Las recientes multitudinarias protestas que están teniendo lugar en Turquía
y que amenazan seriamente la estabilidad del autoritario, represivo y servil
gobierno neoliberal, con rostro islámico, de Recep
Tayyip Erdogan y de su partido Justicia y Desarrollo (AKP), más que demostrar
la inconformidad y la repulsa de los ciudadanos turcos con la demolición de uno
de las pocas áreas verdes que quedan en Estambul, son en el fondo protestas que tienen que ver con el papel
desempeñado por Erdogan como fiel caballo del neoliberalismo privatizador de
occidente, pero sobre todo, y aunque de esto los medios de prensa occidental no
divulgan nada al respecto, es su postura pro imperialista en el conflicto en
Siria, actitud que es rechazada por la mayoría del pueblo turco. Turquía aun no
siendo parte de la Unión Europea -ha sido rechazada por Francia y Alemania- es
miembro de la OTAN y con 24 bases militares de esa organización en su
territorio, más su posición geoestratégica con relación al Medio Oriente, la
convierten en la herramienta apropiada, el policía de la OTAN, para los planes
intervencionistas neocoloniales de las potencias occidentales en la región,
papel que Turquía bajo el gobierno de Erdogan ha cumplido con gusto, primero en
Libia, ahora en Siria y luego probablemente cuando le llegue el turno a Irán.
Después de dejar caer la máscara de su política de “cero problemas” con sus
hermanos musulmanes de la región, el gobierno turco de Erdogan al momento de
estallar la crisis en Siria no perdió tiempo para aliarse con los planes
imperialistas de EEUU y la OTAN, exigiendo en concordancia con los deseos de
estos, la renuncia de Assad quien de no obedecer enfrentaría graves
consecuencias. Tras los últimos eventos en Siria, el gobierno del asediado Assad
parece estar recuperando el terreno perdido, mientras que los últimos
acontecimientos en Turquía parecen estar erosionando el poder de Erdogan, a
quien ahora los cientos de miles de ciudadanos turcos descontentos con el abuso
de poder y el entreguismo y el nuevo otomanismo de este, le están exigiendo la
renuncia.
TURQUIA: EL POLICÍA DE
LA OTAN EN EL MEDIO ORIENTE
Por Mostafa Zein
Global Research, agosto 15, 2011
Los Nuevo Otomanos, el brazo
de la OTAN
La reputación de Turquía no tiene que ver con la
historia de su imperio, a pesar de las teorías de su Ministro de Relaciones Exteriores, Ahmet
Davutoglu, y de los intentos de renovación del Otomanismo y de retornar a las
raíces del país y a su vecindario después de la ilusión del exilio en Europa.
Tampoco su reputación tienes que ver con la historia de su ejército que la
gobernó y reafirmó “su secularismo
y su democracia” hasta que el Partido Justicia y Desarrollo (AKP, Adalet ve
Kalkinma Partisi) llegó al poder,
tampoco de la opresión a los kurdos prohibiéndoles hablar su propia lengua.
La reputación y el poder de Turquía tienen que
ver con el hecho de ser la segunda fuerza militar en la Alianza del Atlántico
Norte (OTAN). En otras palabras, es el brazo de Europa y de Estados Unidos en
el Medio Oriente, por no decir el policía
encargado de resguardar los intereses de Occidente, sin ser aceptado en
la Unión Europea a causa de su antigua y moderna historia islámica. Es bien
conocida la presión que los Estados Unidos ha ejercido sobre la UE en favor de
Ankara y que Francia y Alemania han sido los que más se han opuesto a su
admisión dentro de la Unión Europea.
El policía del Medio Oriente tampoco fue aceptado
en la región cuando los militares controlaban su destino político y habían
adoptado una senda opuesta a las causa árabes, con la causa Palestina como su
vanguardia. De hecho, los militares de Turquía fueron tan lejos, como sellar
una alianza estratégica con el Estado hebreo con el objeto de confrontar
cualquier intento de un levantamiento árabe.
