Cada vez que el Ejército Árabe Sirio inflige una derrota a los yihadistas,
nuevos combatientes llegan por miles al suelo sirio. Ya nadie puede negar que
Siria está enfrentando una guerra alimentada desde el exterior y que esa guerra
durará mientras se mantengan los envíos de carne de cañón proveniente del
extranjero. También es necesario entender las razones externas que determinan
la continuación de esta guerra. Sólo entonces será posible elaborar una
estrategia para salvar vidas.
SIRIA, CÓMO LIMITAR LA
GUERRA
Por Thierry Meyssan
La antigua «ruta de la seda» vinculaba Irán con la costa siria, a través de
Irak y pasando por Palmira. Es geográficamente imposible abrir otras grandes
vías de comunicación a través del desierto. Es por eso que Palmira se ha
convertido en un elemento clave de la guerra en Siria. Estuvo un año bajo el
control del Emirato Islámico pero el Ejército Árabe Sirio logró liberarla y
ahora acaban de realizarse allí dos conciertos, que fueron transmitidos por
televisión en Siria y en Rusia, para celebrar así la victoria sobre el
terrorismo.
Hace más de 5 años que Siria está en guerra. Los que apoyaban este
conflicto explicaban al principio que era la prolongación de las «primaveras
árabes». Pero ya nadie se atreve hoy a sostener tal cosa, simplemente porque
los gobiernos surgidas de aquellas «primaveras» ya fueron derrocados. Lejos de
ser resultado de una aspiración democrática, aquellos acontecimientos no eran
más que una táctica destinada a liquidar regímenes laicos para favorecer el
ascenso de la Hermandad Musulmana al poder.
Ahora dicen que otras fuerzas se apoderaron de la «primavera» siria o que
la «revolución» –que en realidad nunca existió– fue devorada por verdaderos
yihadistas.
Como bien ha señalado el presidente ruso Vladimir Putin, el comportamiento
de los occidentales y de los países del Golfo es, de entrada, incoherente. En
el campo de batalla resulta imposible combatir al mismo tiempo contra los
yihadistas y contra la República Árabe Siria y afirmar que se toma partido por
un tercer bando. Lo interesante es que los occidentales y las monarquías del
Golfo no escogen públicamente su bando, favoreciendo con ello la continuación
de la guerra.
La realidad es que esta guerra no tiene causas internas. Es resultado de un
contexto que ni siquiera es regional sino global. Cuando el Congreso de Estados
Unidos decretó el inicio del conflicto, al votar la Syrian Accountability Act,
en 2003, el objetivo del entonces vicepresidente estadounidense Dick Cheney era
apoderarse de las gigantescas reservas de gas de Siria. Hoy sabemos que el
«pico petrolero» no marca el fin del petróleo y que Washington explotará pronto
otros tipos de hidrocarburos en el golfo de México. Eso implica que el objetivo
estratégico ha cambiado. Ahora lo que busca es contener el desarrollo económico
de China y Rusia obligándolas a comerciar únicamente única y exclusivamente a
través de las vías marítimas que se hallan bajo el control de los portaviones
estadounidenses.
Desde su llegada al poder, en 2012, el presidente Xi Jinping anunció la
intención china de liberarse de esa limitación y de construir dos rutas
comerciales continentales hacia la Unión Europea. La primera sigue la antigua
ruta de la seda y la segunda pasa por Rusia para llegar hasta Alemania.
Inmediatamente después surgieron dos conflictos: en primera, la guerra contra
Siria dejó de tener como objetivo el cambio de régimen sino sembrar el caos, y
al mismo tiempo ese mismo caos se instalaba sin razón aparente en Ucrania.
Después, Bielorrusia se acercó a Turquía y Estados Unidos, extendiendo así
hacia el norte la división de Europa en dos. De esa manera, dos conflictos sin
solución a la vista cortan actualmente las dos rutas.
La buena noticia es que nadie podrá negociar una victoria en Ucrania a
cambio de una derrota en Siria porque las dos guerras tienen el mismo objetivo.
La mala noticia es que el caos continuará en ambos frentes mientras Rusia y
China no logren construir otro eje de comunicación.
Por consiguiente, no hay nada que esperar de una negociación con gente
pagada para prolongar el conflicto. Sería mejor ser pragmáticos y aceptar la
idea de que esas guerras no son más que el recurso que Washington utiliza para
cortar las rutas de la seda. Sólo entonces será posible desenredar la trama
conformada por los numerosos intereses en juego y estabilizar todas las zonas
habitadas.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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