INTRODUCCIÓN
Las grandes faenas sindicales de otras épocas
en que hombres como Víctor Manuel Gutiérrez y Antonio Ovando Sánchez, quienes
con enormes dosis de valor y coraje, pero sobre todos respondiendo a ese ideal
profundo de plena libertad y democracia que hacía de la lucha organizada y
consecuente la única vía para la solución de los grandes problemas de la clase
trabajadora guatemalteca, lamentablemente, son ahora nada más retazos de la
historia que los dirigentes de la clase trabajadora de hoy en día, quizás, ni
por asomo, se dignan recordar; mucho menos emular. Gutiérrez y Ovando Sánchez,
hombres honestos y luchadores, comprometidos en carne y hueso con los derechos
y el bienestar de la clase obrera guatemalteca, ambos pagaron con sus vidas,
cayendo víctimas de las opresivas dictaduras militares.
Víctor Manuel Gutiérrez.
A continuación y por considerarlo
pertinente citaré algunos pasajes del libro, “Memorias, la
historia del movimiento obrero”, de Antonio Ovando Sánchez.
(…) Redactamos un programa de lucha en el que
predominaba la capacitación de los obreros y trabajadores para que ya
preparados fueran ocupando los puestos de dirección de los sindicatos y llegar,
luego, a la dirección de la CTG. De esa reunión surgió el acuerdo de fundar la
Escuela CLARIDAD. (…) Nuestra escuela logro tener VOZ Y VOTO en las
deliberaciones, lo que prueba la confianza que los trabajadores tenían en la
escuela CLARIDAD. Las puntas de lanza de la reacción y el oportunismo al
sentirse desplazadas de lo que creyeron su reducto, iniciaron una furiosa
campaña de difamación aplicándonos el mote de comunistas… (…) y que al Doctor
Arévalo, ya Presidente, le pareció suficiente para firmar en junta de ministros
el Decreto de desolución de la Escuela CLARIDAD. ¡Se dio el caso, quizás único
en la historia, de un maestro cerrando una escuela! (…) Corría el año 46. Para
entonces estaba organizado el Sindicato de los Trabajadores de la Educación de
Guatemala (STEG), con filiales en toda la República, lo que hacía de él un
organismo respetable que decidió afiliarse a la CGT… (…) El jovencito era
Víctor Manuel Gutiérrez, ejemplo vivo de honestidad, capacidad y una
jamás desmentida fidelidad a la clase obrera y campesina durante su corta pero
fructífera vida. Los trabajadores de la ciudad y el campo pusieron en él
toda su fe y su confianza convirtiéndolo en su dirigente nacional al elevarlo a
la Secretaria General de la Confederación General de Trabajadores de Guatemala
(CGTG)… (…) culminando su brillante trayectoria en el ámbito mundial al
integrar el secretariado de la Federación Sindical Mundial (FSM. (…) Los
trabajadores no lo han olvidado ni lo olvidarán, expresándolo el día en el que
públicamente puedan rendir tributo de admiración a los que como él, supieron
darlo todo, incluso su vida, por la causa de redención de los obreros y de los
campesinos. Marvin Najarro.
LA EXTRAÑA DIRIGENCIA SINDICAL
DEL MAGISTERIO GUATEMALTECO
Joviel Acevedo
Por Luciano
Castro Barillas
Los tiempos posmodernos, del neoliberalismo en bancarrota
y las tecnologías omnipresentes y omnipotentes, de los medios masivos de
comunicación insidiosos y la generación de periodistas de la interrogación
capciosa, ha dado frutos aberrantes, auténtico esperpentos de la otrora digna
oposición sindical que cuestionaba seriamente el sistema y donde el colaboracionismo con el sector patronal
no era parte de su plataforma de lucha, ni de sus principios de organización,
ni de su visión para la construcción de una sociedad mejor, más justa e
incluyente, pero sobre todo, la organización sindical de 20 años atrás disponía
de más claridad sobre el sentido real de lo que debe ser la organización de los
trabajadores, en lo fundamental un asunto doctrinario vital para no perderse: la lucha irreconciliable entre el capital y
el trabajo. La lucha por distribuir mejor la riqueza en los centros de
producción que transforman la materia primaria en bienes y servicios de
utilidad para la vida humana. Este proceso de creación de riqueza y vida solo
es posible con la combinación de todos los factores de producción para hacer
posible el fenómeno de la economía, de la riqueza; resultado de la conjugación
de todas las fuerzas sociales de producción y no solo del dinero. Empresarios
son todos aquellos que producen y dan lo que pueden hacer. El capitalista el
capital y el obrero la fuerza de trabajo, su creatividad, responsabilidad,
puntualidad y pericia para crear la
calidad de lo que produce. Porque crear mediocridades es no crear nada. No
se debe ser trabajador patoso sino diligente, esmerado y responsable.
