INTRODUCCIÓN
¿Qué otra nación se puede
dar el lujo de ser llamada cuna de civilizaciones?
Siria, con una historia milenaria plena en lo social y político, lugar de
los albores de la civilización, del conocimiento y desarrollo de la agricultura
y de los primeros asentamiento humanos. Siria que por sus descubrimientos y
avances devino en la civilización que conocemos
hoy en día - quien sabe si mañana
– ubicada en Asia, en el Medio Oriente, en donde convergieron Oriente y
Occidente, en donde se encuentran los más bellos testimonios de los orígenes de
nuestra cultura: construcciones romanas y ciudades bizantinas, preciosas
mezquitas, el castillo y la tumba del legendario Saladino, la tumba de Juan el
Bautista. Siria, en una de cuyas puertas que datan de la dominación romana, se
conmemora la salida del también apóstol cristiano Pablo cuando iba “camino de
Damasco”, ciudad antigua declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad,
esta punto de ser destruida por la furia imperial. Siria crisol de culturas,
cuna de una historia en donde todos de alguna manera nos encontramos, está a
punto de ser devastada por el apetito voraz de los dueños del poder económico y
militar del mundo, quienes bajo el amparo de maliciosas doctrinas de intervenciones
“humanitarias” y en alianza con regímenes despóticos y traidores, como también
de grupos de fanáticos religiosos del mundo árabe y musulmán, están cometiendo
contra Siria, su pueblo , su cultura milenaria y su historia, el peor de los
crímenes que se pueden cometer contra la humanidad, el crimen de hacer la
guerra. Siria, La Gran Siria, está a punto de ser destruida, como ya antes lo
fueron Iraq y Libia, por la arrogancia perversa del capitalismo y su punta de lanza
en su etapa imperial; los Estados Unidos y sus compinches europeos de la OTAN. Ojala
y los relatos de Sherezada al rey Schariar que son la ocasión de una moraleja
donde se honra la vida y el bien sirvan de algo a la “Señora de la Guerra”. LaQnadl Sol.
DE SHEREZADA A HILLARY CLINTON
Damasco, declarada Patrimonio de la Humanidad |
Por Luz Marina López Espinosa
Rebelión
Todo hombre culto pertenece a dos naciones: la suya y Siria. Estas hermosas
y consagratorias palabras del historiador André Parrot que difícilmente pueden
predicarse de otra nación, ilustran magníficamente lo que es Siria en la
historia de la humanidad. Veamos apenas un pequeño bosquejo:
Su historia política se remonta al año 4.000 a.c. con la instalación de
comercios y núcleos urbanos a lo largo del río Éufrates. Pero su historia plena
se remonta a la verdadera “noche de los tiempos” en términos de organización
social y política, 9.000 a.c.cuando allí alboreó la civilización con el
conocimiento y desarrollo de la agricultura y con ella los asentamientos
humanos. Esto, aunado al descubrimiento de las herramientas de cobre y bronce
con todo lo que ello apareja en el campo de las artes, los oficios y las
técnicas para múltiples actividades, devino en la configuración de la
civilización que pervive hasta hoy -quién sabe si mañana-: las leyes de la
agricultura, la organización administrativa de las ciudades, la metalurgia, el
primer alfabeto, las religiones, la filosofía, las regulaciones del comercio y
de las relaciones internacionales, entre otras.
Siria forma parte del Asia, en concreto, el Oriente Medio, y por su
antigüedad y como parte de Mesopotamia que era y por ser el hogar donde se
dieron tantos descubrimientos, jugó un papel muy importante en la historia de
la humanidad. ¿Qué otra nación se puede dar el lujo de ser llamada cuna de
civilizaciones?
Siria era el territorio donde se conectaban Oriente y Occidente y en su
suelo hoy podemos encontrar los más bellos y característicos testimonios de las
primeras épocas de nuestra cultura: construcciones romanas, ciudades
bizantinas, mezquitas tan preciosas como las de los Omeyas que data del año
705, hermosas catedrales cristianas de la Edad Media, el castillo y la tumba
nada menos que de Saladino la gran leyenda del Oriente musulmán, héroe de la
lucha contra las Cruzadas.
