“15 de Septiembre:
Fecha hermosa. La nación/ su noble pendón levanta/ y todo sonríe y canta/ a los
pies de ese pendón/”. Y el poemita explica luego didácticamente: “No fue el
rugiente cañón/ ni el exaltado guerrero/ quienes en combate fiero/ nos dieron
la Independencia:/ fue la ley de la conciencia/ y no el filo del acero”. Y
entre las bellas rimas de la décima se pierden hacia el olvido todos los
luchadores anónimos que sufrieron cárceles, destierros y muerte en las luchas
previas al tibio 15 de Septiembre, para cuya celebración ya empiezan a ensayar
los escolares…
“LIBERTAD 15 DE
SEPTIEMBRE…”
Por Manuel José Arce
(De la serie Pensando
Tonterías VI)
Lindos los versos del poeta dedicados al 15 de
Septiembre: “Fecha hermosa. La nación/
su noble pendón levanta/ y todo sonríe y canta/ a los pies de ese pendón…” Hermosos,
digo. Pero falsos. Nada tan falso como la independencia del 15 de Septiembre,
asentada en un acta timorata, ambigua, de puro palanganeo y pastelería. No hubo
ningún pudor para asentar en ella que nuestros próceres se veían obligados a
declarar la Independencia antes de que el pueblo la proclamase por sí mismo.
¡Qué miedo le tenían al pueblo! Qué gana de mantenerlo al margen de la vida del
naciente país. Que falsa la libertad.
Y esa Independencia lograda así no podía
desembocar en otra cosa que la inmediata anexión a México. No aguataban a vivir
nuestros patricios si no era al pie de un trono, de una “testa coronada”.
Apenas supieron que en México se había proclamado emperador Agustín de
Iturbide, ni tardos ni perezosos, corrieron a obsequiarle la soberanía de
Centroamérica, a cambio del dudoso honor que el heredero imperial se llamase “Príncipe de Guatemala” y que dejase
caer, como al descuido, algunos títulos entre los ilustres “repúblicos”
chapines.
Falso nuestro pobre 15 de Septiembre…
En cambio, la verdadera acta de independencia,
la de 1823, de esa nadie se recuerda, a esa nadie la conmemora. ¿Por qué?
Porque en esa sí había, al menos, una actitud definida.
Esta es la hora en la que no sé quién es
Morazán: si el redentor que pregona la historia liberal o el saqueador que
afirma la historia conservadora. Si el
mártir que fue fusilado en Costa Rica por haber pretendido hacer la unión de
Centroamérica o el aventurero que antes había roto esa misma unión con sus
incursiones depredadoras por diversas regiones del Istmo. Ni sé tampoco quién
es Rafael Carrera, si el bandolero ignorante que llegaba al poder como un
instrumento de los curas y de los conservadores y que se impone como dictador
sobre sus antiguos aliados, o bien es el que consolida un territorio para
Guatemala en el momento cuando la arrebatiña y la fragmentación amenazan con
dejar a este pedazo de país sin un palmo de suelo. No sé, tampoco, quién es
Justo Rufino Barrios, si el impoluto Reformador que Ubico adoraba hasta el
delirio, que pone a Guatemala al día en su época y que crea instituciones
capitalistas que hacía mucho tiempo debieron existir en este país, o si el
dictador torpe, rodeado de políticos ilustrados, que -según testimonio de su antiguo partidario
don Lorenzo Montúfar- se empecinaba en
romper los hilos de seda de una amplísima Constitución, hecha a su medida como
jaula comodísima para un tigre salvaje y sanguinario.
No sé. No sé nada. Entre más leo y releo las
diferentes versiones de la que llamamos Historia Patria, menos sé de la
historia de mi país. Entre más estatuas miro, entre más discursos escucho, más
desconfío de esos bronces, esos mármoles, esa retórica falaz.
Según se desprende de la historia, a partir del
15 de Septiembre este es un país libre, soberano e independiente. La soberanía
radica en el pueblo. La vida de la nación está organizada en forma de República
democrática y todo el bla-bla-bla que tomamos prestado de otras naciones. Si
todo eso fuera cierto, la historia no me dejaría entrever toda una cadena de
tiranos y dictadores omnímodos, verdaderos monarcas absolutos, que negociaron
la soberanía y la integridad territorial importándole un bledo shuco la opinión
de este pobre pueblo soberano. Y no entiendo por qué hablamos pestes de Carrera
que embrocó al país con lo de Belice y glorificamos a Barrios que cedió Chiapas
y Soconusco. La independencia de Guatemala olía a huevo huero cada vez que un
barco de bandera británica amenazaba con bombardear nuestra costa, cada vez que
un embajador de un país fuerte insinuaba que su gobierno vería con agrado tal o
cual medida, tal o cual cuartelazo, tal o cual concesión a una empresa foránea.
“15 de Septiembre:
Fecha hermosa. La nación/ su noble pendón levanta/ y todo sonríe y canta/ a los
pies de ese pendón/”. Y el poemita explica luego didácticamente: “No fue el rugiente cañón/ ni el exaltado guerrero/ quienes en combate
fiero/ nos dieron la Independencia:/ fue la ley de la conciencia/ y no el filo
del acero”. Y entre las bellas rimas de la décima se pierden hacia el
olvido todos los luchadores anónimos que sufrieron cárceles, destierros y
muerte en las luchas previas al tibio 15 de Septiembre, para cuya celebración
ya empiezan a ensayar los escolares…
Publicado por La Cuna del Sol
Recuerdo tanto este poema hermoso ❤️ todos los años duránte toda la primaria este fue el poema que nos ponían a recitar para esas fechas ❤️❤️🇬🇹
ResponderBorrarMuy hermoso, me lo enseñó mi mamá y eso que solo estudió tercero primaria, ella tiene ahorita 82 años
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