Bueno, la verdad es que Silvio Rodríguez es un
cantautor, un poeta, identificado desde siempre con la Revolución proletaria
cubana y con las revoluciones sociales de todo el mundo, principalmente las
latinoamericanas. Las puntualizaciones que hace sobre la violencia común que se
cierne como un flagelo sobre la sociedad venezolana que se empeña en construir
una nueva y mejor sociedad, encuentra en ella un valladar de difícil superación
coyuntural, en tanto la ultraderecha que la concita y organiza en ocasiones,
dio lugar a esas raíces tan profundas de impaciencia, de desesperación humana;
cansados quizá de tanto esperar sus reivindicaciones fundamentales y que la
Revolución Bolivariana no puede otorgarlas con la celeridad que ellos
quisieran. Las causas no son las desacertadas políticas -según las oligarquías conspiradoras- de Chávez y su equipo de gobierno, sino un
lastre de siglos provocados por aquellos que hoy la denuncian escandalizados,
rasgándose las vestiduras de algo que por siglos nunca pudieron hacer: dar la
dignidad debida a los pobres de Venezuela. Hay que agregar, al final, algo
contundente: las misiones solidarias por la salud y la educación con los
pueblos del mundo que lo necesitan no se han hecho esperar, lamentablemente las
derechas invisibilizan esos logros y destacan los problemas, en una clara labor
de zapa de los sectores a quien nunca le han importado los excluidos y
marginados, con el gran apoyo de los medios masivos de la desinformación que
intentan crear a cada paso estados negativos de opinión. Luciano Castro Barillas.
VIOLENCIA Y OTRAS CUESTIONES
Antímano, un barrio que simboliza la violencia en Venezuela
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Por Silvio Rodríguez
Sábado, 30 de junio de 2012
Hay varias formas de violencia. Existe la
ancestral violencia religiosa, hija del fanatismo y la intolerancia, hijos
estos a su vez de la ignorancia. Existe la antiquísima violencia política, que
inició el primer ser vivo que agredió a otro para quedarse con lo que tenía.
Pero la violencia que asuela a muchas ciudades y barrios de Nuestra América
suele ser la económica, con sus remotos orígenes en la desigualdad, la
explotación, la miseria y la ignorancia, fermentadas en la ira que provoca
venir al mundo para encontrar vedado lo que nos garantiza una existencia digna.
En el sentido de esta violencia, que es de la que se viene hablando en
Segunda Cita, creo que el gobierno de Venezuela ha dado pasos efectivos,
desarrollando lo que ellos llaman Misiones. Y, a pesar de que este
principio de atención social elemental es de reciente práctica, ya hoy
Venezuela recoge los frutos de miles de humildes atendidos de sus dolencias,
operados de cataratas y, al menos, dos millones de recién alfabetizados.
Circunstancialmente me tocó visitar a Venezuela durante sus gobiernos
anteriores, más que con este. Recuerdo que entonces existía la misma violencia,
a pesar de que el país tenía los recursos para ser una de las naciones más
prósperas de nuestro hemisferio.
Nunca llegó a serlo, en la proporción que merecía, con el bienestar social
que sus riquezas parecían garantizar, gracias al entreguismo de aquellas
administraciones y al desprecio de la mayoría de los ricos por los humildes, a
quienes supieron mantener marginados. De aquellos viajes recuerdo las noticias
de hechos sangrientos entre chabolas que las lluvias arrastraban a menudo.
Y la advertencia de: “Jamás se te ocurra subirte a uno de esos
cerros”.
Hoy la violencia llegó las calles de Caracas, y no me parece extraño. No en
balde desde hace tanto se fueron enracimando, excluidos, los que por humano
crecimiento ahora invaden la futurista ciudad que diseñó Pérez Jiménez.
Conozco a varios que han huido de la terrible realidad de la violencia.
Pero es obvio que la mayoría se ha quedado, apoyando con su trabajo y su
esperanza los proyectos del gobierno bolivariano.
Nadie quiere la violencia para sus hijos, para su familia, para sí mismo.
La mayoría de los que la ejercen tampoco la hubieran adoptado, de haber tenido
la suerte de una vida mejor. Si no hubieran visto morir a sus hijos sin el
médico que necesitaban, fueran otros. Si hubieran tenido la oportunidad de
estudiar, otra sería la realidad.
Lo escalofriante no son las cifras de muertos diarios o anuales, víctimas
de la violencia. Lo terrible es saber que esas cifras pudieron, al menos, haber
sido mucho menores, pero se siguieron alimentando. ¿Quiénes fueron los autores
de estas estadísticas amargas y del espanto que da saberlas? ¿Qué injusticias,
qué malos gobiernos, cuanta complicidad, y de quienes?
La violencia marginal fue fabricada por la desigualdad, por la indolencia y
por el egoísmo. Convencido de que no hay sistema político perfecto, aunque sí
perfectible, dejo a ustedes nombrar el que más los genera. Chávez es el primer
presidente moderno de Venezuela que ha dado pasos correctos para empezar a
detener y revertir, desde la hondura de la atención al ser humano, el viejo y
grave problema de la violencia, entre otros muchos.
Viva Chávez, carajo.
Publicado por La Cuna del Sol
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