martes, 22 de mayo de 2012

EL GENERAL EN SU LABERINTO…


INTRODUCCIÓN

Un documento de primera mano para enterarnos las tendencias políticas reales, no aparentes, de la actual gestión de gobierno. Cuáles son sus identificaciones vitales y sus empujadas “voluntades políticas” hacia los sectores populares  -principalmente el campesinado-  donde se quiere vaciar de contenido en las negociaciones con el sector agrario, como lo es la condonación o subsidio de la deuda agraria y el respeto a la voluntad popular; consultas que por no tener un poder  o no querer crearles un poder vinculante, son el escarnio de “principios” insulsos de las “democracias participativas de muchos países latinoamericanos. Luciano Castro Barillas.



EL GENERAL EN SU LABERINTO

Un ensayo del Instituto de Problemas Nacionales, IPN, de la Universidad de San Carlos de Guatemala, publicado el 21 de mayo de 2012.

La propuesta de despenalizar las drogas, con la que el presidente Otto Pérez Molina sorprendió al mundo, se agotó hace un mes. De vuelta a la realidad, el mandatario no logra destrabar la maraña de un aparato burocrático poco eficaz y altamente poroso a la corrupción. Más allá, su gestión adquiere un contorno conservador y nacionalista, sin poder decidir qué, cómo y cuándo emprender reformas que admite como necesarias.


Costoso aprendizaje

El Gobierno tiene dos problemas básicos de administración. Uno es por poner en marcha los programas sociales y otro es la centralización de los negocios públicos. La readaptación de los programas heredados de Sandra Torres ha llevado más tiempo del previsto. Se están fundando sobre criterios técnicos y su cobertura y su presupuesto quedan acotados, con lo cual se confirman que no son el eje que articula la política oficial.

Esos programas, a cargo del Ministerio de Desarrollo Social, siguen pues en una etapa de organización. Y a pesar de que tuvieron una notable legitimidad política durante el gobierno anterior, que se tradujo en una votación sorprendente para la UNE en la primera ronda electoral, su discontinuidad durante este año apenas se tradujo, esta semana, en protesta organizada por dos partidos políticos de oposición.

Ahora, la puesta en marcha del programa de fertilizantes se convirtió en un dolor de cabeza para las nuevas autoridades del Ministerio de Agricultura y el propio presidente Pérez Molina. Desde el diseño del programa, hasta el mecanismo de pago de los beneficiarios, pasando por la deserción de la oferta de la más grande empresa importadora del abono químico y las disputas locales por los criterios de selección de la población meta,[1] todo ha resultado un desgaste notable.

Otra fuente de desgaste son los negocios públicos. Costaron el temprano relevo del ministro en salud. Y los negocios en los cuales funcionarios son a la vez contratistas del Estado han perturbado al gobernante, que sigue defendiendo la transparencia como una política central de su gestión.

Sin embargo esa parece una materia en la cual será derrotado este Gobierno, como todos en el período democrático. Asoman escándalos en los puertos, aeropuerto, fondos sociales y una larga fila de dependencias. La Secretaría de Transparencia, bajo la tutela de la vicepresidenta Roxana Baldetti, no transmite confianza. Se percibe como un instrumento de control y condicionamiento de negocios, y no un mecanismo técnico que ordene los procesos. El mismo paquete de leyes de transparencia que envió el Ejecutivo está recibiendo duras críticas de los gremios empresariales y académicos.


Sin eje eficaz de gestión

El eje de la gestión gubernamental podría descansar en la promoción de inversiones y el programa de competitividad, asociados a la idea de promover una “imagen-país”, pero se trata de un proceso complejo y de mediano plazo. Difícilmente reditúa en el campo que gusta medir a los gobernantes: cifras de crecimiento y empleo.

Además hay dos obstáculos sobre los que el gobierno tiene poca incidencia. Primero, la recesión europea y la caída del comercio con los Estados Unidos, que poco a poco va proyectando su sombra sobre la actividad económica local, en especial en las zonas urbanas, donde el desempleo tiende a volverse crítico y los precios angustian a la población.

Segundo, las fuertes raíces de la economía financiera especulativa desmotiva a los inversionistas a tomar riesgos en la economía real. El ministro de finanzas intentó remover esas raíces modificando las tasas de interés bancario, pero fue derrotado por la Junta Monetaria; se resiste también a contratar nueva deuda que financie el gasto, pero no está claro si logrará.

A eso se suma la polarización creciente en torno a la explotación de recursos naturales.

