Es común al leer los despachos noticiosos que
tienen que ver con Guatemala y que se publican en la prensa norteamericana
(impresa y electrónica). Encontrar como primera referencia los altos niveles de
violencia existentes en el país. Es sobre todo la violencia que generan las
pandillas juveniles como también la del crimen organizado (narcotráfico) la que
acapara toda la atención. Y es precisamente dentro del contexto de la
violencia, a la que se ubica o se quiere reducir como prioridad número uno al
gobierno de Otto Pérez Molina. Es innegable que los niveles de violencia en
Guatemala son intolerables y es deber del gobierno enfrentarla con todos los
recursos a su alcance, pues no se puede hablar de desarrollo y progreso cuando
ni siquiera existen los más mínimos niveles de seguridad para los ciudadanos o
para las inversiones. Ahora bien, tampoco se puede hablar de combatir el crimen
organizado como la más urgente misión del actual gobierno, de ser así, en que
plano quedarían los otros problemas como: el enorme déficit fiscal, la crisis
educativa, el desempleo, el estado calamitoso del sistema de salud pública y de
las redes viales. Son también problemas muy urgentes cuya solución no se puede
postergar y sacrificar en nombre del combate al crimen organizado. Guatemala,
como lo expresara el presidente en su discurso de toma de posesión está al
borde de la quiebra moral y económica, él lo sabe, y sabe también que las
palabras si no van acompañadas de acciones concretas de nada sirven. Acciones
concretas, mano dura, en contra de los poderes fácticos que se oponen a toda
iniciativa de cambio, sea este profundo, estructural o no, es y será el gran
reto que pondrá a prueba la palabra de honor del presidente Otto Pérez Molina.
Por último es importante señalar algo que el
presidente dijo en su discurso (…) la gente quiere participar, la gente
quiere que Guatemala cambie, (…) países que han cambiado es cuando la mayoría
de la población ha dicho que quiere ser parte del cambio. ¿Queremos en
verdad que Guatemala cambie? ¿Queremos ser parte del cambio? o ¿simple
y sencillamente nos ubicaremos en posiciones antagónicas de fiera oposición a
todo lo que el gobierno haga o intente hacer? Creo que a estas alturas lo que
menos necesita el país es ese tipo de oposición destructora, pero como los
guatemaltecos somos ese espécimen de seres extraños que preferimos el fracaso
del contrincante antes que reconocerle sus méritos, no es de extrañar que
desde ya existan quienes estén cruzando los dedos deseando el fracaso del
actual gobierno. Permitamos que el gobierno trabaje, que ponga en práctica su
plan de gobierno, que cumpla con su palabra de honor, otorguémosle el beneficio
de la duda. Marvin Najarro
A continuación, en la segunda de tres entregas,
el profesor Luciano Castro Barillas nos manifiesta su opinión sobre las
posibilidades que ofrece para el pueblo de Guatemala el gobierno de Otto Pérez
Molina.
“DOY MI PALABRA DE HONOR, ESTE GOBIERNO
SERÁ
DE HONESTIDAD, TRABAJO Y COMPROMISO”:
OTTO PÉREZ MOLINA
Segunda Parte
Por Luciano Castro Barillas
Hay personas que nunca están contentas con
nada. Son caprichosas y díscolas. Viven en permanente desconfianza y suspicacia
en sus relaciones familiares y con mayor énfasis en las políticas.
Por el momento, el actual gobierno tiene el beneficio de la duda. Tampoco es
asunto de investirnos de candor y no ver las cosas como realmente son. Un
presidente nacionalista -con todo lo feo del exclusivismo nacional- es mucho
mejor que un vende-patria a intereses nacionales y extranjeros. La actuación
gubernativa –sus hechos- de Pérez Molina lo irán ubicando en el justo y preciso
lugar como un presidente común y corriente o como un gobernante que, pese a los
prejuicios que los militantes revolucionarios hemos tenido con personas
egresadas de las filas castrenses, en un franco olvido histórico de los buenos
militares que gestaron páginas heroicas y revolucionarias sin ser marxistas y
que luego evolucionaron en su pensamiento social y político (Jacobo Arbenz,
Alejandro de León, Luis Trejo Esquivel, Turcios Lima y Marco Antonio Yon Sosa,
entre otros). ¿Acaso no está abierta esa posibilidad? Yo no voté por él; pero
soy optimista, y este militar si realmente tiene palabra de honor y
personalidad política podría ser capaz de introducir grandes cambios ante su plena
consciencia de que este país, según sus palabras (…) está infestado de
corrupción y que las causas que dieron origen al conflicto armado están a
todavía presentes. Pienso, pues, que al decirlo un hombre de derecha,
además de militar, es digno de tomarse en cuenta. Al parecer tiene voluntad,
pero al confrontarse con los poderes fácticos tradicionales su programa de
gobierno se confrontará con la realidad, no obstante para eso existe la palabra
