¿Qué es lo que viene? Dentro
de 30 días habrá elecciones, en la cuales el sucesor de Chávez, Nicolás Maduro
con toda certeza prevalecerá contra una oposición que parece únicamente
aglutinarse con el propósito de luego venirse abajo. Pero en el largo plazo el
futuro todavía no está escrito. Mientras que nada es inevitable, sin embargo,
una gran mayoría de venezolanos pobres y radicalizados les dirán a ustedes que
ellos no darán ni un paso atrás, un simple paso atrás, no volverán, they shall
no return. Y ellos lo dicen con una profunda convicción.
NI UN PASO ATRÁS
Por George Ciccariello-Maher
Preparándose para una
Venezuela post Chávez
Hugo Chávez ya no está más, y sin embargo la importancia simbólica del
presidente venezolano que excedió a su persona física en vida, al proveer un
punto de condensación alrededor del cual se fusionaron las luchas populares,
continuara inevitablemente funcionando mucho tiempo después de su muerte. No es
por nada que las palabras del gran cantor revolucionario Alí Primera están en
la punta de muchas lenguas:
Los que mueren por la vida
no pueden llamarse muertos
—
Those who die for life
cannot be called dead.
Un revolucionario de pies
descalzos
Hugo Chávez era un muchacho pobre del campo, lo que dice mucho a cerca de
lo que ustedes necesitan saber de él. Pies descalzos, choza de barro,
perpetuamente tostado por el sol, extrayendo duras lecciones y una fuerte dosis
de audacia de las experiencias de la vida diaria, en esa parte de los llanos venezolanos que se estrellan
abruptamente en la impresionante cordillera de los Andes.
Mientras que la política estaba en el suelo bajo sus pies y en las
interacciones sociales de su diaria existencia, los primeros contactos con la
política revolucionaria de Chávez se dieron a través de su hermano mayor, Adán,
miembro de la todavía clandestina organización guerrillera, Partido de la Revolución
Venezolana (PRV). Fue el PRV que rehusó intransigentemente bajar de las
montañas en las postrimerías de la década de los 60, cuando el Partido Comunista Venezolano decidió
retirarse de la lucha armada, y fue también el PRV, más que ninguna otra organización, el que resistió la ortodoxia
Marxista excavando bajo la sombrilla del “Bolivarianismo” las tradiciones
revolucionarias venezolanas y latinoamericanas.
Por medio de su hermano Adán, el joven Chávez fue imbuido con el legado de
esta lucha guerrillera venezolana y sus aspiraciones, un portentoso y necesario
contrapeso a la doctrina oficial que el aprendería en la academia militar. Pero
aun todavía como soldado, Chávez fue siempre un irreverente hasta la medula, y
no pasaría mucho tiempo antes que empezara a organizarse con otros oficiales
radicales. Eventualmente la agrupación de conspiradores sería
llamada el MRB-200, el Movimiento Revolucionario Bolivariano, y no fue un
asunto puramente militar, evolucionando en un cercano contacto con la guerrilla
revolucionaria comunista del PRV y de otras partes.
La vieja Venezuela
La vieja Venezuela no existe más. El antiguo
régimen venezolano fue uno de auto profesada armonía, y cultivó este
mito hasta el final. Para los expertos en política, esto se traducía como el
“excepcionalísimo venezolano”: en un mar turbulento y de dictaduras, únicamente
el permanecía relativamente estable y “democrático”. Pero era una armonía que
tenía como premisa la invisibilidad de la mayoría, y una estabilidad
manufacturada a través de la incorporación y neutralización de todos y cada uno
de los movimientos opositores. Aquellos que se rehusaban, que no cedían eran
asesinados o encarcelados en los gulags de esta democracia “excepcional”.
Cuando Hugo Chávez intentó en 1992,
derrocar por primera vez al
gobierno de Carlos Andrés Pérez, él estaba atacando a una democracia en nombre
solamente. Décadas de gobiernos dirigidos por dos partidos habían creado un
sistema totalmente insensible a las necesidades de las vastas mayorías, y
cuando los pobres se revelaron durante la crisis económica, en la “década
perdida” de los años 1980, el gobierno los reprimió brutalmente. En tan solo el
más espectacular de los muchos momentos de resistencia, la semana de la
rebelión de 1989 conocida como el Caracazo, entre 300 y 3,000 personas fueron
asesinadas al ordenar, Pérez, a los militares que “restauraran el orden” en los
barrios pobres que rodean Caracas y otras ciudades venezolanas.
Fue esta rebelión más que ninguna otra, y la represión que desató, lo
que condujo, o mejor dicho forzó, a
Chávez y otros a intentar un golpe con el respaldo de los movimientos
revolucionarios de base, y fue este golpe más que ningún otro evento lo que condujo a su eventual elección en
1998. Finalmente alguien se había levantado,
y cuando Chávez prometió en la televisión nacional de que “por ahora, for now”, las conspiradores habían únicamente
fracasado, él estaba efectivamente prometiendo, como lo hizo Fidel Castro hacia
40 años, que la historia lo absolvería.
