¿El problema es que una
persona con título de máster o doctorado tenga que limpiar retretes? ¿O el
problema es que en nuestra sociedad haya una división que penalice con trabajos
que asumimos como desagradables y poco agradecidos a las personas?
¿ESTUDIAR PARA NOTARIO O
PARA LIMPIAR RETRETES?
Jordi Mir García / Paula Veciana
"La universidad
es la nueva educación primaria". Bajo este titular llamativo, David Lizoain nos
ofrecía un análisis de los datos del paro que resultaba impactante. La
universidad no estaría garantizando éxito laboral para las personas jóvenes con
estudios superiores y al compararlas con las personas mayores de 55 años con
estudios primarios tendríamos tasas de paro muy parecidas. El imaginario de
nuestra sociedad nos ha invitado a pensar que si accedíamos a la educación
superior, tendríamos garantizado el disfrutar de una acogida cálida en el
mercado de trabajo, tendríamos trabajo siempre y un sueldo que se iría
agrandando a medida que pasaran los años y progresáramos en este supuesto
mercado laboral amigable.
Las personas jóvenes que hoy terminan sus grados universitarios tienen
dificultades para encontrar el primer trabajo y cuando lo hacen suele ser
bastante precario. Los datos del Instituto Nacional de Estadística nos indican
que en los últimos trimestres el comportamiento del paro para una persona joven
universitaria de 25 años es muy parecido al de una persona mayor de 55 que no
habría ido más allá de la primaria, tal como nos explicaba Lizoain. Es una
clara evidencia de la dureza de la situación que estamos viviendo y hay que
tener presente que no sólo afecta a las personas jóvenes. ¿Todo esto quiere
decir que la educación ya no es un buen predictor de la futura trayectoria
laboral? Probablemente lo es menos, pero no podemos decir que ya no lo sea.
Entre las personas jóvenes, los datos nos dicen que teniendo estudios más
avanzados más posibilidades de encontrar trabajo.
El mercado laboral que tenemos no nos invita a pensar que la formación haya
dejado de ser relevante. Pero hace falta una reflexión sobre la relación que
queremos establecer entre educación y ocupación laboral. ¿Toda la formación
debe estar relacionada con un futuro puesto de trabajo? ¿Cuál es la formación
más adecuada para encontrar trabajo? ¿Hay que estudiar más años? ¿Cuál debe ser
el papel de la universidad y de la formación profesional? ¿El mercado laboral
está preparado para la formación de nuestras personas jóvenes ? Las
empresas y las instituciones están a su altura?
Y no sólo eso, también serían deseables algunos cambios en la concepción de
lo que son las "buenos trabajos" y "malos trabajos".
Actualmente oímos hablar mucho de personas que teniendo niveles de calificación
que podemos considerar elevados (másters, doctorados) se lamentan por tener que
estar "limpiando lavabos", aquí, en Londres o donde sea. De manera
poco crítica consideramos esto un grave problema de nuestra sociedad. Pero,
¿cuál es el problema en concreto? ¿El problema es que una persona con título de
máster o doctorado tenga que limpiar retretes? ¿O el problema es que en nuestra
sociedad haya una división que penalice con trabajos que asumimos como
desagradables y poco agradecidos a las personas? Habría que revisar lo que José
Manuel Naredo ha presentado como la Regla del Notario: la valoración de las
tareas tiende a hacerse en proporción inversa a la penosidad de las mismas,
haciendo que las que son físicamente menos costosas y humanamente menos penosas,
se lleven la parte más importante de la retribución. Mientras que las tareas,
por ejemplo, de mantenimiento y cuidados tienen poca valoración social y muy
escasa o nula retribución económica.
Hace unos años, cuando sólo se empezaba a prever la situación
socio-económica que estamos viviendo hoy, algunas personas ya llamaron la
atención sobre la reforma que vivía la universidad y las consecuencias que
podía tener. Francisco Fernández Buey en el debate sobre el llamado “Plan
Bolonia” durante el curso 2008-2009
planteó: “A medida que los hijos de los trabajadores llamaban
a las puertas de la universidad y lograban entrar en ella, los antiguos
primeros ciclos de buena parte de las carreras universitarias se han ido
convirtiendo casi en prolongación del bachillerato...”. Ahora las personas
pueden estudiar más años, pero eso no les asegura que después puedan
desarrollar una profesión no considerada de baja cualificación. Pensando en
todo esto, parece indispensable hacer todo lo posible para dar respuesta a una
doble pregunta relacionada: ¿Qué sistema educativo y productivo queremos?
Mientras tanto, continuando hablando de la educación, no podemos obviar los
obstáculos existentes para acceder a la universidad, el riesgo de crecimiento y
consolidación de las desigualdades que puede generar la formación universitaria
recibida, la falta de una apuesta decidida por la formación profesional y las
graves carencias en educación continuada a lo largo de la vida. También sería
deseable valorar la importancia del baile, del juego y del entusiasmo a nuestra
vida... Mucha gente ha hablado de ello a lo largo de la historia, un corto reciente lo
hace desde la situación actual. No será nuestra sociedad si
no se puede bailar y jugar.
Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.
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