Por Luciano Castro Barillas
Ese era el nombre de un ensayo esclarecedor
escrito por un historiador guatemalteco hace unos veinte años, calculo; cuyo nombre no recuerdo, pero al intentar
recuperar algo de lo escrito sé decir que las familias criollas de Guatemala
durante los años avanzados de la colonia española (1750) incorporaban en
condiciones de semiesclavitud para el servicio doméstico de las familias bien a
jovencitas indígenas o mestizas agraciadas
-de preferencia- y que tuvieran la suficiente pericia en las labores
domésticas de lavado sin deshilar, planchado sin quemar, pernada sin gritar
(derecho del señor feudal de desvirgar a las doncellas que iban a contraer
matrimonio) y sumisión absoluta sin rechistar, ni paular ni maular. Eso sí,
tenía que ser muchacha de comprobada devoción y estar dispuesta todos los
domingos a escuchar misa como acompañante de las damiselas hijas del patrón.
Esas mengalas
o muchachas de adentro, como todavía estilan decir las viejas fufú de rancias
prosapias oligarcas y podridos abolengos, debían vestir como les era propio,
para no andar de igualadas con las señoritas refinadas a quienes servían de
acompañantes: una sola trenza o coleta indígena, blusas de vivos colores
bordadas a mano y amplias faldas al ojo del pie, para que la gruesa pantorrilla
de la mujer nativa no fuera motivo de lascivia entre los honorables caballeros
y fantasías concupiscentes de obispos y curas. Había muchas mengalas alrededor
de la capital como pueblos mestizos o indígenas, tal sería el caso de
Chinautla, Morán o Jocotenango. Pero ninguna mengala gozaba de tan extendida
reputación como las campesinas de la comarca del Chol, Baja Verapaz. Reunían
todas las condiciones que esperaba un criollo de una trabajadora doméstica. De
allí que las mengalas más buscadas para los trabajos de casa eran las
choleras, término que con el paso de los siglos fue deshistorizándose e
incorporándose al corpus general de guatemaltequismos. Este acuñamiento en el
habla popular guatemalteca de un vocablo que en su momento no era peyorativo,
sino gozaba de prestigio social entre empleados y empleadores; fue
evolucionando poco a poco a una posición indigna, despectiva y lamentable: ser cholera
significaba estar ubicado en el
escalón más bajo de la escala social o ser la base de la pirámide de Kelssen. Cholera o cholero nadie quería o anhelaba ser, pues hasta la fecha, para
deslegitimar el esfuerzo laboral humilde del migrante, las personas acomodadas
o alienadas dicen: “Se fue a cholerear a los Estados Unidos”, palabra que de ser
sustantivo común evolucionó a verbo. En fin, acaso sea éste el origen de la
palabra cholera; es posible y de
suyo interesante. Y entretanto no hayan investigaciones en este sentido el
aporte de este investigador seguirá siendo válido y cautivante, al menos para
nosotros los guatemaltecos, tan acostumbrados a escuchar la susodicha
palabreja.
[1] Choleras es un
término despectivo usado en Guatemala para designar a las empleadas domésticas.
También se les llama sirvientas, no sirvientes.
Publicado po LaQnadlSol
CT., USA.
1 comentario:
Precisamente venia a opinar, que en Guatemala a las Choleras se les conoce como las Empleadas domésticas o de mala forma llamadas Sirvientas.
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