sábado, 31 de agosto de 2013

REIR LLORANDO


¡Ah, risa más tremenda la nuestra! ¿Bolívar? Pero si a Bolívar los bogotanos devotos de Santander lo apodaban “Chorizo” y se reían de él… ¿San Martín? Pero sin un cura le quitó el “San” en el púlpito y lo dejó en Martín a secas a lo que don José respondió quitándole una sílaba también a él y dejándolo de Padre Zapata, que se llamaba, en Padre Pata, so pena de la vida si firmaba de otro modo…
               
Lector amigo: ¡qué viva la risa!



“REIR LLORANDO” DECÍA EL VATE...


Por Manuel José Arce

De la serie Pensando Tonterías V

Nos reímos para no llorar, para no ahogarnos entre el Motagua de la amargura y…porque no nos queda otra salida cuando tanto se han reído y burlado de nosotros. Nos reímos con la risa tímida y humilde, que pide perdón, del que aparece siempre como el pagapedos de todos. Nos reímos por rebeldía. Nos reímos por inspirar lástima. Nos reímos con la risa de los oprimidos y de las calaveras. Nos reímos subversivamente, con rabia detrás de la risa. Nos reímos por masticar siquiera la risa, cuando no hay otro bocado que llevarnos a la boca. Nos reímos cuando les descubrimos el naipe bajo la manga a los malos prestidigitadores de la historia y la política. Nos reímos para hacernos los muy machos, los muy enteros y para que no se nos echen de ver las lágrimas. Y no creemos en nada.

Porque cuando don Federico Hernández de León decía que Tecún Umán era un indio bruto, se estaba riendo como un bufón, frente a Ubico  -su patrón-  que se había identificado con Tonatiu (además de Napoleón) y quiso ser el último Capitán General (con todo y su palacio neobarroco) “destos Reynos de Goathemala”. Por el contrario, la Revolución recuperó el valor “indígena” y el tata Tecún dejó de ser visto como el indio bruto (en ese tiempo no se quería ver como brutos a los indios), sino como el héroe frente al poder extranjero, porque tal era la mística revolucionaria frente al poder de la United Fruit Company.

Eso han sido y son nuestros héroes: imágenes usadas, manipuladas o atacadas por los regímenes de turno, para manejar la emotividad colectiva, mientras quién sabe qué cosas ocurren de espaldas al pueblo. Y lo mismo para hasta con las imágenes religiosas, los símbolos, las instituciones y todo.

Otra cosa es que tratamos siempre de destruir las imágenes triunfantes que podamos tener y que podamos admirar. Desplazamos a los héroes y rendimos culto a los mártires (y no siempre a los mártires). Estamos siempre bajo la dolorosa estatua del vencido. Y denigramos a nuestros escasos vencedores. Como que quisiéramos castrar a nuestro pueblo para mejor uncirlo a la carreta. ¿Cuál es el delito del Gran Lengua, El Moya Miguel Arcángel…? El haber sido un desterrado que se volvió vencedor. El de haber sido un borracho que dejo de beber. El de no haberse ahogado entre la atmósfera provinciana, mezquina y anuladora. El de haber ganado el Premio Lenin y el Premio Nobel. Estaríamos más a gusto si hubiera sido asesinado, si se hubiera muerto como Neco Galicia, si se hubiera quedado en la discreta penumbra de César Brañas. Si se hubiera dejado olvidar como Arévalo Martínez (a pesar de su genialidad).

Si se hubiera mediatizado como don Alberto Velásquez, tras un escritorio de banquero. Pero como triunfó, entonces tenemos que negarlo, que destruirlo. Pero lo fregado es que Jeremías-Chirimoyas Moyas, también era chapín, también se reía y se está riendo ahora  -diente pelado-  en Pére Lachaise, con los ojos abiertos y con la mano haciendo la mala seña para todos los que aquí lo han negado.

“Racarrarraca”, con cuyo apodo los liberales ridiculizaban a Rafael Carrera, es uno de los pocos vencedores que tiene Guatemala. Y no nos gustó, aparte es que haya sido conservador. Lo que no nos gusta es que haya sido vencedor.  Y ahí está la historia (¿cómo no vamos a reírnos de la historia?) echándole toneladas de basura encima.

Mateo Flores es otro vencedor. Y allí está sin poder entrar al estadio que lleva su propio nombre, trabajando de “caddy” para que jueguen golf unos señores.

Este es un diálogo de risas. Los de arriba se burlan y se ríen de los de abajo. Los de abajo les gritan “chujúúúú!” y se ríen de los de arriba. Y a cada estatua que erigen los de arriba, los de abajo le traban su apodo. Y cada uno que se encarama a la punta de la pirámide, los de abajo le sacan su chiste, sus chistes y sus apodos también. Solo por joder, por no dejarse joder ya tan de al tiro.

¡Ah, risa más tremenda la nuestra! ¿Bolívar? Pero si a Bolívar los bogotanos devotos de Santander lo apodaban “Chorizo” y se reían de él… ¿San Martín? Pero sin un cura le quitó el “San” en el púlpito y lo dejó en Martín a secas a lo que don José respondió quitándole una sílaba también a él y dejándolo de Padre Zapata, que se llamaba, en Padre Pata, so pena de la vida si firmaba de otro modo…
               
Lector amigo: ¡qué viva la risa!









Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.


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