lunes, 18 de enero de 2016

Obama: Mi Lucha

En su último discurso sobre el Estado de la Unión, el presidente Obama hizo un vigoroso panegírico a favor de su país, en todos los aspectos el mejor «sobre la Tierra» (sic). Por desgracia, su suntuosa oratoria no estaba basada en argumentos convincentes. El resultado fue que su arte oratorio no logró disimular la realidad sobre la decadencia estadounidense, de manera que sus adversarios republicanos la han convertido en su tema de campaña.


OBAMA: MI LUCHA


Por Thierry Meyssan


El último discurso sobre el Estado de la Unión, pronunciado por el presidente Obama el 13 de enero de 2016, estaba ante todo destinado a escribir la historia del propio presidente en el imaginario colectivo de sus compatriotas [1]. Con excepción de algunas alusiones al peligro que representan las estruendosas declaraciones del aspirante a la candidatura republicana Donald Trump, el discurso fue un largo panegírico a la supremacía de su país y terminó con una propuesta de reforma de la vida política estadounidense, reforma tan necesaria como inaplicable.

«La economía más fuerte del mundo»

Barack Obama comenzó afirmando que:

«Los Estados Unidos de América de hoy tienen la economía más fuerte y más duradera del mundo» [2].

Lo que no dijo fue que, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), Estados Unidos tiene efectivamente el mayor Producto Interno Bruto (PIB) nominal pero sólo llega en segundo lugar si se considera el PIB con respecto al poder adquisitivo, o sea si se deja de contar en dólares y se compara lo que es comparable. De hecho, Estados Unidos ya no es la primera potencia económica del mundo: ahora es China.

Aunque negó esa realidad, el presidente reconoció que queda mucho por hacer en materia de repartición de la riqueza. En el informe que publica cada 3 años, dado a conocer en septiembre pasado, la Reserva Federal –o sea, el consorcio de bancos privados que se encarga de administrar el dólar estadounidense– observa que el ingreso medio ha descendido en un 5%. En otras palabras, si bien los súper ricos son cada vez más ricos, los estadounidenses lo son cada vez menos. Las desigualdades han llegado a tal extremo que un 3% de la población posee más de la mitad del patrimonio estadounidense, un 7% posee la cuarta parte siguiente y el 90% posee solamente la cuarta parte restante de dicho patrimonio. Como resultado de la crisis financiera de 2008-2009, ese 90% de la población estadounidense ha vuelto a lo que poseía en 1986. Pero en ese mismo periodo, los chinos han multiplicado varias veces su patrimonio.

Tratando de mostrar la excelente salud de la industria estadounidense, el presidente Obama subrayó que 2015 ha sido el mejor año de la industria automovilística. Sin entrar a mencionar el hecho que todavía no se saben las cifras exactas, habría que señalar que el primer productor mundial no es estadounidense sino japonés. Tanto en cantidad de automóviles vendidos, pero sobre todo en términos de volumen de negocios y de ganancias, Toyota se lleva ampliamente el primer lugar. En realidad, la parte fundamental de los ingresos de Estados Unidos no provienen de lo que ese país produce sino de los derechos de autor sobre las licencias que ha comprado. Se trata, por consiguiente, de ingresos que todo el mundo ve como legítimos, según la visión actual de la Organización Mundial del Comercio (OMC), pero que no existían antes de ella y que mañana pudieran dejar de existir.

Aunque se hizo eco de varios argumentos del movimiento Occupy Wall Street, el presidente Obama no anunció ninguna medida destinada a corregir esas desigualdades, sino diversas ayudas que sólo aportarán algún alivio a algunas heridas. Y después cambió bruscamente de tema para recordar su plan de investigación contra el cáncer y su respaldo a la Conferencia de la ONU «sobre el clima».

Después de «refutar» así a los teóricos de la decadencia económica estadounidense, el presidente Obama llegó a lo que fue su tema central: la supremacía militar de Estados Unidos sobre el resto del mundo. Si no me equivoco, los últimos jefes de Estados o de gobierno que recurrieron a ese argumento fueron Adolf Hitler e Hideki Tojo.