La ciudad antigua de Damasco declarada Patrimonio de la Humanidad por la
Unesco debido a sus ciento veinticinco monumentos y construcciones, tesoros del
espectro de las culturas, poderes y religiones que a lo largo de los milenios
conquistaron y gobernaron la ciudad: el Egipto de los faraones, los asirios,
los persas, Alejandro Magno, el imperio romano, los mamelucos, Bizancio, los
musulmanes árabes, turcos otomanos, mongoles, cruzados y por último los
franceses ya en el siglo XX.... Es tan espléndida la ciudad, que en la Mezquita
de Los Omeyas uno de los lugares santos del Islam, se encuentra y venera la
tumba del apóstol cristiano Juan Bautista, y en una de las ocho puertas de la
ciudad que datan de la dominación romana, se conmemora el lugar por donde salió
el también apóstol cristiano Pablo, el de la caída del caballo y consiguiente
conversión cuando iba “camino de Damasco”.
Estamos hablando entonces de una nación crisol de culturas, cuna de una
Historia donde de alguna manera casi todas y todos nos encontramos.
Y ese lugar, ese lugar tan bello y significativo, es el que está a punto de
ser devastado por la furia imperial, por el odio vesánico nacido de los
intereses más mezquinos y perversos de los dueños del poder político, económico
y militar del mundo. Poder validado y legitimado únicamente por la fuerza, odio
e intereses que les permite destruir la nación que se oponga o no resulte
funcional a ellos.Y esos dueños tienen nombre: son los Estados Unidos, agente
catalizador de los intereses del capitalismo y punta de lanza de este en su
etapa imperialista y lo que él nuclea y significa: el capital financiero
internacional, las transnacionales del petróleo, el complejo industrial militar
norteamericano, y las potencias europeas que giran y hacen parte de idénticos
intereses. Por eso consignábamos arriba un pesimista “quién sabe si mañana”, y colocábamos
unos puntos suspensivos después de los franceses como últimos invasores de la
gran nación. Porque hoy, como lo vaticinábamos en un artículo anterior “El
modelo neoliberal nuevo feudalismo”, Siria, la Gran Siria que antes conformaban
además de su actual territorio lo que hoy son Jordania, Palestina y El Líbano,
está ad portas de que Estados Unidos y la OTAN, amparados o no, eso no importa,
por una resolución del Consejo se Seguridad de las Naciones Unidas que de
permiso o no, eso no importa, la bombardeen, destruyan e invadan. Y desde luego
su petróleo y su alto valor geoestratégico serán más, pero muchísimo más
trascendentales que la vida de cientos de miles de sirios, la tumba de Saladino,
de Juan Bautista, o aquél castillo medieval en la ciudad de Alepo asentado
sobre cimientos que datan de 3.000 años A. de C., desde cuyas almenas hace dos
mil años los arqueros del rey repelían a las hordas de GengisKhan.
Y hay que aterrizar ahora y referirse a la “guerra civil” que se vive en
Siria. Es cierto que hay población descontenta, que el sistema de gobierno no
es democrático -¿alguna vez eso le ha importado a Occidente?- y existe
oposición al régimen del presidente Bashar Al Assad. Pero ésta, óigase bien,
muy poco o casi nada tiene que ver con la guerra que allí se vive. Muy poco,
porque esa oposición política, civil y desarmada que existe, no es la que
dinamita hoteles llenos de civiles en Damasco, vuela la sede del ministerio de
defensa, derriba aviones militares y comete masacres de civiles para adjudicárselos
al gobierno y dar pábulo a la intervención “humanitaria” foránea desde antes
decidida. Esa oposición al régimen sabe con toda lucidez que si triunfa la
insurrección, el baño de sangre, la anarquía y la destrucción de la riqueza del
país –dando por descontada desde luego la pérdida de la soberanía nacional-,
será inmediata; inevitable. Y que en ese baño de sangre caerán miles de los
opositores civiles opuestos y sin vínculo alguno con los grupos de mercenarios,
de extremistas, de simples criminales y de fuerzas foráneas como Al Qaeda y
militares turcos que conforman el ejército rebelde. No gratuitamente, el
Partido Obrero de Turquía, exigió a su gobierno declarar persona no grata a la
Cónsul de Estados Unidos en la ciudad de Adana, Deria Darnell por entrenar a
terroristas sirios que combaten al presidente de este país. Y tampoco es
casualidad que el ejército sirio haya capturado el 7 de agosto de 2012 en la
ciudad de Alepo a siete oficiales de los servicios secretos de Turquía y Arabia
Saudita cuando dirigían a rebeldes en esta ciudad. Y no es coincidencia que los
rebeldes mercenarios a su vez secuestraron en Damasco a 48 peregrinos iraníes.