Y si hay en la práctica esa compenetración de
clase y del trabajo, no puede entenderse adecuadamente que las dirigencias
sindicales actualmente en Guatemala sean, precisamente, lo que no den el
mejor ejemplo como trabajadores. Ningún referente de la seriedad y la
abnegación laboral. No son los dirigentes sindicales posmodernos el arquetipo
Stájanov, el modelo del trabajador soviético, el héroe de la producción minera
en esos años del socialismo. Acá los dirigentes sindicales son los más
holgazanes, los peores trabajadores, eso sí, con mucha habilidad retórica para
babosearse a la infinidad de maestros
sin formación política, a los que convocan y movilizan alrededor de
reivindicaciones estrictamente economicistas.
Aún así, el magisterio nacional guatemalteco es incapaz de organizarse, porque
realmente no hay organización. Actúan instintivamente, espontáneamente, en
sincronía con la coyuntura, pues los grandes ideales de posicionarse como una fracción de clase (pues son capas intermedias
de la sociedad en sus niveles de capa media media y media baja) es de difícil
realización ya que esas ideas de clase
no pueden fusionarse, anclarse o internalizarse en un grupo de personas que no
pueden ver más allá de sus intereses gremialistas. La culpa de esa corta visión
sectaria ¿quién la tiene? Pues sus dirigentes, para el caso del magisterio el
distópico dirigente magisterial, Joviel Acevedo, proverbial por su testarudez e
intransigencia, que se ha sostenido en
el cargo de Secretario General del Sindicato de Trabajadores de la Educación de
Guatemala, STEG, gracias a la ignorancia y falta de compromiso consciente y
activo del 99% de los maestros que han permitido una y otra vez su reelección,
siguiendo las rancias tradiciones reaccionarias de repetirse, como el rábano,
en los cargos. Los principios son principios y en una democracia burguesa, que
es en donde actúa el señor Joviel Acevedo (que no fue el caso de Fidel ni lo es
ahora el de Chávez) las reelecciones son reveladoras de una vocación antidemocrática,
individualista y personalista. Este señor ha llegado creer que sin su presencia
el magisterio no puede tomar el rumbo adecuado, a lo que ha contribuido,
repito, la precariedad formativa de los maestros y la falta de real compromiso
con su gremio. De allí que situados en esa realidad, no es que Joviel sea el gran dirigente, lo que pasa que en ese
cúmulo de mediocridad él es un poco menos.