El ejército «más poderoso de la Tierra»

«A ustedes les han dicho que nuestros enemigos se están haciendo más fuertes y América [léase Estados Unidos] más débil. Déjenme decirles algo. Los Estados Unidos de América son la nación más poderosa de la Tierra. Punto final. (Aplausos) Nadie se le acerca. Nadie se le acerca. (Aplausos) Nadie se le acerca. Gastamos más dinero para nuestros militares que los 8 países siguientes juntos. Nuestras tropas forman la más bella fuerza de combate en la Historia del mundo. (Aplausos) Ninguna nación se atreve a atacarnos directamente, o a atacar a nuestros aliados porque saben que ese camino las llevaría a la ruina. Investigaciones demuestran que nuestra posición en el mundo es más elevada que cuando yo fui electo para este cargo y cuando se trata cualquier cuestión internacional importante, la gente no mira hacia Pekín o hacia Moscú para dirigirla. Nos llaman a nosotros. (Aplausos) [3]»

- Primera observación: Este laureado con el Premio Nobel de la Paz no trata de resaltar el hecho que su ejército sería capaz de defender su propio país sino que supuestamente es tan superior a los demás que todo el mundo se vuelve hacia Washington. Dicho de otra manera, admite que la autoridad de su país no proviene de sus capacidades sino únicamente del miedo que inspira.

- Segunda observación: Obama mide su propio «liderazgo» en función de que, según investigaciones a cuyos autores no menciona, la posición de su país en el mundo es más elevada que cuando él fue electo. Pero ese argumento no permite evaluar la autoridad natural de Estados Unidos sino su dominación sobre los demás. El objetivo para Washington no es la vida, la libertad ni la búsqueda de la felicidad, como dice su Declaración de Independencia sino alcanzar la superioridad sobre los demás. Es por eso que, en su célebre informe de 1991 sobre los objetivos estratégicos de Estados Unidos en un mundo sin la Unión Soviética, Paul Wolfowitz planeaba conservar la superioridad alcanzada en aquel momento debilitando a sus propios aliados, fundamentalmente a la Unión Europea, aunque ello implicara debilitar en algo a los propios Estados Unidos. De hecho, hoy en día, el papel de las fuerzas armadas de Estados Unidos no es defender los intereses del pueblo estadounidense sino impedir que los demás pueblos se desarrollen más rápido que Estados Unidos. Esto se ve claramente en el Medio Oriente, pero es lo mismo para el resto del mundo.

- Tercera observación: Como la mayoría de sus conciudadanos, Barack Obama piensa que todo se compra sólo con dinero. Un poco antes había declarado que la inversión financiera pública en la investigación contra el cáncer permitirá vencer esa enfermedad, como si la inteligencia de los científicos pudiera nacer gracias a los dólares. En cuanto a sus fuerzas armadas, Obama afirma que su presupuesto, sin equivalente en el resto del mundo, las convierte en las más poderosas. Y con esa afirmación, Obama se convierte en el primer comandante en jefe en afirmar que el valor y el coraje de sus soldados es una simple cuestión de dólares. Desde los tiempos de las Guerras Médicas, donde unos cuantos griegos derrotaron los ejércitos 10 o 20 veces superiores en cantidad de hombres y en material de los emperadores Darío y Jerjes, hasta la más reciente lucha entre el ejército de Israel –el más sofisticado del mundo, respaldado además con la logística estadounidense, la más poderosa del mundo– y los decididos combatientes de la Resistencia libanesa, encabezada por el Hezbollah y respaldada por Siria e Irán, todo el mundo sabe que la voluntad y el coraje de los hombres pueden imponerse ante los presupuestos más astronómicos.

- Cuarta observación: La alusión a Rusia y China no logra esconder el despecho estadounidense ante las industrias militares de esos dos países. Cualquiera puede comprobar que, en Kaliningrado, en el Mar Negro y en Siria, la tecnología rusa ha puesto en crisis a las fuerzas de la OTAN. Ya no queda duda alguna de que, en una guerra convencional con la OTAN, Rusia rápidamente se llevaría la victoria. El debilitamiento de la industria estadounidense es particularmente visible en el campo de la aeronáutica. Hace 20 años que el Pentágono viene prometiendo a sus aliados la fabricación del F-35, un avión de guerra multipropósito capaz de reemplazar todos los aviones militares actuales. Sin embargo, no sólo Estados Unidos sigue estando aún lejos de iniciar la fabricación del F-35 sino que, mientras los ingenieros estadounidenses rediseñan ese proyecto de avión por enésima vez, Rusia ya está produciendo el Sukhoi-35, un avión de combate dotado de una agilidad nunca vista, y China ha iniciado la fabricación del Chengdu J-10B, un avión más furtivo que cualquier otro existente hasta ahora. Estados Unidos dispone ciertamente de una capacidad de producción sin igual, pero su material de guerra convencional ya es ampliamente obsoleto y sólo impresiona a los Estados pequeños.

