INTRODUCCIÓN
El problema de la sobresaturación de “poetas” y
“escritores” en el mundo contemporáneo es resultado de una sociedad de consumo,
donde no importa la calidad sino la cantidad de lo que se produce. El ejemplo
más notorio de las tareas de marketing de las grandes redes de difusión de la
mala literatura es la del brasileño Paulo Cohelo. Todo un paradigma de la
producción en masa para el consumo en masa, sin ningún elemento crítico. Hay
una especie de competencia entre poetas de performance o hapenning que ven con
demasiada simpleza el oficio de escribir. Esa actitud obedece al hecho de que creen
saber exactamente que es la palabra o el amor, contrario a lo afirmado
por Dylan Thomas cuando decía que (…) muy niño me enamoré de las palabras. Amor
del que no se habla es amor de ciegos. Si supiera exactamente qué es la palabra
o el amor dejaría de escribir. No son los grandes teóricos de la
literatura, precisamente, los grandes escritores, sean estos novelistas o
poetas. Pareciera una contradicción, pero, en efecto así es. Los grandes
críticos no son los grandes creadores. Ya lo dijo Brendan Behan: “Los
críticos literarios son como los eunucos del harén: saben cómo se hace y ven
cómo lo hacen otros a diario, pero son incapaces de hacerlo”. Pero hay
algo de donde nace toda obra literaria. Su base material: la vida social de los
pueblos. La literatura es, en todo caso, una reconstrucción de la vida. No una
evasión. Luciano Castro Barillas.
BUKOWSKY, LA PIRATERÍA Y LA
LITERATURA POPULAR
Por Nazario
Soto
Los mejores
poetas han dicho
muy poco,
y los peores demasiado.
Charles Bukowsky
muy poco,
y los peores demasiado.
Charles Bukowsky
Desde mi poco amable punto de vista Charles Bukowsky le ha hecho mucho daño a la literatura mexicana y latinoamericana (que claro que aún existen estas categorías culturales, por más que se empeñe en negarlas el novelista neoliberal Jorge Volpi) ¿Por qué Bukowsky ha dañado inconscientemente nuestras letras? Por el mismo fenómeno que sucedió con Rubén Darío, Pablo Neruda, y Octavio Paz en la poesía; Charles Chaplin en el cine, John Lennon en la música, o Picasso en la pintura: el surgimiento de una caterva de copistas, una legión de clones, un club de imitadores que se dedican mediocremente a seguir al pie de la letra pirateando los pasos de su intocable modelo. Tal es el caso de innumerables Bukowskytos que desde hace años creen y fingen estar haciendo poesía-y hasta la publican-con solo versificar (repito lo que afirmaba el verdadero poeta Gil Scott-Heron: Versificar no es poetizar.) anécdotas más o menos ingeniosas sobre sexo, drogas o violencia, logrando únicamente caer en el lugar común, en el ahora cliché bufonesco del "poeta maldito"(más bien malito).
Entiéndaseme bien, no estoy en contra de la piratería. Todo lo contrario,
soy defensor, un firme promovedor de ésta en todos los rubros. Es completamente
mentira que las empresas tengan pérdidas millonarias a causa de la piratería;
para los capitalistas todo dinero no ganado es pérdida, parece que no alcanzan
a comprender-en su inmenso envanecimiento codicioso-que esos productos
originales que ellos ofrecen son simplemente inaccesibles para la inmensa
mayoría pauperizada atrozmente por el libre mercado. ¿Qué sería de tantos
cinéfilos, de tantos melómanos como yo sumidos en la miseria por el sistema si
no pudiéramos adquirir por diez pesitos aquella película o aquel compacto
recién remasterizado? Es solo que el plagio, el préstamo, el homenaje, la
"intertextualidad"-como ahora se le llama-, el sampleo, o el vil
robo, deben hacerse, cometerse, perpetrarse, sobre todo en literatura, y más en
Poesía, con arte, con malicia revolucionaria, y no con pura malditez. Como
apunta el poeta superrealista André Breton: La poesía digna de ese nombre se
calcula según el grado de abstención, de rechazo que supone...le repugna dejar
pasar cuanto haya podido ser visto , escuchado, convenido, le repugna utilizar
lo ya utilizado, a no ser que sea para desviarlo de su uso previo.