Del otrora proyecto revolucionario que fue la
constitución en 1986 del Sindicato de Trabajadores de la Educación de
Guatemala, en su segunda época -pues el
primer STEG fue fundado por Víctor Manuel Gutiérrez- va quedando realmente
poco. Ahora no pasa de ser un sindicato fastidioso que mantiene su poder de
convocatoria por los ofrecimientos de incrementos de sueldo para los maestros,
que lo necesitan, no cabe la menor duda, aunque en ocasiones inmerecido por el
pésimo trabajo que en ocasiones se desempeña. Hay excepciones, claro está. Pero
son eso: excepciones. Sin embargo, los casos patéticos de la insolidaridad
magisterial es la actitud de los maestros que no se involucran en la lucha
gremial (para no ir muy lejos, los maestros del municipio de El Progreso,
Jutiapa) y solo parasitaria y cínicamente están a la espera de los resultados
de los movimientos de huelga, como enemigos de sus propios compañeros, de allí
que es inútil a estas alturas históricas hablar de unidad magisterial. ¿Cuál unidad? Si son incapaces de estar unidos
siquiera en el almuerzo anual, donde los grupúsculos de intereses o de centros
escolares hacen corro por aquí o por allá. No existe la unidad, pues, pero ni a
la hora de comer, mucho menos habrá para causas más trascendentes. Hubo
convivios en el pasado donde el cariño era tanto entre los maestros, que luego
del almuerzo, terminaban reventándose las sillas en la cabeza o propinándose
contundentes puñetazos, quizá como expresión de esa rara unidad gremial y cinismo del dictador guatemalteco que
enseñó a los guatemaltecos aquella vieja actitud: “Quien te quiere, te aporrea”.
En fin, la organización magisterial necesita
renovarse. Organizarse de verdad. Dejar de ser una organización acomodaticia
como lo fue el STEG con el gobierno de Álvaro Colom o el colaboracionismo que
exhibe ahora Joviel Acevedo, con respeto a la ampliación del tiempo de estudio
de la carrera magisterial.[1]
Ningún gobernante hace un favor a los trabajadores. Es su obligación servir a
los ciudadanos y atender sus necesidades. Como tampoco es recomendable que
ningún dirigente se perpetúe en los cargos. Si el señor Joviel Acevedo quiere
seguir dando línea, orientación, al sindicato que según él se cae sin su
presencia; está allí dentro de la organización sindical una forma organizativa
para seguir incidiendo: su comité consultivo, donde se supone la experiencia y
las líneas maestras se pueden dar para que las ponga en práctica el Comité
Ejecutivo del sindicato. ¿De acuerdo? Pero este señor, para bien del
magisterio, ya debe retirarse. Él es ya parte de la despreciable aristocracia
sindical (o aristocracia obrera) que gana y come bien y de paso vive el delirium tremens de imaginarias
persecuciones para contar con escolta sindical que más que protegerlo de otros
debiera protegerlo de él mismo, por los rasgos psicóticos de su personalidad.
¿Quién tendría interés en matarlo? O destruir a una organización gigante que
tiene los pies de barro y que con dificultades se moviliza para mejorar sus
propios sueldos. Para una lucha social y política está totalmente incapacitado
el magisterio guatemalteco, porque no tiene conciencia de clase y carece de
organización real. Sólo logró hacerlo en las jornadas de lucha de 1944 y donde
muriera María Chinchilla. Por eso el magisterio nacional da mucho callo a las
autoridades de turno con las huelgas, pero de eso no se pasa. No son ni serán
jamás una fuerza revolucionaria para que anden vilipendiando la figura del Che
Guevara en sus manifestaciones. Y citaré un solo ejemplo: en los mejores
momentos de la guerra interna, el Ejército Guerrillero de los Pobres, el EGP, la
más grandes organización guerrillera guatemalteca, tenía en sus filas
insurgentes a un solo maestro. De esos
que andan con gorras, pancartas, sombreros y listones haciendo la revolución
por rato, no queda uno a la hora de
rajar ocote.
El STEG debe retomar su sentido de clase, que
para eso fue constituido. Pero si no se puede hay que buscarle otro nombre para
no seguir mancillando sus compromisos históricos y su pasado. El STEG no puede
ni deber ser un sindicato colaboracionista sino de verdadera oposición. Pero
desde hace 20 años anda a la deriva, por sus dirigentes carecen de lo
fundamental en la dirección y conducción de las causas del pueblo: formación
política de clase y claridad.
[1] Para ampliar
la información en este sentido puede leer el artículo del mismo autor
intitulado Razones y sinrazones del
movimiento normalista del Guatemala. http://lacunadelsol-indigo.blogspot.com/2012/07/razones-y-sinrazones.html
Publicado por Marvin Najarro
CT., USA.
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