INTRODUCCIÓN
Es algo que se ha dicho hasta la saciedad y
resulta ocioso repetirlo. Toda nación y su correspondiente Estado, para ser
diferentes, como mínimo necesitan reformarse, si no está capacitada para
transformarse, asunto que dicho sea de paso, solo puede lograrse con una
Revolución Social de vastos y profundos procesos de cambio. Y cuando se cambia
es porque realmente se es diferente. La educación como expresión
infraestructural ideológica responde a las actuaciones de las matrices
productivas. Al modelo escogido o impuesto por los sectores poseedores de la
sociedad que son los determinantes en el modo de pensar, de hacer política, de
crear sus normas; de su vida social en general. El viejo principio marxista de “que
el hombre piensa como existe socialmente” es contundente y clarificador
para entender la catastrófica realidad de la educación en Guatemala y los
erráticos pasos que han dado, dan y seguirán dando las dirigencias políticas
que hacen las cosas al revés. Y no es que no sepan realmente cómo hacerlo: no
pueden hacerlo por la aporía de su realidad de clase, por su contradicción
clasista que los ha metido en un atolladero del que no podrán salir jamás,
excepto si la cientificidad histórica se echará de un par de puntapiés al
excusado. Cambiar o mejorar la educación en Guatemala va en contra de sus
privilegios, en contra de sus prerrogativas. Este es el sistema que ellos han
creado y que, ineluctablemente, les está estallando en la cara. La pedradas de
los muchachos, el tratar de “vos” a la ministra, los palos repartidos y los
escritorios y sillas lanzados por los aires es lo que les enseñó la represión
contrainsurgente de las sucesivas dictaduras militares. Es la pedagogía exitosa de Guatemala, a la
que ahora se le sumó otro tipo de violencia “cultural”, de “educación” de las
Patrullas de Autodefensa Civil: el castigo maya. Es una crisis de la que no se
podrá salir en tanto no haya la voluntad política de crear en Guatemala la
verdadera democracia que aligere la pobreza, para empezar, la cual conferirá
nuevos valores a los guatemaltecos y amables sentimientos. Luciano
Castro Barillas.
LA EDUCACIÓN NO VA A
CAMBIAR EL PAÍS;
SI EL PAÍS NO CAMBIA,
NO CAMBIARÁ LA
EDUCACIÓN
Por Mirja Valdés
Sin un diagnóstico serio en las escuelas en las
que se forma a los docentes, cualquier decisión podría no ser la adecuada,
asegura en esta entrevista Virgilio Alvarez.
Las piedras volaron por los aires en el Parque
de la Industria la mañana que estudiantes normalistas se reunieron con la
Ministra de Educación. Los jóvenes inconformes se hicieron notar más por eso
que por los muchos días atrincherados en sus establecimientos. Pero ¿quién tiró
la primera piedra en esta discusión? ¿Cuándo se nos fue de las manos? Virgilio
Alvarez, doctor en sociología y director de la FLACSO (Facultad Latinoamericana
de Ciencias Sociales), ofrece su punto de vista: “Las sociedades que modificaron su estructura productiva, modificaron
su sistema educativo”.
¿Cuándo se nos fue de
las manos este asunto de las escuelas normales?
-Esa es la pregunta que no hemos querido
responder, porque no hay un diagnóstico serio de qué pasa con ellas. En el
gobierno de Alfonso Portillo empezó la preocupación por modificar la manera de
formar maestros, respondiendo a demandas étnico culturales. Recuerdo
perfectamente que me invitaron a una actividad a finales de 2000, querían que
defendiera que la preparación de maestros debería pasarse a las universidades.
Esa vez les dije: “Acepté venir, pero no estoy de acuerdo con eso”. Hay mucha
evidencia empírica en los países de América del Sur, de cuando en los años
ochenta y noventa empezaron a formar maestros en las universidades, y fue una
mala decisión.
¿Qué hicieron mal en
el sur?
