¡Ah, risa más tremenda la nuestra! ¿Bolívar?
Pero si a Bolívar los bogotanos devotos de Santander lo apodaban “Chorizo” y se
reían de él… ¿San Martín? Pero sin un cura le quitó el “San” en el púlpito y lo
dejó en Martín a secas a lo que don José respondió quitándole una sílaba
también a él y dejándolo de Padre Zapata, que se llamaba, en Padre Pata, so
pena de la vida si firmaba de otro modo…
Lector amigo: ¡qué viva la risa!
“REIR LLORANDO” DECÍA EL VATE...
Por Manuel José Arce
De la serie Pensando Tonterías V
Nos reímos para
no llorar, para no ahogarnos entre el Motagua de la amargura y…porque no nos
queda otra salida cuando tanto se han reído y burlado de nosotros. Nos reímos
con la risa tímida y humilde, que pide perdón, del que aparece siempre como el pagapedos de todos. Nos reímos por
rebeldía. Nos reímos por inspirar lástima. Nos reímos con la risa de los
oprimidos y de las calaveras. Nos reímos subversivamente, con rabia detrás de
la risa. Nos reímos por masticar siquiera la risa, cuando no hay otro bocado
que llevarnos a la boca. Nos reímos cuando les descubrimos el naipe bajo la
manga a los malos prestidigitadores de la historia y la política. Nos reímos
para hacernos los muy machos, los muy enteros y para que no se nos echen de ver
las lágrimas. Y no creemos en nada.
Porque
cuando don Federico Hernández de León decía que Tecún Umán era un indio bruto,
se estaba riendo como un bufón, frente a Ubico
-su patrón- que se había
identificado con Tonatiu (además de Napoleón) y quiso ser el último Capitán
General (con todo y su palacio neobarroco) “destos Reynos de Goathemala”. Por
el contrario, la Revolución recuperó el valor “indígena” y el tata Tecún dejó
de ser visto como el indio bruto (en ese tiempo no se quería ver como brutos a
los indios), sino como el héroe frente al poder extranjero, porque tal era la
mística revolucionaria frente al poder de la United Fruit Company.
Eso han
sido y son nuestros héroes: imágenes usadas, manipuladas o atacadas por los
regímenes de turno, para manejar la emotividad colectiva, mientras quién sabe
qué cosas ocurren de espaldas al pueblo. Y lo mismo para hasta con las imágenes
religiosas, los símbolos, las instituciones y todo.
Otra cosa
es que tratamos siempre de destruir las imágenes triunfantes que podamos tener
y que podamos admirar. Desplazamos a los héroes y rendimos culto a los mártires
(y no siempre a los mártires). Estamos siempre bajo la dolorosa estatua del
vencido. Y denigramos a nuestros escasos vencedores. Como que quisiéramos
castrar a nuestro pueblo para mejor uncirlo a la carreta. ¿Cuál es el delito
del Gran Lengua, El Moya Miguel Arcángel…? El haber sido un desterrado que se
volvió vencedor. El de haber sido un borracho que dejo de beber. El de no
haberse ahogado entre la atmósfera provinciana, mezquina y anuladora. El de
haber ganado el Premio Lenin y el Premio Nobel. Estaríamos más a gusto si
hubiera sido asesinado, si se hubiera muerto como Neco Galicia, si se hubiera
quedado en la discreta penumbra de César Brañas. Si se hubiera dejado olvidar
como Arévalo Martínez (a pesar de su genialidad).
Si se
hubiera mediatizado como don Alberto Velásquez, tras un escritorio de banquero.
Pero como triunfó, entonces tenemos que negarlo, que destruirlo. Pero lo
fregado es que Jeremías-Chirimoyas Moyas, también era chapín, también se reía y
se está riendo ahora -diente
pelado- en Pére Lachaise, con los ojos
abiertos y con la mano haciendo la mala seña para todos los que aquí lo han
negado.
“Racarrarraca”,
con cuyo apodo los liberales ridiculizaban a Rafael Carrera, es uno de los
pocos vencedores que tiene Guatemala. Y no nos gustó, aparte es que haya sido
conservador. Lo que no nos gusta es que haya sido vencedor. Y ahí está la historia (¿cómo no vamos a
reírnos de la historia?) echándole toneladas de basura encima.
Mateo Flores
es otro vencedor. Y allí está sin poder entrar al estadio que lleva su propio
nombre, trabajando de “caddy” para que jueguen golf unos señores.
Este es un
diálogo de risas. Los de arriba se burlan y se ríen de los de abajo. Los de
abajo les gritan “chujúúúú!” y se ríen de los de arriba. Y a cada estatua que
erigen los de arriba, los de abajo le traban su apodo. Y cada uno que se
encarama a la punta de la pirámide, los de abajo le sacan su chiste, sus
chistes y sus apodos también. Solo por joder, por no dejarse joder ya tan de al
tiro.
¡Ah, risa
más tremenda la nuestra! ¿Bolívar? Pero si a Bolívar los bogotanos devotos de
Santander lo apodaban “Chorizo” y se reían de él… ¿San Martín? Pero sin un cura
le quitó el “San” en el púlpito y lo dejó en Martín a secas a lo que don José
respondió quitándole una sílaba también a él y dejándolo de Padre Zapata, que
se llamaba, en Padre Pata, so pena de la vida si firmaba de otro modo…
Lector
amigo: ¡qué viva la risa!
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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