Después de lanzar tales fanfarronerías y bravatas, el presidente Obama pasó a denunciar el peligro que representa el terrorismo y afirmó que está luchando simultáneamente contra al-Qaeda y el Emirato Islámico. Y, para demostrar la implicación estadounidense a quienes expresan sorpresa ante la evidente ineficacia de la coalición contra el Emirato Islámico encabezada por Estados Unidos, Obama declaró:

«Si dudan ustedes de la implicación de América [léase Estados Unidos] o del mío propio, en cuanto a lograr que se haga justicia, pregúntenle a Osama ben Laden. (Aplausos) […] Si usted se mete con los americanos [léase, los estadounidenses], nosotros arremetemos contra usted. (Aplausos). Eso puede llevar tiempo, pero tenemos buena memoria y no hay nada fuera de nuestro alcance. (Aplausos) » [4].

Este argumento puede convencer únicamente a quienes todavía crean que los Navy Seals liquidaron a Osama ben Laden en Pakistán, en 2011. Pero no hay mucha gente convencida de eso.

Los demás no valen nada

Al abordar el equilibrio mundial de este momento, el presidente Obama afirmó:

«El Medio Oriente está pasando por una transformación que, dado el enraizamiento de conflictos milenarios, durará una generación. Dificultades económicas se abaten sobre una economía china en transición. A pesar de la severa contracción de su economía, Rusia utiliza sus recursos para sostener a Ucrania y Siria, Estados-clientes que estaban saliéndose su órbita. Y al sistema internacional que construimos después de la Segunda Guerra Mundial se le está haciendo difícil seguir el ritmo de esta nueva realidad.» [5].

Nadie sabría decir cuáles son esos «conflictos milenarios» que sacuden el Medio Oriente. La realidad es que, desde los tiempos de Jimmy Carter, Washington ha hecho todo lo posible por sabotear a los Estados que se desarrollan, recurriendo para ello a los Estados que se regodean en su propia ignorancia, como Arabia Saudita. Pero esa fórmula retórica le permite justificar el caos actual y posponer la solución del problema hasta la próxima generación.

Es cierto que la economía china está en plena transición. Pero, lo mismo sucede con la economía de Estados Unidos, que está deslizándose del crecimiento hacia la depresión. El actual descenso de las bolsas chinas no refleja la realidad económica. En primer lugar porque las principales empresas chinas son públicas o se cotizan en las bolsas occidentales y también porque ese descenso tiene que ver con la guerra entre el yuan chino y el yen japonés. La devaluación del yen, planificada por el primer ministro japonés Shinzo Abe está empujando a China a devaluar su propia moneda.

La contracción de la economía rusa, por su parte, no es resultado de debilidades intrínsecas sino consecuencia del embargo occidental, embargo que obliga a Moscú a desarrollarse hacia el este, lo cual quería hacer desde hace tiempo. Por otro lado, es ridículo afirmar que Ucrania y Siria eran Estados-clientes de Rusia. Sin ser anti-ruso, el gobierno de Viktor Yanukovich no era pro-ruso. En cuanto a Siria, desde el derrumbe de la URSS, Siria había interrumpido la mayor parte de sus relaciones con Moscú, y no había logrado reactivarlas en 2007. Al recurrir a tales mentiras, Obama está tratando de disimular una derrota: es una manera de afirmar que no importa que Crimea ahora sea rusa y que Siria se haya hecho pro-rusa porque siempre lo fueron.

Finalmente, después de haber afirmado que los demás Estados no valen gran cosa comparados con Estados Unidos, el presidente Obama deploró que la ONU esté teniendo dificultades para adaptarse, sin precisar a qué tendría que adaptarse. Seguramente estaba refiriéndose al hecho que, bajo la dirección del surcoreano Ban Ki-moon y del estadounidense Jeffrey Feltman, la ONU no sólo ha dejado de actuar a favor de la paz sino que incluso está organizando la guerra, como ha podido verse desde 2012 en el caso de Siria. Por consiguiente, numerosos Estados están tratando de fundar instituciones alternativas. Los BRICS ya han creado un sistema bancario alternativo, al margen del FMI y del Banco Mundial. Una tras otra, todas las instituciones que Washington fundó van a tener que enfrentar la competencia de otras nuevas, de las que Washington se verá excluido.

Para terminar su discurso, Barack Obama llamó a realizar una reforma del sistema parlamentario estadounidense, que debería liberar al Congreso de la influencia de cabilderos y grupos de presión. Se trata de un tema popular en un país donde sólo un 3% de la población se estima democráticamente representado en el Congreso. Pero es evidente que el presidente no hará nada por concretar ese piadoso deseo. Lo dijo solamente para convencer a sus conciudadanos de que todavía pueden confiar en su régimen.


Menos de la mitad de los congresistas aplaudieron su discurso.






Publicado por La Cuna del Sol
USA.

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