-Brasil hizo el intento de cambiar y resultó
que acá tenemos con la ley 1485 y con la Ley de Servicio Civil, que dice que “el
maestro se contrata como profesor de educación primaria urbana o profesor de
educación rural”. Los chicos formados en las normales tenían trabajo; los
formados en la universidad, no. Desde 2000 venimos hablando de esto, con
experiencias de otros países que pasaron la formación de docentes a las universidades
y se arrepintieron.
¿Cómo resolvió Brasil
su mala decisión?
-Reformaron la ley nacional de educación y
crearon institutos de educación superior, pero no son universidades, ni
técnicos, tienen otro nivel. Son instituciones de formación pedagógica. En
algunos países fortalecieron las escuelas, como en México, con la normal
superior. En Perú a las normales les dieron un status más alto. Acá lo que hay que fortalecer es la escuela
normal y darles un status superior como la Escuela Politécnica. Si sacamos
buenos militares que no necesitan ir a la universidad ¿por qué no vamos a sacar
buenos maestros? Por ahora seguimos pensando en la Guatemala de los 60, para la
formación de bachilleres, para la formación de peritos contadores, para la
formación de maestros…
De hecho en 1961 se
estableció que el magisterio fuera de 3 años…
-Con Ydígoras Fuentes, desde entonces, no hemos
vuelto a tener esa discusión. Necesitamos entender que los chicos asisten a las
escuelas normales, sin vocación, porque no hay alternativas.
En 2009 publicó el
estudio sobre los adolescentes y la formación de maestros. Se colige que el
magisterio es una carrera para pasar el agua: nadie insinuó que quería estudiar
en la universidad docencia, el 90% quería estudiar abogacía, diseño de modas,
ingeniería…
-Y los que quieren estudiar educación en la
universidad ¿qué quieren hacer?... Irse a enseñanza media.
¿Por qué ganan más?
-Porque la referencia que tienen de maestro de
calidad son sus maestros de enseñanza media. De nuevo la pregunta ¿cuándo se
nos fue de las manos Guatemala? A mí me parece que se nos fue de las manos en
el tema educativo por tres causas: una, la docencia se convirtió en un espacio
clientelar, las plazas a los amigos del amigo del amigo, pero fundamentalmente
a la esposa del amigo con alguna relación militar, o esposas de militares. Así
fue en los años 70 y 80. No se contrató
a los mejores, no hubo sensación de “yo me lo gané”. Segundo, el terremoto dejó
al sistema educativo sin infraestructura física, se cayeron muchos edificios. Y
el Estado de Guatemala no tuvo capacidad de reconstruir de inmediato, mucho
menos de ampliar edificios escolares. Al perder infraestructura redujimos las
jornadas, porque dos instituciones compartían el mismo edificio. Y tercero, no
modificamos el pénsum de estudios, no hubo una reforma coherente a los cambios
sociales y económicos que estaba viviendo el mundo.
Estábamos más ocupados
contando nuestros muertos…
-Agregaré un cuarto: Guatemala le puso todos
los recursos al proyecto contrainsurgente, cualquier actividad estudiantil era
contrainsurgente. Los chicos de secundaria han demostrado, generación tras
generación, ser los más activos, ahora tiran piedras; en las jornadas de
marzo y abril de 1962, también eran estudiantes del nivel medio. En los 70,
la Coordinadora de Estudiantes de Educación Media fue un dolor de cabeza para
Guillermo Putzeys Alvarez. Si el Estado hubiera tenido una respuesta diferente,
no habríamos tenido enfrentamiento armado. El Estado respondió de otra manera y
se radicalizó. Entonces, como ve, Guatemala se nos fue de las manos porque en
el momento oportuno no se dieron las respuestas. Creció la población y los
elementos se complicaron.
El diálogo se está
realizando en el Congreso ¿por allí encontraremos el camino?
-No, de nuevo hemos equivocado el camino. La
respuesta no está inicialmente en las normales, la respuesta está en una
reforma profunda de la enseñanza media a nivel público. Lo que tenemos que
hacer es ofrecerle a la población juvenil opciones para el que quiera estudiar
magisterio lo haga, porque le interesa y no porque es la única opción.
¿Cómo las escuelas
donde aprenden oficios?
