Hay miedos actuales y
temores locales: a lo que no se hace y se debe hacer; a cuanto se hace debiendo
no hacerse, a lo que se omite y lo que se comete; a la delincuencia en
cualquier nivel; a la corrupción con impunidad; al derroche; a la
incertidumbre; al hampa cuando abunda; a ser robado de bienes materiales y de
esperanzas; a salir de noche sin tener escoltas ni guardias privados; miedo al
desperdicio; a las tinieblas; pavor al cinismo, a la prepotencia; pánico a que
mueran muchas libertades o a que las transformen en libertinaje.
LOS MIEDOS
Gisela Ortega*
Miedo es una alteración del ánimo caracterizada por un intenso sentimiento
habitualmente desagradable, provocado por la percepción de un peligro, real o
supuesto, futuro o incluso pasado. Es una característica inherente a la
sociedad humana. Buena parte del sistema normativo se fundamenta en el miedo
como muestra el Derecho Penal.
El miedo comprende el temor, una turbación incomoda y penosa que acompaña a
la previsión o a la proximidad del mal o peligro; se teme algo presente; da
miedo algo actual. La conmoción ocasionada por un acontecimiento repentino y
temeroso, decimos que es alarma y el pánico es una inquietud colectiva.
Espanto, terror y pavor intensifican un estado psíquico alterado de un mal
que amenaza de forma inminente al punto de sobrecogernos. Susto es un miedo
repentino, por ejemplo, un ruido de noche asusta. El miedo grande, es cerval.
Cuando el pavor y el miedo llegan a erizar los cabellos hablamos de
espeluznamiento. Mientras que la zozobra es la congoja y la aflicción en la
duda de lo que se debe ejecutar para huir del riesgo que amenaza o para el
logro de lo que se desea.
Desde el punto de vista biológico el miedo constituye un mecanismo de
supervivencia y de defensa, surgido para permitir a la persona responder ante
situaciones adversas con rapidez y eficacia. En ese sentido, es normal y
beneficioso para el individuo y su especie ya que aparece en medio de una
situación en la que se corre peligro.
Si somos honestos debemos confesar que alguna vez, o más de alguna vez,
hemos sentido miedo.
Hay miedos de siempre y de todos: el miedo al dolor, a la muerte, a la
guerra, a la destrucción, al vacío, a la nada, a los cambios, a los animales, a
la enfermedad, a lo desconocido, a cometer errores, al éxito, a tomar una decisión
equivocada, a no estar a la altura, al fracaso y a la pobreza.
Hay miedos de niños: al lobo, al coco, al diablo, a la oscuridad, a las
tormentas, y a ver que los mayores parecen miedosos. Hay miedos de adultos: a
la separación, a envejecer, a sentirse viejo, a que le vean, le crean o le
sepan anciano, miedo al deterioro, a la soledad.
Hay miedos actuales y temores locales: a lo que no se hace y se debe hacer;
a cuanto se hace debiendo no hacerse, a lo que se omite y lo que se comete; a
la delincuencia en cualquier nivel; a la corrupción con impunidad; al derroche;
a la incertidumbre; al hampa cuando abunda; a ser robado de bienes materiales y
de esperanzas; a salir de noche sin tener escoltas ni guardias privados; miedo
al desperdicio; a las tinieblas; pavor al cinismo, a la prepotencia; pánico a
que mueran muchas libertades o a que las transformen en libertinaje.
Ante estas situaciones corresponden varias actitudes. Una, la tendencia a
huir, a evadirse, a no pronunciarse, ni tomar partido, ni comprometerse por las
represalias, por las consecuencias, por el que dirán o lo que les harán. Otra,
el no preocuparse, el no sentir miedo cuando todo asusta.
Y la valiente: teniendo conciencia de lo que es el miedo y lo que provoca,
hacer un esfuerzo para superarlo y enfrentar al peligro para dominarlo.
Hay miedos infundados y miedos infundidos. Hay gente que le gusta meter
miedo, otros se hacen temer para darse a respetar; hay quienes inspiran miedo
para ocultar su cobardía. Hay personas que a punto de fijar su posición sobre
alguna situación, terminan diciendo otra cosa y cambian el tema, porque el
miedo les impide comprometerse.
Hay muchos que sienten mucho miedo, porque les asusta los muchos peligros
que nos amenazan, porque les aterra que nada se haga para darle solución,
porque aterroriza que se desoigan las voces de alerta y se desperdicien las
oportunidades.
El miedo en la cultura
Joanna Bourke, autora de El miedo: una historia cultural, revela que el
miedo como un sentimiento colectivo e individual, varía con las épocas y los
contextos históricos. Señala:
“Durante el siglo XIX, los temores relacionados con la muerte inminente
estaban estrechamente vinculados a los miedos acerca de cualquier tipo de vida
después de la muerte eventual así como relacionados con la inquietud sobre el diagnóstico
correcto del deceso. En nuestro tiempo, por el contrario, tendemos a
preocuparnos mucho más sobre el hecho que nos obliguen a permanecer vivos más
de lo debido –denegándonos la oportunidad de ‘morir con dignidad’.