Esta historia reciente no ha podido ser borrada
por el líder del partido gobernante (AKP), Recep Tayyip Erdogan. Sus posturas sobre Shimon Peres en el foro de Davos,
al igual que su postura en la guerra de Gaza, fueron tan solo intentos en
distinguirse de los europeos y norteamericanos buscando demostrar que él tenía
un rol regional que jugar, sin que esto significara apartarse de los intereses
de ambos, especialmente cuando se trata de cuestiones que impactan directamente
su propia situación doméstica, tal el caso de su postura en la guerra de Iraq.
Con base en tal postura, Erdogan empezó a
comportarse, desde el primer día de los eventos en Siria, como si fuera un
“asunto interno de Turquía”. De este modo y sobre esta base el procedió a poner
en práctica sus políticas. El organizó conferencias de la oposición siria y adoptó sus slogans. Además contribuyó a moldear a una opinión
pública árabe e internacional opuesta al régimen sirio, haciendo uso de la
presencia de los desplazados de Jisr
Al-Shughur en suelo turco en las proximidades de la frontera siria.
Erdogan se encargó de coordinar cada uno de sus
pasos con los Estados Unidos y Europa, convencido que el régimen sirio estaba
condenado a caer, apostando a jugar un papel en darle forma a otro régimen que
sucedería al de Assad, y presentándose el mismo como un modelo islamista
“democrático” aceptable a occidente. Y después de que los eventos se han
desarrollado y llegado hasta la actual situación en Siria, él fue
sistemáticamente usado por los estadounidenses para transmitirle mensajes a
Assad –mensajes que se podrían resumir como, “reformar ahora o dejar el poder”.
Él está muy consciente de que tal condición no puede ser cumplida. La violencia
no parará, ya que ha
traspasado la fase de confrontación entre las fuerzas de seguridad y las
protestas pacíficas de los manifestantes convirtiéndose en una lucha entre los
combatientes armados a quienes Damasco califica de “terroristas” y el ejército
de Siria. Otra razón es que, en este momento la reforma no es posible en Siria,
como tampoco lo sería en ningún otro
país. Además, las promesas hechas por Assad y las leyes que está redactando no
están siendo aceptadas por la oposición, como tampoco por los países de
occidente quienes las consideran una “provocación”, como lo expreso el Ministro
de Relaciones Exteriores de Francia, Alain Juppé.
No es verdad que Davutoglu no le haya transmitido
a Assad el mensaje de EEUU. Y no es verdad que la advertencia dirigida a él por
Erdogan de “reformar dentro de 15 días o enfrentar terribles consecuencias”
fuera una advertencia de Ankara solamente. Más bien, tal advertencia resume las
posturas de los europeos y los norteamericanos, como también las de los árabes,
pero con una elocuencia turca islámica la cual ambos occidente y el oriente
entienden muy bien. Además, los Estados Unidos, por muchas razones, preferirían
arribar a un consenso por medio de la “comunidad internacional, incluyendo a
los países árabes”, siendo la más importante el hecho de no querer tomar
decisiones “unilateralmente. Ciertamente, los EEUU han aprendido de su
experiencia en Iraq. Y aquí lo tenemos con las fuerzas de la OTAN y el apoyo de
algunos países árabes haciendo la guerra en Libia, sin cargar el solo con la
culpa por la matanza de civiles y por el fracaso de la guerra en derrocar a
Gaddafi y propagar la democracia.
Turquía se está preparando para liderar el cambio
en Siria y el Medio Oriente, creyéndose
estar cualificada para hacerlo así. Efectivamente, es aceptable para
ambos el Mundo Musulmán y Occidente, y sus relaciones con Israel ya no
representan un obstáculo después de que “la amenaza del Estado hebreo se ha
disipado”, sumándole a esto el hecho de que su situación es ideal para
confrontar a Irán y su influencia.
Turquía ha retornado a la región por la puerta de
Siria, y tiene la ambición de consagrar su estatus de liderazgo cambiando a un
régimen que no está de acuerdo con su “islamismo democrático”, como tampoco con
su papel del brazo de la OTAN. En cuanto a las legítimas y urgentes demandas
del pueblo sirio, ni Erdogan, ni los Estados Unidos, ni Europa, las cumplirán.
Traducido del inglés por Marvin Najarro
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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