Como es sabido, prevalece una opinión negativa en las comunidades donde se han realizado inversiones, casi la totalidad del capital extranjero, en la explotación de minerales metálicos y no metálicos, hidroeléctricas y monocultivos. Esa opinión adversa se ha canalizado por medio de “consultas populares” y adquiere manifestaciones de movilizaciones y resistencias a veces violentas.

El presidente Pérez Molina cree que esa oposición comunitaria es motivada ideológicamente por ONG financiadas por la cooperación nacional. Incluso, en el polémico tratamiento del conflicto en Santa Cruz Barillas, Huehuetenango, donde suspendió las garantías individuales, asoció a los líderes revoltosos con el narcotráfico.

Ese problema tiene dos aristas, asociadas a la distribución de beneficios y poco conectadas a ideologías o conspiraciones. La estrategia de los operadores de terreno de varias empresas  -sobre todo hidroeléctricas-  ha consistido en comprar a supuestos líderes para garantizar la amistad de las comunidades. A la postre esa vinculación se vuelve una renta de ciertos liderazgos y se cobra mediante extorsión, despertando focos de violencia.

Ahora, las comunidades  -afectadas por esa violencia-  tampoco ven beneficios. Los empleos generados son limitados y temporales; las inversiones derivadas que podían mover economías locales, son también pobres. En una palabra, los montos millonarios de inversión tienen un derrame perverso o excluyente en las localidades, sin contar otras incomodidades por esa presencia invasiva y poco amable.

La imposición de orden en zonas tradicionalmente olvidadas del Estado genera un sentimiento de injusticia y división comunitaria. El problema, para el Gobierno, es que no enfrenta casos aislados sino de condiciones que se replican en medio centenar de municipios.  Si los “estados de sitio” no son seguidos por un esfuerzo político de procesar los conflictos,  es probable que se multipliquen, y el costo gubernamental será alto, sobre todo internacionalmente, donde la nueva administración está siendo ganada por el bando de las fricciones, sobre todo con los países nórdicos.


El dilema de las reformas

Si los programas sociales ni las inversiones privadas son eje de política, este podría corresponder a la seguridad, una demanda que llevó a este gobierno a ganar el apoyo de las poblaciones urbanas. Las evaluaciones en este campo no son del todo negativas. Hay cierta percepción de mejoría en algunos campos, que el Gobierno refuerza con cifras, como la disminución en 18 por ciento de homicidios. Sobre las fuerzas de tarea descansan los planes operativos.

Pero ese éxito táctico no es sostenible porque los aparatos de seguridad (degradados y en general tomados por prácticas corruptas y hasta criminales), en especial la PNC, no han podido ser reformados. A pesar del respaldo internacional a la reforma en el gobierno pasado, la PNC sigue intacta. La agenda de la reforma ha sido retomada, al parecer, acotada a la formación de oficiales y agentes. El rezago de esos planes sabotea el modelo policial propuesto esta semana, pues demanda mandos policiales que no están formados.

Es justamente en el campo de las reformas donde el Gobierno enfrenta los dilemas. ¿Cómo ejercer soberanía sobre los recursos naturales, bajando la conflictividad y nutriendo financieramente al Estado, sin asustar a los inversionistas, a quienes quiere de socios permanentes, sin ser percibido como émulo de Chávez, Evo Morales o Cristina Fernández? ¿De qué manera emprender una reforma, aunque sea limitada de la Constitución, sin que la clase política se sienta amenazada por depuraciones o intenciones supuestamente dictatoriales del gobernante?

El mundo de las percepciones es sumamente delicado en el ambiente político. Por ejemplo el decidido apoyo del presidente al diputado Jorge De León Duque (del partido CREO) para Procurador de los Derechos Humanos, despertó suspicacias. Entre los diputados, incluso entre los miembros del PP (alineados por el gobernante), hay recelo de entrega a un dirigente con futuro político un presupuesto superior a los 100 millones de quetzales (el gasto anual de la PDH) y 50 sedes regionales, donde un operador (encargado de educación en derechos humanos) puede ser clave para la organización partidaria.

En resumen, el presidente sigue día a día tratando de administrar un aparato y conduciendo un equipo que, juntos, le vuelven un laberinto el mandato. Quizá por eso, bajo el pretexto de las interpelaciones, al gobernante le conviene, con una baja operación política, mantener por ahora paralizado el pleno del Congreso. Al menos ahí respira.






[1] Se refiere a la población destinataria del beneficio.









Publicado por Marvin Najarro
CT., USA.

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