más en hacer cumplir las leyes migratorias sobre todo en lo que se refiere al control fronterizo, la detención y deportación  de indocumentados.

Hablando a este respecto un ex funcionario del gobierno de Obama que trabajó en el Departamento de Seguridad Nacional durante los primeros años de su presidencia, no pudo ser más enfático a cerca de las intenciones del gobierno de Obama, al declarar  que “hubiese sido mejor para la administración dejar en claro sus intenciones de hacer cumplir la ley y respaldarlas con firmeza, en lugar de voluntariamente adoptar cualquier posición que políticamente pareciera conveniente  en un momento dado”. Aquí vale la pena destacar la suspensión temporal de las deportaciones para jóvenes del Dream Act, precisamente en la víspera de su reelección que dejó muy en claro las contradicciones de la política migratoria de Obama, pues en varias ocasiones había dicho que no podía suspender las deportaciones de manera unilateral.

Obama siempre ha dicho que los EE.UU es un país de leyes y que él debe cumplirlas. Ha mencionado que las deportaciones están enfocadas en los criminales, pandilleros, expendedores de drogas y terroristas,  pero bajo su gobierno es a los inmigrantes indocumentados a quienes se ha deportado en números record.

A estas alturas está claro que el asunto de la reforma migratoria nunca formó parte de la agenda de Obama. Cuando se aproximaba el final de su primer año de gobierno se hizo patente que en sus planes para el segundo año y en los subsiguientes, el asunto de la inmigración no estaba incluido, sin embargo, descaradamente continuó con sus promesas a la población latina de encontrar formas de aliviar las penurias de los inmigrantes indocumentados, cuando en realidad lo que sucedía era el incremento de las deportaciones.  No hubo un esfuerzo serio por parte de su gobierno en encontrarle una solución a un problema de carácter humanitario que por virtud de las fuerzas políticas y económicas que se benefician del actual estatus quo se ha convertido en una cuestión que probablemente nunca sea solucionada, no porque sea complicado legalizar a millones de trabajadores indocumentados, sino porque el actual estado de cosas es preferible en términos económicos y políticos.

Los inmigrantes indocumentados, aunque se propague lo contrario, son una poderosa fuerza económica que como mano de obra barata y como consumidores son generadores de enormes beneficios para la economía nacional, pero resulta mejor tenerlos en condición de ilegalidad, deportables -decenas de miles seran deportados cada año al tiempo que otros tantos ingresaran ilegalmente renovando constantemente el ejército de mano de obra barata desechable- expuestos a la explotación y excluidos de cualquier beneficio laboral, que otorgarles un mínimo de estabilidad  a su actual condición de ilegalidad. Los políticos tanto republicanos como demócratas, en un país en constante campaña electoral, siempre tendrán en la inmigración indocumentada  una poderosa herramienta con la cual jugar, unas veces para instigar el sentimiento antiinmigrante y xenofobia entre sus partidarios y otras para ganar votos con falsos discursos pro inmigrantes como ya lo ha demostrado el propio presidente Obama.

Ahora que prácticamente se ha cerrado toda posibilidad de legalizar la situación migratoria de millones de indocumentados, vale la pena reflexionar un poco a cerca del papel desempeñado por el llamado liderazgo latino y las organizaciones pro inmigrantes, ambos aliados del partido Demócrata, en la cuestión del proyecto de reforma migratoria.

Por mucho tiempo fueron testigos de las maquinaciones presidenciales por mantener altos porcentajes de favorabilidad entre la población hispana, una y otra vez durante las celebraciones del Mes de la Herencia Hispana el presidente les repetía la misma cantaleta de que él estaba interesado en la aprobación de la reforma migratoria, mientras que por otro lado incrementaba drásticamente el número de deportados. Cada vez que se le increpaba su inhabilidad para detener las deportaciones contestaba con su respuesta habitual de “no puedo hacer nada a cerca de eso” o “la culpa es de  los republicanos”. Repetidas veces el presidente dijo que no podía actuar unilateralmente para legalizar a los indocumentados actualmente en el país y luego repentinamente, en la víspera de su reelección, dio un giro total y les otorgó un alivio temporal contra las deportaciones a los jóvenes elegibles bajo el DREAM Act y quienes, casualmente hicieron campaña a favor del partido Demócrata. Sin embargo, los líderes hispanos incluso con todo este despliegue de cinismo por parte del presidente fueron incapaces de percibir, o prefirieron conscientemente ignorarlo, de que no eran tomados en serio y que únicamente estaban siendo utilizados como piezas manipulables en el juego electoralistas de los demócratas y del presidente Obama.  

Ciertamente el histórico número de deportados y el fracaso de la reforma migratoria no seran parte del legado de Obama. Será, sin embargo, el sentimiento de engaño que perdurara entre sus más ardientes partidarios hispanos que tarde comprendieron que durante todo ese tiempo fueron engatusados por el presidente en uno de los temas que toca al corazón de su dignidad. Quizás en un futuro no lejano y con toda esta desastrosa experiencia a cuestas la comunidad latina al fin lograra hacer valer su verdadero peso político con programas y líderes auténticos y organizaciones auténticamente democráticas que en verdad representen sus intereses y que no se presten o se hagan cómplices del juego y el engaño  de los dos partidos tradicionales, que únicamente ven a la comunidad latina en términos de votos, no de personas reales, con necesidades y aspiraciones reales.







Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.

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