renuncia si como gobernante quieren reducirlo a una simple figura
administrativa y no un presidente, que es en esencia guía intelectual y moral
de una nación. Y no necesariamente manejador de grandes teorías sociales y
políticas. André Malraux decía que un intelectual es un hombre a quien una
simple idea, ordena y compromete su vida. ¿Miente? Bueno, eso será su
problema pero la actitud de todos los guatemaltecos con un país que se cae en
pedazos y está en total bancarrota material y moral es y tendrá que ser tener
confianza en el futuro y no ser catódicos –aunque tal vez escépticos- por todo
lo que hemos visto estos 25 años de “democracia” electorera guatemalteca. Un
político nacionalista no está mal del todo. El ejemplo histórico más
trascendente en la región centroamericana fue Augusto César Sandino, que terminó
desencontrándose con los comunistas (con Farabundo Martí, en concreto), sin
embargo, impulsó una lucha con profundo sentido nacional que
fue guía e inspiración de los marxistas del Frente Sandinista de Liberación
Nacional muchos años después de su muerte. Es asunto de pragmatismo político y
de visión directa y no simbólica de la vida política nacional, de salirle al
paso a un grupo de “analistas” que no analizan nada y que lo único que hacen es
dar “orientaciones” y declaraciones librescas de las teorías aprendidas en la
academia, a los cuales les falta algo esencial: haber transitado verdaderamente en
la vida política de nuestro país y tener, ante todo, higiene mental. Lenin lo
decía: se puede negociar y dialogar con los enemigos, con las personas o sectores
afines política e ideológicamente o con personas discrepantes, alusión
que corresponde a su teoría sobre la política de alianzas, pero en
este caso, lo aplicativo va en el sentido de la amplitud política y en contra
del prejuicio. En ningún momento la avocación a la entrega, el servilismo o la
claudicación ante posiciones políticas negadoras de la justicia, la
libertad, la democracia y justicia penal y social. Dicho esto, lo que
corresponde en este momento es asumir –repito- una actitud de amplia educación
política y si a los meses los resultados son contrarios a las reivindicaciones
históricas de nuestro pueblo, pues, sencillamente, Otto Pérez Molina debe
irse al diablo con su equipo de trabajo. Ese es el punto.
Dejemos que los hechos tomen su rumbo natural
(los hechos son el criterio de la verdad) y por el momento contengamos los
impulsos, esas ganas de joder y de lucirse ante los medios de
comunicación que tienen los “analistas” que no analizan nada. Lo bien o mal
estructurado de un discurso, sus anacolutos o sus cálamos currentes, son
asuntos de forma, no de contenido. Además lo dicho por Pérez Molina no fue una
disertación de un examen público de tesis ¿no? Estuvo, claro, con muchas
generalizaciones y también puntualizaciones.
Hay otro asunto que destacar: afirmó que los
ofrecimientos de campaña son compromisos de Estado. No recuerdo que presidentes
anteriores hayan hecho tal declaración en su toma de posesión o si lo dijeron
lo han hecho con suficiente franqueza. Mencionó también algo muy importante: El
respeto a la autoridad, algo que en Guatemala ya no ocurre. Es necesario
detenernos aquí. Los sucesivos gobiernos de la época de la apertura política
(desde 1986) no han tenido ni autoridad ni poder, pues el poder lo da la
autoridad. Y sin autoridad no hay poder. La autoridad no es la fuerza, aunque
si hay fuerza cuando se tiene autoridad. Las fuerzas de seguridad del
Estado -su coerción- no funciona porque nadie cree a estas alturas
de gravísimos índices delincuenciales en los policías y el ejército (hay
policías asaltantes y kaibiles con los zetas). Recuperar todo esto no es tarea
fácil. Hay una total decepción ciudadana con los últimos hechos y una sensación
de absoluta indefensión: nueve soldados y cuatro policías fueron retenidos por
pobladores de una comunidad indígena, los cuales fueron tomados como rehenes. ¡Fue
necesario intercambiarlos por unos sujetos a quienes ellos habían capturado!
Los militares en el pasado fueron hombres de
honor, caballeros, con rasgos propios de los héroes trágicos románticos cuando
ofrendaban la vida por la Patria. Se desdibujaron en Guatemala durante el
conflicto armado interno por matar gente desarmada e integrar bandas de
narco-militares. Démosle tiempo a las cosas y no escribamos o abramos la boca
porque nos consideremos muy inteligentes, lúcidos o brillantes. Ya no hay nada
por descubrir en el ámbito de las filosofías políticas. Agarremos la onda, no
elucubremos tanto y bajémosle al culto a la personalidad. Lectores de La Cuna
del Sol, el sábado publicamos la tercera parte de estos comentarios. Disculpen
ustedes por los excesos.
Publicado por: Marvin Najarro
Ct., USA.
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