La nueva Venezuela
En muchas maneras, lo es. Bajo la mirada de Chávez, Venezuela se ha vuelto
más igualitaria, de hecho el país más igualitario de América Latina de cuerdo
al coeficiente Gini de la distribución del ingreso. La pobreza ha sido reducida
significativamente, y la extrema pobreza casi que erradicada. El analfabetismo
ha sido eliminado y el acceso a la educación aun para los venezolanos más
pobres es gratuito hasta el nivel universitario. El cuidado médico es gratuito
y universal. A pesar del catastrófico leguaje de la oposición venezolana y de
la prensa extranjera, la economía esta fuerte, y ha sorteado la crisis
económica global mejor que la mayoría (notablemente, los Estados Unidos).
Sin embargo, más importante que la mejora en las condiciones sociales de la
mayoría de venezolanos, son las
transformaciones políticas que el
Estado venezolano y el pueblo han experimentado, transformaciones que todavía
están lejos de ser completas. Este no fue un simple gobierno populista que buscó la
compra de votos a través de las dadivas, sino un gobierno radicalmente
democrático que buscó a menudo, a pesar de sus propias tendencias autocráticas,
darle poder al pueblo para intervenir desde abajo como verdadero “protagonista”
de la historia. A través de los consejos comunales, cooperativas, comunas, y
milicias populares, el gobierno venezolano radicalmente le ha dado poder a las
organizaciones de base radicales, aunque no sin la resistencia de sus propios
burócratas.
Pero estos logros no pertenecen solamente a Chávez, y de hecho, no
pertenecen a Chávez en absoluto. Mucho antes que Chávez, estuvieron los
movimientos revolucionarios que trataron, fracasaron, y trataron mejor,
generando las experiencias, organizaciones, y perspectivas que eventualmente
propulsarían a Chávez al timón de un Estado que había perdido toda
credibilidad. Cualquier celebración que presente a Chávez como un salvador es
un insulto al pueblo que él tuvo siempre en alta estima y cuyas órdenes él
siguió.
Inversamente, algunos mal informados izquierdistas lo acusaban de no haber
sido lo suficientemente revolucionario, por no moverse con suficiente rapidez
hacia el socialismo: la revolución de una vez y por todas o nada. Otros,
tomando aquí una página de los liberales, lo atacaban por ser autoritario,
autocrático, y antidemocrático. Pero todo esto erra en el punto más fundamental:
Que Chávez no es la revolución venezolana. Si fallamos en entender el por qué
millones de venezolanos están hoy de duelo, entonces voluntariamente hemos
abandonado cualquier esfuerzo serio en entender lo que está pasando en
Venezuela.
Un demócrata combativo
Aún como presidente, siempre afloró a través
de la apariencias de urbanidad del liderazgo político el lado campestre de
Chávez: como cuando el espontáneamente irrumpía entonado un canto llanero, hablaba en parábolas y refranes del campo, o cuando durante las
transmisores televisivas en directo atacaba brutalmente a oponentes y aliados
por igual. También podría decirse que su paradójico autoritarismo democrático
era un legado del campo: profundamente respetuoso del pueblo y fervientemente
igualitario, el no aceptaba el no como respuesta cuando se trataba de
revolucionar al país. Mientras que Chávez había soñado por mucho tiempo con
ser un pitcher de liga mayor, su apodo de niñez, látigo, the whip, describía su actitud hacia la política al menos
como describía también su bola rápida.
Pero esta contradicción no era propia de
él: democracia directa y democracia representativa son raras veces los
compasivos aliados que sus nombres podrían sugerir, y una de las aparentes
paradojas de la Revolución Bolivariana es que
ha recibido un firme empujón desde
arriba para aclarar la senda a una participación radicalmente democrática desde abajo. Esto es lo que los críticos
de Chávez y de la Revolución Bolivariana quieren decir cuando sugieren que él
se ha llevado por delante el mecanismo de “controles democráticos”, fallando en
notar que tales impedimentos institucionales, por muy justificables que sean,
están muchas veces lejos de ser democráticos.
Como resultado, parece que los
dos bandos hablan diferentes lenguajes: por un lado, el que parece incluye al
congresista Republicano Ed Royce despidió a Chávez con un pronto “hasta nunca”,
el líder fue un dictador autoritario. Sin embargo, tales aseveraciones vienen
como sorpresa a los Chavistas, quienes lo han elegido muchas veces,
repetidamente escogiendo el camino de un proceso revolucionario cada vez más
radical, y quienes están prontos a señalar la contradicción entre su voluntad y
los límites de plazo. A muchos venezolanos pobres, también, les causó sorpresa
la indignación suscitada cuando Chávez se
refirió a George W. Bush como el “diablo” o “burro”.
Los pobres raramente captan el papel de la cortesía en política, viéndola en su
lugar intuitivamente pero correctamente como el ámbito de fuerzas opositoras
poderosas, “ustedes están con nosotros o ustedes están en contra de nosotros”
del propio Bush.
