(…) Al sistema capitalista las inmensas
destrucciones de seres humanos y de capitales en las dos guerras mundiales y en
la crisis de 1929 le dieron sólo unos 30 años de prosperidad y reconstrucción.
¿Buscará arrasar con los bienes comunes, rapiñar nuevamente el planeta,
recolonizándolo, recuperar mediante una nueva gran guerra para Estados Unidos
la hegemonía perdida de modo de instalar un mundo futuro para un quinto de la
población mundial, eliminando de un modo u otro a los “sobrantes” (con guerras
locales, dictaduras, hambrunas, siembra de enfermedades mortales)? No hay nada
que el capitalismo no pueda intentar… si se lo deja y si tiene la fuerza social
suficiente.
SEÑORES, ¿EN CUÁL MUNDO
VIVIMOS?
Por Guillermo Almeyra
Los sabihondos se reunieron como siempre en Davos, pero ahora nadie les da
bola y ni ellos mismos confían en sus recetas, preocupados como están por la
crisis de civilización y por esta crisis estructural del capitalismo que es al
mismo tiempo una crisis ecológica.
No faltan, sin embargo, algunos, como Cristina Fernández de Kirchner, que
muy sueltos de cuerpo proponen volver al capitalismo “de antes”, “productivo”,
abandonando el especulativo, como si éste no fuese la consecuencia de aquél. O
quienes hablan, como esa misma señora y sus agudos asesores, de volver a la
fase anterior al neoliberalismo y a la desenfrenada especulación resultante del
papel predominante del capital financiero como si neoliberalismo y especulación
no fuesen el resultado de la caída de la tasa de ganancia que llevó a cerrar la
fase del llamado Estado del Bienestar y a reducir brutalmente los salarios
directos e indirectos de los trabajadores en todos los países y los espacios
democráticos y las viejas conquistas sociales (como las ocho horas) en todo el
mundo.
Otros, en los gobiernos “progresistas” (Brasil, de nuevo Argentina,
Venezuela), piensan que hay que reforzar el capitalismo con los subsidios del
Estado a las grandes empresas, para asegurar a la vez los consumos populares y
la rentabilidad de aquéllas y así pagan a pocos con el dinero de todos pero no
aumentan las inversiones productivas, porque éstas dependen de las expectativas
tanto de los consumidores como de los capitalistas sobre la amplitud y
sostenibilidad del mercado, expectativas que no existen.. Por eso las empresas
se meten en el bolsillo el dinero de los contribuyentes pero no invierten y,
como son monopólicas, aumentan los precios de sus mercaderías pero no los
salarios reales, reduciendo así aún más el mercado consumidor e impulsando, al
mismo tiempo, la inflación, que también los corroe.
China está al borde de una catástrofe ecológica en todo el país porque la
opción por el crecimiento económico considerando cero el costo ambiental lleva
ahora cientos de millones de personas a no poder salir –literalmente– de sus
casas debido a la contaminación. A eso se le agrega la gran ola de movimientos
por salarios, condiciones de trabajo o contra el despotismo y la corrupción.
China y la India, por otra parte, hasta ahora principales sostenes del
capitalismo mundial y en particular de la economía de Estados Unidos, Japón y
la Unión Europea mediante la compra de bienes y de empresas, con su presencia
en el mercado financiero mundial han acelerado brutalmente la circulación de capitales
y el caos especulativo.
Independientemente de que no aparecen en el horizonte los sepultureros de
un sistema en crisis estructural, porque los trabajadores, en el sentido más
amplio, comparten aún la ideología de sus explotadores y sus valores hedonísticos
y egoístas en vez de buscar una alternativa al sistema, el sistema está en una
crisis agudísima desde el 2008 y aún no superó lo peor. Al sistema capitalista
las inmensas destrucciones de seres humanos y de capitales en las dos guerras
mundiales y en la crisis de 1929 le dieron sólo unos 30 años de prosperidad y
reconstrucción. ¿Buscará arrasar con los bienes comunes, rapiñar nuevamente el
planeta, recolonizándolo, recuperar mediante una nueva gran guerra para Estados
Unidos la hegemonía perdida de modo de instalar un mundo futuro para un quinto
de la población mundial, eliminando de un modo u otro a los “sobrantes” (con
guerras locales, dictaduras, hambrunas, siembra de enfermedades mortales)? No
hay nada que el capitalismo no pueda intentar… si se lo deja y si tiene la
fuerza social suficiente.
Por eso hay adoradores académicos o no del sistema, nuevos doctores
Pangloss, que dicen que el sistema siempre se recuperó de sus crisis y volverá
a hacerlo, porque no se presenta una alternativa. Pero si la historia fuese una
simple continuación indefinida de los sistemas, Europa viviría todavía la pax
romana, los mayas seguirían dominando media Mesoamérica y en Tenochtitlán-DF se
seguirían haciendo sacrificios humanos. El derrumbe del mundo antiguo y del Estado
romano, su cultura, y sus relaciones de dominación fue el resultado de una
larga crisis que duró más de tres siglos y que amenazó a la civilización, cuyo
nivel más alto sólo fue reconquistado mil 200 años después con el Renacimiento.
No está escrito en ningún lado que el capitalismo sea como Anteo que al caer al
suelo reconquistaba su vigor.
Porque esta crisis estructural está acabando con las bases de una cultura
material basada en el despilfarro del agua, de los alimentos, de los recursos
naturales de todo tipo y en la producción masiva de desechos que la naturaleza
no puede reciclar. Los gobiernos “progresistas” o no, como el de Bolivia,
Brasil, Ecuador, Argentina o el de México, Perú, Chile fingen creer que el
crecimiento se puede lograr con el despojo de las tierras arables que se
convierten en monocultivos, con la depredación del agua y de la tierra por la
gran minería, por el extractivismo neodesarrollista pero ese crecimiento de las
ganancias es enemigo del desarrollo y de los bienes comunes.
Por lo tanto, o se acaba con la producción para la ganancia, produciendo de
modo diferente, fabricando otros productos, elaborados de otro modo, para otras
necesidades o terminan por acabarse los bosques, los mares, el agua, el aire
puro, el equilibrio natural del planeta… y la especie humana, reducida a
pequeños grupos, vuelve al estado natural o, reducida a cerca de un tercio de
sus integrantes actuales, vive en una dictadura tecnocrático-fascista como la
que pintara Jack London en El Talón de Hierro. Suena apocalíptico, pero enteras
civilizaciones y grandes culturas han vivido antes apocalipsis semejantes.
La alternativa no es ya capitalismo o barbarie. Desde los campos de
concentración nazis, los goulags stalinistas, Hiroshima y Nagasaki y los
bombardeos a Vietnam vivimos en la barbarie. La alternativa es o acabar con el
capitalismo o ver cómo éste acaba con las bases materiales de nuestra
civilización.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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