Porque lo que hay que resaltar, es que la guerra no es un levantamiento del
pueblo sirio contra el régimen del presidente Al Assad como lo difunde hasta la
fatiga el frente de guerra periodístico de las potencias agresoras, caso en el
cual habría que ver con algún respeto la insurrección, y esperar que los
contendientes internos definieran una nueva legitimidad del poder. No. La
guerra es de laboratorio, planificada y ejecutada desde el Pentágono en
ejecución del proyecto de rediseñar política y geoestratégicamente el Medio
Oriente para hacerlo funcional a los intereses políticos y económicos
imperialistas. La “guerra civil” en Siria está asistida por los servicios de
inteligencia de Estados Unidos, Israel e Inglaterra especialmente –CIA, Mossad
y M16-, desde suelo turco. Desde aquí dirigen las operaciones y suministran
armas, pertrechos y recursos financieros al llamado Ejército Libre de Siria y a
Al Qaeda –¡Sí Al Qaeda! tan implicado en el conflicto.
El mayor crimen de guerra, es la guerra. Y el mayor crimen contra la
humanidad, hacerla. Porque la devastación material y moral que ella causa, los
ríos de dolor y muerte que ocasiona, los ejércitos de niñas que sentencia a
vender sus cuerpos en los bulevares del “primer mundo”, sólo los pueden
justificar y esto a la luz muy restrictiva del Derecho Internacional, las más
obligantes causas. Por ello es que quienes hacen guerras de agresión como la
que está a punto de desatarse contra Siria – al igual que antes contra Somalia,
Kosovo, Irán, Irak, Libia y Afganistán y pronto de nuevo Irán y Corea del
Norte-, enmascaran sus inconfesables motivos con nobles “razones humanitarias”,
“defensa de la humanidad” y la cínica “legítima defensa preventiva”.
Restos de edificios después de bombardeos en Homs. (Foto: Reuters) |
Por ello, ya va siendo hora de que la conciencia moral de la humanidad, esa
que no difunden las grandes cadenas de comunicación al servicio de la guerra,
se levante y diga ¡Nunca Más! – como en la Argentina-, Nunca Más guerras por la
“Justicia”, la “Libertad” y la “Democracia”, donde los nuevos libertos lo son
pero entre grilletes de tierra de las fosas comunes.
Todas las naciones aquí mencionados como escenarios de esas crueles
guerras, tienen un pasado de esplendor que legó además a la humanidad hitos de
fantasía como Las Mil y Una Noches, donde la presencia de la muerte y la
perfidia, las historias de Aladino y Ali Babá, los relatos de Sherezada al rey
Schariar son la ocasión de una moraleja donde se honra la vida y el bien. Ya
nos lo advierte como hecha para hoy, la exhortación al comienzo del hermoso
texto:
“Que las leyendas de los antiguos sean una lección para los modernos, a fin
de que el hombre aprenda en los sucesos que ocurren a otros que no son él.
Entonces respetará y comparará con atención las palabras de los pueblos
pasados…. Por esto, ¡Gloria a quien guarda los relatos de los primeros como
lección dedicada a los últimos!
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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