(…) El gran objetivo de la
campaña contrainsurgente guatemalteca era destruir todo pensamiento de
oposición. Pero como escribió Hanna Arendt, todos los esfuerzos de un estado en
hacer “desparecer sus oponentes en anónimo silencio” están destinados al
fracaso. El hecho de que el Señor Ríos Montt este ahora enfrentando juicio es
prueba de eso. Cuando se anunció la decisión del juez, la sala de la corte
estallo en júbilo. El dictador había
perdido
EL DICTADOR HA PERDIDO
Por Marvin Najarro
Esa es la percepción de la profesora de Harvard ante la respuesta del
público al anuncio del juez guatemalteco que ordenaba al antiguo dictador
enfrentar juicio por las acusaciones de crímenes de lesa humanidad que pesan
sobre él. Fue la respuesta, el castigo o condena moral, la demostración
irrefutable del fracaso de una diabólica campaña destinada a silenciar todo
vestigio de opinión contraria.
Todo esto y más es plasmado en un excelente artículo de opinión publicado
el 3 de febrero del 2013 en la edición electrónica del New York Times
escrito por la profesora de la Universidad de Harvard, Kirsten Weld, bajo el
título, “A Chance at Justice in
Guatemala” (Una oportunidad para la justicia en Guatemala) en el que se
enfocan aspectos relevantes al juicio histórico del primer ex presidente que
será enjuiciado en suelo americano, en sus propios tribunales y según dice
ella, por el máximo crimen.
Sin duda lo más importante del enfoque (aparte del historial del conflicto
armado y del papel que el acusado jugó en el mismo cuando era el presidente de
facto, así como también, después de la firma de los acuerdos de paz), es lo que
tiene que ver con las posibilidades reales de que en Guatemala se haga
justicia, se acabe con la impunidad y se establezca la supremacía de la ley,
pero también su análisis es muy relevante, en el sentido de que, el juicio a
Ríos Montt no resolverá las raíces socioeconómicas que originaron el largo conflicto armado interno, como tampoco,
resolverá las cuestiones relativas al poder político y económico en manos de
una elite muy reducida que resiste toda idea de distribución de la riqueza y de
compartir el poder en términos de igualdad. Acertadamente Weld considera que, “el juicio es el inicio de un proceso, no su
conclusión”. Se necesita lo que ella llama imaginación histórica
Según se desprende de lo escrito por Weld, Pérez Molina quien fuera electo
presidente de Guatemala en el 2011, podría también estar implicado en los
crímenes cometidos en el área del Triángulo
Ixil -el foco del juicio por genocidio- el operó en esa región “durante el
tiempo del gobierno de Ríos Montt”. Ella enfatiza la insistencia del Señor Pérez Molina de que, “no hubo genocidio”.
En parte del artículo ella se muestra realista y a la vez escéptica de que
el general reciba el justo castigo por la magnitud de los crímenes cometidos:
“Todavía, aún
si es encontrado culpable, el general nunca sufrirá un castigo proporcional con
sus supuestos crímenes. Él tiene 86 años de edad y es más probable que
permanezca bajo arresto domiciliario de que sea enviado a prisión. Como lo
señala el periodista guatemalteco Juan Carlos Lorca, ‘quizás él ha ganado ya’.
¿O quizás no? El gran
objetivo de la campaña contrainsurgente guatemalteca era
destruir todo pensamiento de oposición. Pero como escribió Hanna Arendt, todos
los esfuerzos de un estado en hacer “desparecer sus oponentes en anónimo
silencio” están destinados al fracaso. El hecho de que el Señor Ríos Montt este
ahora enfrentando juicio es prueba de eso. Cuando se anunció la decisión del
juez, la sala de la corte estallo en júbilo. El dictador había perdido
Juicios por violaciones a
los derechos humanos son medios imperfectos para ponerse en paz con el pasado.
Una guerra que mata sistemáticamente a civiles, silencia generaciones de ideas,
desplaza millones y enfrenta vecinos contra vecinos excede del todo las
fronteras de la imaginación jurídica.
Lo que entonces se necesita
es imaginación histórica. El juicio al señor Ríos Montt no corregirá las raíces
socioeconómicas del largo conflicto. No redistribuirá el poder y la riqueza celosamente
en manos de una pequeña minoría. Ni si quiera significará
que el imperio de la ley existe en Guatemala. El juicio es el inicio de un
proceso, no su conclusión.
Imaginación histórica, y el
record, sugieren que Guatemala no puede detenerse aquí. El señor Pérez Molina
ha estado presionando a Washington para
reanudar la ayuda al ejército de Guatemala, la cual fue suspendida debido a
preocupaciones con la situación de los derechos humanos en 1990. La
administración de Obama discretamente ha condicionado esa posibilidad a la
reforma del sistema judicial y el fin a la impunidad por crímenes horrendos.
Este juicio por sí solo no es suficiente para justificar la reanudación de la
ayuda a uno de los ejércitos más infames de América Latina.
En 1999, el presidente Bill
Clinton expresó arrepentimiento por el hecho
que Washington haya apoyado la represión en Guatemala, su administración desclasificó
miles de documentos para el uso de la Comisión por la Clarificación Histórica. Hoy
en día, la administración de Obama tiene otra oportunidad de corregir en parte
los errores históricos de los estados Unidos en América Central -apoyando las
iniciativas legales de Guatemala y siendo firme con los militares que no se han
movido más allá de su oscuro pasado.
El señor Pérez Molina y los
militares puede que estén satisfechos al permitir que un anciano patriarca del
terror de Estado sea sacrificado, desviando la atención de sus participaciones
en la atrocidades. Pero una vez se tira de una fibra, hasta el tejido más
compacto se puede desmarañar. Aun en
Guatemala, el arco de la historia puede inclinarse hacia la justicia”.
Kirsten Weld, profesora asistente de historia en Harvard, es la autora del
libro “Paper Cadavers: The Archives of Dictatorship in Guatemala” el
cual se publicará muy pronto.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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