miércoles, 4 de julio de 2012

RAZONES Y SINRAZONES…



           
 INTRODUCCIÓN


El gobierno y las autoridades educativas de Guatemala, probablemente, nunca se imaginaron el nivel de oposición, ni el grado de reacción, que su propuesta de reforma educativa generaría entre los estudiantes normalistas afectados. Les pareció que no habría mayores inconvenientes y que al final, con mínimos contratiempos los estudiantes de magisterio terminarían, aunque fuera de mala gana, aceptando la imposición, más que una solución consensuada entre las partes, de la reforma al currículo de estudios.  Los resultados están a la vista y ahora el gobierno tiene una papa muy caliente en las manos. Existe un consenso generalizado, al menos así parece, entre  la mayoría de educadores y de personas expertas en el tema de la educación en cuanto a la necesidad casi impostergable de la reforma del sistema educativo nacional– se viene hablando de una reforma educativa de fondo, integral, desde la firma de los acuerdos de paz en 1996 – que eleve el nivel del desastroso sistema educativo nacional. Se sabe que la educación requiere como inversión el 7% del PIB y en la actualidad apenas recibe el 2.5%. Dicho en otras palabras y dado a que la condiciones económicas  del país no lo permiten, resulta por demás ingenuo pretender imponer una reforma de tal naturaleza que, aunque necesaria, es totalmente inviable en las actuales circunstancias. Pero el gobierno parece no entender eso y prefiere, como siempre, culpar a los estudiantes del fracaso de su propuesta. Marvin Najarro.







RAZONES Y SINRAZONES
DE LOS ESTUDIANTES NORMALISTAS
DE GUATEMALA

Al menos 43 heridos en Guatemala por enfrentamiento entre estudiantes y policías

              Cynthia del Águila, Ministra de Educación



Por Luciano Castro Barillas


Las razones de fondo de la inconformidad de los estudiantes normalistas de Guatemala son económicas. No es necesario grandes elucubraciones teóricas y gran especulación política para llegar a conclusiones. La Canasta Básica de Alimentos en Guatemala es de Q.2,494.00 quetzales y el salario mínimo para el campo y la ciudad es de Q.68.00 quetzales. Hay pues, un déficit de Q. 454.00, lo que en palabras sencillas se traduce en que para terminar comiendo los últimos días del mes harían falta esos billetitos. Por otro lado, la Canasta Básica Vital es de Q. 4,500.00, la cual incluye salud, educación, vestuario, vivienda, mobiliario, transporte, cultura y otros bienes y servicios. Si hacemos cuentas, resulta que la mayoría de los jovencitos y jovencitas que participan en las protestas y ocupaciones de establecimientos educativos son hijos de obreros, artesanos, empleados de servicios; cuyos ingresos andan   -si bien- en los Q. 2,500.00 a Q.3,00.00 quetzales. Es bastante fácil comprender la razón del porqué agregar dos años más a la carrera de magisterio constituye para esas precarias economías familiares toda una devastación. Con el agregado que, aun los profesionales universitarios como médicos, abogados, ingenieros civiles y otros, tienen grandes dificultades para encontrar empleo, con postgrados incluso en el exterior. Las familias guatemaltecas no son de un solo hijo, como mínimo cada grupo familiar está integrado por tres hijos. Hay buena intención, creo, de ampliar a dos años más la carrera de magisterio para elevar la calidad formativa de los estudiantes y que esta redunde en mejor calidad educativa en los procesos de enseñanza-aprendizaje, pues Guatemala ocupa uno de los últimos lugares en los estándares internacionales actuales de la enseñanza. Es una necesidad, claro, mejorar la enseñanza, empezando por crear una generación de nuevos, más preparados y por lo tanto más eficientes maestros. El problema de fondo es que en países con tan bajísimos niveles de desarrollo material, no funcionará ni la más innovadora pedagogía, métodos y metodologías de enseñanza. Porque para que nazcan en los jóvenes ideales docentes, vocaciones pedagógicas, sentido de educación en cuanto educar a los demás y ser uno mismo educado,  se necesitan cambios profundos y vastos en el currículo material, no solo en el currículo teórico. No pueden germinar las mejores ideas pedagógicas en cuanto no se modifiquen seriamente las estructuras sociales y económicas de un país. Cualquier política educativa resulta como “arar en el mar, echar nieve en una fragua o en la mar un alfiler”, como dijera en su epigrama modernista, formalista y retórico el gran poeta Rubén Darío.

Las personas, por ejemplo, que cursan licenciaturas en pedagogía no tienen ideales docentes en su gran mayoría. Quieren ser funcionarios de algunos de los diferentes niveles del sistema educativo nacional. Ser administradores educativos y no maestros. Tramitar papeles, no dar clase. Pero eso es lo que les ha enseñado el sistema. Los peores docentes, por ejemplo, que trabajan en escuelas primarias con ese grado académico, resultan, contradictoriamente, los peores maestros. ¿Dónde está la falla? En la inexistencia de dirección intelectual. De un espíritu nacional que entusiasme a las personas por enseñar, resultado de algo contundente y arrasador espiritualmente para cualquier nación: ideas política honradas y  políticos decentes donde se tenga la certeza de que se construye un Nuevo País. Eso no ocurre en Guatemala. Se estudia para tener y no para ser.

¿Que los muchachos son manipulados? Es la cantilena, la muletilla;  de las rancias tradiciones reaccionarias. ¿Qué se ha privilegiado el diálogo de las partes? No, porque ambos bandos tienen un posicionamiento previo y la inflexibilidad mutua responde al hambre de unos y a la intransigencia ideológica de los otros. ¿Que hay buenas intenciones en el mejoramiento en la calidad de la educación? Así es, pero no se hace lo previo: darle sustentación material a las buenas ideas. Se hacen las cosas al revés y no fructificarán, lamentablemente para Guatemala.

Pero hay una lección por aprender en todo esto: las derechas ya no pueden realizar impunemente sus designios. Y la señora Ministra de Educación, Cynthia del Águila, arropada en seda en su infancia,  resultó llorando y conoció de primera mano el espanto, la violencia y el horror de la pobreza al ser prisionera de los enfurecidos muchachos.

Para concluir solo quiero agregar a los futuros maestros lo siguiente, que me dijera en una ocasión un entusiasta maestro andaluz, Pepe Román: “Ser maestro es la profesión más bonita del mundo cuando a uno le gusta enseñar, pero es el oficio más terrible cuando a uno no le gusta la enseñanza”. Es de reflexionar en lo dicho. Y muchos de los que hoy estudian para ser maestros debieran de preguntarse eso, para aceptar con agrado lo propuesto o rechazarlo de la manera más enfática.









Publicado por Marvin Najarro
CT., USA.

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