La naturaleza maniqueista de la política
venezolana en los años recientes es innegable, pero sería muy aconsejable que reconociéramos,
con Frantz Fanon, que esta división entre ellos y nosotros, Chavistas y escuálidos (o más recientemente,
majunches), fue más una reflexión de una realidad estructural que una falta de
Chávez o de la Revolución. Cuando los venezolanos de la elite empezaron a
lamentar la desaparición de la “armonía” venezolana, lo que ellos realmente
querían decir era que, de repente, venezolanos pobres y de piel oscura habían
aparecido, haciendo sentir su presencia, e inclusive habían asumido el manto
del gobierno como un mecanismo de presión para sus demandas.
Chávez ciertamente
flirteo con el maniqueísmo para movilizar al pueblo en la lucha, pero este
maniqueísmo también llegó a él, por razones fenotípicas como también por razones políticas: piel
oscura, con una nariz ancha y orejas largas, “con su misma imagen” Chávez había
alborotado la colmena de la armonía social … Su imagen incomoda a las mujeres ricas de Cuaratimare.” Chávez y
sus partidarios han sido por mucho tiempo racializados en términos que serían
un escándalo en cualquier otra parte: mono, negro, chusma, horda, turba. El
racismo abierto explotó durante el golpe de Estado que depuso a Chávez
por menos de dos días, forzándolo en muchas maneras a recocerlo públicamente,
en un país que ha celebrado a menudo el mestizaje
he insistido de que en Venezuela no existe el racismo. Al final, este
maniqueísmo se ha convertido en el motor más importante del proceso
revolucionario, unificando a la gente contra el enemigo común y preparándolos
para las luchas que se avecinan.
Yo estaba supuesto a reunirme con Hugo Chávez,
pero el canceló la reunión en el último minuto. Su
imprevisibilidad se originaba de una combinación de cuestiones de seguridad y
un deseo irreprimible de hacerlo todo el mismo. A diez pies de distancia fue lo
más cerca que estuve de él, inundado en un torrente sin parar de Chavistas
vestidos de rojo en la Avenida Bolívar en el 2007, cuando el ahora fallecido
presidente pasó subido sobre un camión.
Cuando él pasaba, me acerqué y ejecute mi expresión Chavista favorita:
golpeando la palma de mi mano con el puño para simbolizar la brutal aporreada
de la oposición. Como si confirmando la centralidad del combate en una
Revolución que lo sobrevivirá a él, él me miró e hizo lo mismo.
La revolución no
dará marcha atrás
¿Qué es lo que viene? Dentro de 30 días habrá elecciones, en la cuales el
sucesor de Chávez, Nicolás Maduro con toda certeza prevalecerá contra una
oposición que parece únicamente aglutinarse con el propósito de luego venirse
abajo. Pero en el largo plazo el futuro todavía no está escrito. Mientras que
nada es inevitable, sin embargo, una gran mayoría de venezolanos pobres y
radicalizados les dirán a ustedes que ellos no darán ni un paso atrás, un simple paso atrás, no volverán, they shall no return. Y ellos lo dicen con una profunda
convicción.
Esta es una garantía revolucionaria
que nunca ha dependido solamente en la
figura de Chávez. Como
lo escribo en la introducción de mi próximo libro We Created Chávez:
"La Revolución
Bolivariana no es a cerca de Chávez. Él no es el centro, la fuerza motora,
tampoco el genio revolucionario individual sobre quien depende todo el proceso
o en quien encuentra una inspiración cuasi divina. Parafraseando al gran teorista
e historiador trinitario C.L.R. James: Chávez al igual que el revolucionario
haitiano, Toussaint L’Ouverture, “no hizo la revolución. Fue la revolución la
que hizo a Chávez. O, como me dijo un organizador venezolano, Chávez no creo el
movimiento, nosotros lo creamos a él”.
En 1959, Frantz Fanon declaró irreversible a la Revolución de Argelia, a
pesar del hecho de que el país no ganaría la independencia formal por otros
tres años. Estudiando de muy de cerca la transformación de la cultura argelina
durante el curso de la lucha y la creación de lo que el llamó una “nueva
humanidad”, Fanon tenía la certeza de que se había alcanzado un punto de no
retorno, escribiendo que:
“Un ejército puede en cualquier momento reconquistar el terreno perdido,
pero ¿cómo puede ser reimplantado el complejo de inferioridad, el temor, la
desesperanza del pasado en la consciencia de la gente?
En una revolución, no hay garantías, y no existe algo que diga que la
dialéctica histórica no pueda ser doblegada hacia atrás, golpeada y
ensangrentada. El punto es simplemente que para las fuerzas de la reacción no
será una tarea sencilla hacerlo así. Hace mucho tiempo, el pueblo venezolano se
puso de pie, y es difícil sino imposible decirle a un pueblo que se ha
levantado que se doblegue y se arrodille de nuevo.
Traducido del inglés por Marvin
Najarro
George
Cicariello-Maher, enseña teoría política en
Drexel University en Pensilvania. Él es autor del libro We Created Chávez: A People’s History of the Venezuelan
Revolution (Duke University Press, May 2013), y puede ser contactado a gjcm(at)drexel.edu.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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