“Es el personal médico, en vez de los clérigos, el que preside cada vez más
sobre el terror a la muerte. Los debates actuales sobre la eutanasia y la
muerte asistida están relacionados con estos cambios.”
Esta investigadora sostiene que el principal transmisor actual del miedo
son los medios de comunicación de masas, pero en todo caso se precisa de la
credulidad de la sociedad para que el pánico estalle.
Miedo escénico
Una de las angustias más temibles en el marco de las relaciones personales,
es el llamado miedo escénico, estado inhibitorio que reduce la efectividad
comunicacional e impide el desarrollo de las capacidades expresivas de los
afectados.
Es habitual entre personas que tienes que actuar ante una audiencia aunque
no pronuncien una palabra, músicos, bailarines, deportistas, entre otros. Esta
respuesta incluye manifestaciones de estrés, timidez y ansiedad, como
preocupación, tensión corporal, inhibición, y otras formas de alteración de la
normalidad en lo fisiológico, lo cognitivo y lo conductual.
Miedo en las artes
La novela de terror aparece en la segunda mitad del siglo XVIII, de la
tradición oral de antiguas leyendas, supersticiones y cuentos de miedo
ampliamente desarrollada en las sociedades rurales de todas las culturas.
A partir del siglo XIX constituye un género narrativo ampliamente cultivado
por autores como Edward Alan Poe, Howard Lovecraft e incluso Gustavo Adolfo
Bécquer.
Las películas de miedo han marcado toda una categoría en el Séptimo Arte,
generando personajes específicos, basados en la literatura, para retratar el
terror, como “Drácula”, el monstro “Frankenstein,” “el hombre lobo”, “La
momia,” y “el doctor Jekyll y míster Hyde”, entre otras, que han dejado huellas
en nuestro subconsciente y que sigue atrayendo a un público cada vez más
numeroso.
La cultura occidental, especialmente la medieval con sus interpretaciones
del Apocalipsis, ha elevado el miedo a categoría de arte.
La pintura, especialmente la contemporánea, ha retratado las angustias del
ser humano moderno. Un ejemplo, es la del pintor expresionista noruego, Edward
Munch en su emblemático cuadro El grito. que se encuentra en Oslo, en la
Galería Nacional de Noruega.
Miedo y formación militar
En los ámbitos castrenses, una buena parte del entrenamiento del soldado,
está orientado al control del miedo para de este modo formar oficiales y
comandos seguros de sí mismos a la hora de actuar. Para ellos se enfrentan a
escenarios que causan pavor, como arrastrarse debajo de alambre de púas bajo el
fuego de ametralladoras, explosiones, caminar sobre campos minados, guerra de
guerrillas, y combate cuerpo a cuerpo.
Miedo y religión
El miedo se encuentra inserto en los sistemas religiosos desde sus textos
fundadores. Algunos investigadores como el filósofo argentino Maximiliano
Korstanje, señala que la religión no es por sí misma generadora de temores o
angustias, pero sí lo es el discurso político al cual apelan para generar
adoctrinamiento. Dependiendo de las diferentes sociedades, los miedos comienzan
a actuar como narrativas protectoras que a la vez prohíben ciertas prácticas y
fomentan otras.
En la Edad Media, por ejemplo, las brujas representaban una grave afrenta
para el orden patriarcal vigente, no por lo que hicieran sino por el hecho que
la mayoría de ellas eran mujeres viudas o solteras las cuales habían heredado
una gran fortuna o vivían en extrema pobreza. Su condena social representaba
una forma correctiva que el mismo sistema utilizaba para establecer la hegemonía
en el orden económico patriarcal.
La religión cristiana hace mención del miedo en el Génesis. En concreto, el
miedo se convierte en atributo humano por causa del pecado original:
“Y llamo Dios al hombre, y le pregunto ¿dónde estás?
Y él respondió: “Oí tú voz en el huerto y tuve miedo, porque estaba
desnudo”
Las religiones monoteístas evidencian un tipo de miedo religioso típico: el
temor a Dios, y cada una, el judaísmo, el cristianismo y el islam, han
desarrollado una particular teología al respecto.
Ciertos cultos recurren a adoctrinar en el periodo de aprendizaje infantil
con amenazar de sufrimiento infinito y eterno si no se cree en sus postulados y
si no se cumplen sus normas. Otras, como el budismo se fundamentan directamente
en la necesidad de evitar el dolor y el sufrimiento, y por tanto, de manera indirecta,
tienen una especial relación con el miedo.
¿Es paradójico que las creencias nazcan del miedo?
¿No es la fe una manera de ponernos en manos de algo “superior” a nosotros
mismos, al miedo y aquello que lo produce?
¿Y usted, de qué tiene miedo?
* Periodista.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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