-Esas son las respuestas que el Estado ha
tenido, de nuevo, pensando en los años 60: panaderos, costureras… Lo que
necesitamos es repensar cuál es el modelo económico del país, mientras este sea
un país centrado en la agricultura nuestros problemas van a ser los mismos. Hay
una gran cantidad de patojos que ya no quieren dedicarse a la agricultura, pero
tampoco hay donde trabajar. Pasa como en Salcajá: llegan a tercero básico o se
gradúan de bachilleres, y se sientan en la puerta de la casa a esperar el
boleto para irse a los Estados Unidos. No quieren hacer nada más porque no hay
expectativas. Esto es una decisión de Estado, cómo generar empleo, cómo
estimular nuevas industrias, cómo estimular nuevos procesos ¡no me vengan a
decir que la solución del país está en los call center o en las maquilas! Esos
son subempleos. Tenemos que modificar la matriz productiva del país.
¿Sugiere a más gente
sentada en esas mesas de diálogo?
-Aquí tienen que estar empresarios, los tres
tipos de empresarios: la oligarquía tradicional, los empresarios capitalistas
del grupo de los ocho y los emergentes. La educación no va a cambiar el
país; si el país no cambia, no cambiará la educación.
Es lo contrario de lo
que siempre he escuchado…
-La educación es reflejo de la sociedad,
reproduce lo que pasa en la sociedad. Las sociedades que modificaron sus
estructuras productivas modificaron sus sistemas educativos. Aquí queremos que
cambie la educación cuando no ha cambiado la sociedad.
¿Qué reflejan estos
adolescentes lanzando piedras?
-La violencia de los jóvenes es un reflejo de
la manera cómo se nos ha enseñado -con
el ejemplo, más que con las palabras- a
resolver nuestros conflictos. No somos una sociedad construida por el diálogo.
Una rápida mirada a nuestros casi 200 años republicanos nos demuestran que el
que no comparte nuestras posiciones es enemigo y optamos por eliminarlo: sea
moral, política, social y hasta físicamente. Somos, aunque no queramos verlo,
una sociedad violenta. Las 250 osamentas encontradas en Alta Verapaz son un
ejemplo de ello. Recuerde que hay fotos de policías tirando piedras a los muchachos…
Supongo que lo que se
quiere es reafirmar identidad, pero ¿qué es matemática maya o psicología maya,
según la propuesta del pénsum?
-Regresemos al modelo de la época de Alfonso
Portillo, había que dejar instalada la discusión étnico cultural. Eso ha ido
desdoblándose porque el debate de lo étnico nunca lo hemos tenido. Hay que
aprender la cultura, pero a la interculturalidad a la que le están apostando no
es la interculturalidad del conocimiento de dos mundos, sino a la
mistificación del pasado cultural. ¿Y
esto por qué?, porque entretiene cuando el problema fundamental de los pueblos
mayas es su pobreza. Usted tiene un individuo como Sam Colop, que logró irse a
formar y que regresó recuperando su cultura; en los pueblos hay cientos de Sam
Colop, eso es lo que necesitamos y no que les enseñen algo que “dicen” que es
la filosofía de los pueblos indígenas.
¿Por qué entretenernos
en eso que no es la filosofía maya?
-Porque es más fácil eso que ponernos a
negociar, y por eso la propuesta tiene debilidades curriculares.
¿Se nos irá yendo de
las manos la educación?
-Tristemente sí.
Su libro sobre las
normales se titutla: “A pesar de todo, optimistas”. ¿Ya no se siente optimista?
-Los chicos son los optimistas. En el estudio
hicimos una pregunta que muestra la esquizofrenia de la sociedad guatemalteca:
¿Cómo te ves cuando tengas 25 años: mucho mejor, mejor, peor, igual que ahora,
peor que ahora? Ellos respondieron “mucho mejor”. Pero cuando les hicimos la
pregunta: ¿Cómo va a ser el país cuando tengas 25 años?, ellos contestaron:
Peor. Aquí no hay solidaridad, no hay una visión colectiva. Ese es el producto
de más de 30 años de conflicto.
Publicado por Marvin Najarro
CT., USA.
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