Solo faltan algunos pequeños
ajustes para que el motor dictatorial funcione a pleno
VIAJE DE IDA. ARGENTINA: LA
INSTALACIÓN
DE LA DICTADURA MAFIOSA
Por Jorge Beinstein
Una reducida camarilla mafiosa a cuya cabeza se encuentra Maurizio Macrì,
dispone de la suma del poder público a lo que se agregan los poderes mediático
y económico.
Quedan unos pocos residuos fácilmente controlables que tal vez sobrevivan
algo más y que servirán mientras existan para que el súperpoder muestre la
existencia de pluralismo. Algunos diputados y senadores exhibirán sus figuras
opositoras aunque ambas cámaras ya estaban bajo control en los temas
fundamentales y lo estarán mucho más en el futuro. Aún queda alguno que otro
juez marginal relativamente independiente pero pero altamente vulnerable ante
una reprimenda del Poder.
Podemos distinguir una suerte de “primera etapa” de la tragedia donde la
manipulación mediática-judicial ocupa todavía el centro de la escena, fue la
que impuso una original forma de golpe blando en 2015 permitiendo el
encumbramiento de la mafia bajo un disfraz democrático, apabullando a
dirigentes sindicales y políticos opositores y opoficialistas y encandilando a
un amplio espectro social cuyo núcleo duro neofascista fue mantenido en
permanente estado de excitación reaccionaria. Pero esa etapa, con sus periodistas
mercenarios y las caras sonrientes del presidente y sus ministros irá perdiendo
eficacia en el futuro a medida que la concentración de ingresos avance un poco
más y que los saqueos tarifarios y otros resulten insoportables para grandes
masas de la población. Es por eso que antes de que dicha etapa cumpla su ciclo
va despuntando la segunda fase con gendarmes convertidos en policía militar y
fraude electoral (voto electrónico manipulado mediante). Dentro de no mucho
tiempo presenciaremos el despliegue total: mediático, represivo e institucional
de un régimen novedoso para los argentinos en cuya memoria se encuentra una
siniestra serie de dictaduras militares sin la presencia de dictadura civiles y
mucho menos de despotismos mafiosos.
Para entender lo que está pasando tendríamos que observar en primer lugar
la mutación (la degradación profunda) de nuestra élite dirigente convertida en
lumpenburguesía. No se trata de un fenómeno reciente, local e inesperado. El
mismo se viene desarrollando de manera visible desde la última dictadura
militar, cuando los Macri, por ejemplo (y no solo ellos), dieron un enorme
salto en sus negocios y se convirtieron en un clan miembro del reducido club de
los súper-ricos. Siguió avanzando durante la postdictadura aprovechando las
limitaciones, debilidades y corrupciones de una democracia funcional a sus
intereses.
En segundo término es necesario constatar que no nos encontramos ante un
hecho raro del panorama global sino de la expresión argentina, subdesarrollada,
de un proceso de financierización generalizada del sistema mundial, forma
dominante de un espacio donde pululan políticos y tecnócratas corruptos y
elitistas, militares y mercenarios nihilistas y demás protagonistas de una
civilización decadente.
Menem representó la adaptación de Argentina a la victoria de los Estados
Unidos contra la URSS, entonces emergía una superpotencia que prometía un
dominio total y prolongado del planeta y cuyo discurso neoliberal aseguraba
prosperidad para todos gracias al libre mercado. Como sabemos eso no fue más
que una ilusión que poco tiempo después demostró su falsedad, las emergencias
de China y Rusia señalaron la irrupción de la multipolaridad y en América
Latina quienes no se doblegaban ante el Imperio sobrevivieron (como Cuba) y generaron
un ciclo progresista. La apuesta menemista era infame y cipaya pero expresaba
un cierto realismo oportunista por supuesto muy primitivo.
La aventura macrista no se apoya en un mito global medianamente creíble,
tampoco promete prosperidad ni libertad. Su ascenso reúne odios clasistas
combinados con brotes de racismo y empecinamiento conservador, sus referentes
globales-occidentales, los Estados Unidos y la Unión Europea, muestran
cotidianamente su declinación económica y sus deterioros institucionales. Pero
al igual que en el caso del menemismo exhibe la extrema fragilidad de su
trayectoria económica, el festival de deudas públicas, el agigantamiento del
déficit comercial y la reducción del mercado interno (golpeado por ajustes,
sobreprecios internos, despidos y retrasos salariales) señalan la ruta hacia
una segura crisis mucho más demoledora que la de 2001.
Pero lo peor que podríamos hacer sería caer en el reduccionismo económico y
creer que el desastre financiero futuro marcará el fin de la dictadura. Sus
jefes en los dos últimos años sin dejar de hacer muy buenos negocios manejaron
las cosas priorizando sus objetivos políticos más allá de una que otra
desprolijidad, avanzando paso a paso en la instalación del régimen dictatorial.
Ahora ya asegurados del control completo del Estado apretarán el acelerador
económico, introducirán diversas formas de superexplotación laboral, desatarán
saqueos y ajustes desplegando junto a sus aparatos mediático y judicial una
densa estructura represiva buscando así aplastar protestas en curso y
potenciales puebladas cuando la crisis económica se haga presente.
Claro que la crisis económica y social golpeará a la mafia, la
desestabilizará, y que las bases populares serán impulsadas hacia la protesta a
gran escala (incluidos los sectores clasmedieros y bajos actualmente drogados
por el chupete electrónico) y que ello debería colocarlas frente a frente. Pero
con esas reflexiones ya estamos ingresando en el mundo de los escenarios
futuros posibles, para poder construirlos deberíamos prepararnos desde ahora.
Es lo que están haciendo Macrì y su banda, saben que su éxito se apoya en la
degradación integral de la sociedad argentina, en su fragmentación económica
extrema asociada a la extinción de identidades populares solidarias, al
predominio de la estupidez mediática, proceso de embrutecimiento que bloquearía
toda posibilidad de insubordinación masiva. Tal vez eso no sea más que una
utopía fascista, el abuelo de Maurizio: Giorgio Macri, fue un notorio mafioso
calabrés beneficiario y colaborador del régimen de Benito Mussolini, su carrera
italiana concluyó mal y terminada la Segunda Guerra Mundial tuvo que emigrar,
desgraciadamente hacia la Argentina. Su nieto ahora embarcado en una aventura
tanática puede llegar a tener (si el pueblo argentino lo decide) un destino
parecido... o algo peor.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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