Precisamente se trata de reciclar para subvertir; ya que de no tomar en
cuenta estos preceptos y "apropiarnos" de la inspiración o los
hallazgos de otros, corremos el grave riesgo de sufrir desaveniencias de todo
tipo; que acabarán poniéndonos en vergüenza pública al terminar algún lector crítico
dándose cuenta del "préstamo" y acusándonos de plagio; sobre todo si
somos acreedores de alguno de los premios con que el Estado promueve la
mediocridad y el servilismo de sus seudoartistas. Recuérdese el caso del ahora
célebre Javier Sicilia-líder social de un acendrado nihilismo -al recibir el
premio de Poesía Aguascalientes en 2009 y descubrirse tiempo después que había
"intertextualizado" fragmentos completos de poetas alemanes como Paul
Celan o Rainer M. Rilke. O el otro escandalito provocado por un tal Alatriste
al olvidar poner la fuente de Wikipedia en sus escritos, motivo por el que tuvo
que renunciar a su premio y a su puesto en la UNAM.
Por otra parte, estoy plenamente convencido de que las clases populares, el
proletariado, los trabajadores, y hasta el lumpen citadino-ese sector
completamente desprotegido, que sobrevive de milagro en la indigencia
cotidiana-son los verdaderos creadores de cultura en cualquier parte del mundo
y de hecho en cualquier época histórica .El Estado, según el filósofo anarquista
Rudolf Rocker en su clásico Nacionalismo y Cultura, no crea
nada; es el pueblo el que crea, el que inventa, el que produce, y luego llega
el Estado y se lo apropia por la buenas o por las malas, lo vuelve rentable,
comercializable, capitalizable, obtiene las ganancias. Esto fue lo que le pasó
al pobre Bukowsky, que inició como un escritor marginal y terminó convertido en
aburrido superestrella, como bien ilustra el caricaturista norteamericano
Robert Crumb en su libro El Capitán salió a Comer y los Marineros
Tomaron el Barco.
El lenguaje popular, el habla de las calles, de los bajos fondos:
prostitutas, criminales, músicos, comerciantes, obreros; siempre ha servido
como motor, como aliciente genial de la literatura más destacada de todos los
tiempos. Baste recordar los nombres de Francois Villon y Francois Rabelais en
la edad media francesa, dos autores que desde aquel entonces revolucionaron las
letras incorporando descaradamente elementos "vulgares" propios del
habla de los ciudadanos comunes. Ya en pleno siglo XX, Louis Ferdinand Celine,
también en Francia, llevaría la novela a sus límites lingüísticos al saber
incluir en su densa narrativa los modismos urbanos. En México, nuestro querido
y atribulado país, existen numerosos ejemplos de cómo las clases oprimidas
influyen definitoriamente en las artes; recobramos tres nombres fundamentales
borrados actualmente por el sistema ideológico dominante: Heriberto Frías,
Ángel del Campo "Micros" y José Revueltas (indudablemente el mejor narrador
mexicano, al que el fallecido y vanagloriado Carlos Fuentes no le llega ni a
los talones).
Desde toda la historia el Arte ha sido transformador social, un arma
preciosa de revolución espiritual, una certera herramienta de subversión.
Entonces ¿por qué es tan odioso el plagio en la literatura? Pues porque
precisamente uno de los inalienables rasgos que dan validez y calidad a lo que
se escribe y se publica es la honestidad, así será siempre. No me queda la
menor duda de que la creación artística-sobre todo la poesía-del futuro habrá
de perfilarse en la más profunda tradición de los pueblos del mundo, en la
fertíl libertad, en la sabia entraña de los que luchan a brazo partido y
solidario por preservar el mayor grado de dignidad humana contra la absurda
maquinaria lavacerebros de la ideología dominante , ésta que por ahora aún se
empeña en destruir el planeta con su enfermiza civilización basada en la
ganancia económica y en la supremacía de una suicida clase social sobre la
inmensa mayoría. Este estado de cosas no podrá durar eternamente. Termino con
otros versos de Buk: Que fácil es ser poeta, y que difícil es ser
hombre.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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