Hernán Hernández, integrante de Los Tigres del Norte, entrevistado en España
opinó sobre la censura a los corridos.
[…] yo creo que la
censura no va a erradicar el narcotráfico; al contrario, yo creo que entre más
se esconda el problema, más aumenta [..] el único que puede
parar el narcotráfico es el gobierno y yo creo que nosotros no estamos
contribuyendo a hacer famosos a esa gente ni estamos contribuyendo a que el
narco aumente, sino todo lo contrario.
Por su parte, Jorge Hernández agregó.
Nunca ningún narcotraficante
ni ninguna persona nos ha pedido canciones […] hay historias con el nombre de
los narcos cambiados porque no quisieron que se publicaran, pero las historias
son reales y ellos saben que de ellos se trata, no han tenido la necesidad de
pagarnos ni nosotros admitir un dinero de ellos, de ninguna manera, porque no
queremos compromisos [..] lo que si es que nos mandan notas que nomás dicen: “aquí
estamos atrás de ustedes, cualquier cosa, no se preocupen, nosotros los
cuidamos”. Y hasta ahí. Pero al final es el mismo público el que nos cuida,
porque hemos hablado de sus problemas y de su vida cotidiana. (El Financiero, 2002)
LOS NARCOCORRIDOS NO SON
NECESARIAMENTE
UNA APOLOGÍA AL DELITO
Por Luciano Castro Barillas
Las escalofriantes actividades criminales del
narcotráfico en México han barrido, en primer lugar con las vidas humanas, con
la siempre incierta seudo democracia mexicana, pero sobre todo, en los últimos
años, con la cultura popular, con todos aquellas canciones o corridos que se
ocupan de exaltar los hechos dignos de encomio de los héroes populares o
sencillamente la exaltación ingenua de la vida cotidiana, que bien puede ser el
amor o el trabajo agropecuario. Los corridos no tendrían por qué ser
satanizados ni muchos menos prohibidos por las autoridades mexicana que
rasgándose las vestiduras de la hipocresía culpan de la galopante criminalidad
de los narcóticos o de apología al delito a los siempre bien ponderados
corridos. El corrido como tal es una
vieja tradición que arranca de los romances españoles que recogen
sentimientos, ideas, derrotas, dolores, traiciones y el imaginario popular los
asume como su verdadera, fiel y legítima expresión. Los romances españoles, por
cierto, no son nada original. Los españoles del siglo XI (año 1,000) se
impresionaron tanto por los Cantares de Gesta franceses de la época del
emperador Carlomagno que no pudieron menos que imitarlos, principalmente la
gesta heroica de Roldán, cuando a trancazo y sablazo limpio en la Batalla de
Roncesvalles ( año 778 d.c.) logró detener a los árabes que también querían
desvirgar doncellas francesas y edificar alcázares en las llanuras de la
antigua Lutecia. Pero si de originalidad se trata nos vamos a los troveros
o trovadores de Francia, son herederos de la vieja tradición
griega de los aedas que en la antigua Grecia recitaban acompañados de músicas
los incomparables hechos de valor de sus dioses y sus héroes. Los corridos no
son otra cosa que tradición oral, donde a falta de una prensa independiente que
recoja los hechos trascendentes que los humildes son capaces de hacer. Los
corridos desde siempre van dirigidos a los analfabetos que no compran la prensa
sencillamente porque no la pueden leer. Así ha sido siempre. Los analfabetos de
la posmodernidad, de la época de la delicuescencia del neoliberalismo, son los
auditorios cautivos de la televisión, de los vídeos y de la Internet sin
selectividad.
Y no por gusto siguen gustando los corridos. No
por gusto Los Tigres del Norte, Los Broncos de Reynosa o Los Cadetes de Linares
siguen hablando de La Banda del Carro Rojo o de Camelia La Tejana; porque
los precede la vieja tradición corridista de La Valentina, El Siete Leguas, La
Adelita o La Rielera. Los corridos prerrevolucionarios como los
corridos revolucionarios mexicanos son antisistema. Son subversivos. Son
iconoclastas e irreverentes. Están inclinados con los gustos del pueblo, gustos
equivocados o no. ¿Acaso entre los sectores populares de Colombia Pablo Escobar
Gaviria no es visto como un héroe popular por inundar a los Estados Unidos de
cocaína? Son los primos ricos que no quieren a sus primos pobres, los
latinoamericanos.
El corrido sigue y seguirá gustando por es hijo
de la espontaneidad, por poseer un lenguaje, una música simple, una ingenuidad
pura como todos los pueblos humildes del mundo. Los corridos son acomodaticios,
se ajustan a las circunstancias. No tienen, realmente, temporalidad. Marchan al
ritmo de los acontecimientos y, sin embargo, son un depósito vivo de memoria
social. Los corridos son seductores y como dice un viejo refrán popular con
respecto al amor: “Una pelo de mujer jala más que una yunta de bueyes”.
Los corridos no tienen culpa alguna de recoger
la historia de los traficantes, ni son una apología al delito, ni tienen por
qué prohibirlo las autoridades mexicanas de frente estrecha: siguen siendo el
periódico al que el pueblo sencillo o analfabeto accede con facilidad. El
corrido de Heraclio Bernal, de 1921, habla de lo mismo que se dice del
Chapo Guzmán, con matices diferencias por el tiempo y el espacio:
Año
de mil ochocientos,
noventa
y dos al cantar,
compuse
yo esta tragedia
que
aquí les voy a cantar.
Estado
de Sinaloa,
gobierno
de Mazatlán,
donde
daban diez mil pesos
por
la vida de Bernal…
O sea, pues, dejémonos de mojigaterías: los
corridos son cantos no solo para los héroes populares sino también para los
bandidos. ¿Si no, por qué es tan popular El Ojo de Vidrio?
En fin, todo lo de los pobres, sea su trabajo
manual o su trabajo intelectual lleva las de perder. Así ha sido y así será por
mucho tiempo. Por eso es tan sabio aquél viejo refrán popular mexicano que
dice:
“El
amor que Dios nos dio,
él
mismo lo ha recogido,
y
sólo nos ha dejado
el
pedo y el relinchido”.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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