sábado, 25 de enero de 2014

LA MIMO VICEPRESIDENTA

A ella, la coronela del régimen de Otto Pérez Molina, militarista hasta el tope y prepotente hasta donde no va más, lo que le ardía, lo cáustico en sus ojos era su vanidad herida, su arrogancia bajada de sopetón con una simple puñada de cereal molido. Ella no lagrimeaba por que le ardieran los ojos, lloraba porque nunca, jamás, imagino que alguien pudiera hacerle eso a ella: mujer ahora rica con renuencia a rendir informes sobre sus ingresos, vicepresidenta de Guatemala.


LA MIMO VICEPRESIDENCIAL DE GUATEMALA


Por María de los Ángeles Roca

Bueno, nunca se sabrá cuántos guatemaltecos se rieron y cuántos se enfadaron cuando la vicepresidenta guatemalteca, Roxana Baldetti (censora de prensa, por cierto, durante la cortísima dictadura de Jorge Serrano Elías) fue víctima de unas osadas muchachas, lesbianas confesas y mariguaneras consumadas, las cuales decidieron por inciertas razones o simples impulsos, transformar a la señora Baldetti en un mimo de gravísima seriedad, sin sonrisa y sin movimientos histriónicos. Se pueden decir muchas cosas a favor o en contra de ella, pero lo que sí es insoslayable e irremediable, es que la puntada de humor de ese cenáculo de señores y señoras acartonadas, prestas a escuchar las palabras del presidente;  lo hizo ella, sin estar planificado en la agenda del informe presidencial. Su ancha cara, sus labios gruesos y sus grandes ojos lucieron divertidos, provocaron la risa al verlos extraviados en su blanqueada cara, como mimo francés, que sería una caracterización amable;  dado la grosería tan propia de esta mujer. Más bien parecía un muñeco tragabolas, de aquéllos fantoches boquiabiertos que se  instalan en los campos de feria para intentar meterles por la amplia boca unas pelotas de madera o de goma. A ella, la coronela del régimen de Otto Pérez Molina, militarista hasta el tope y prepotente hasta donde no va más; un golpe de ese calibre, implícito de total irrespeto a su alta investidura institucional, tal su condición de vicepresidenta de Guatemala;  le caló profundo. Y su hospitalización no fue, ciertamente, por la inexistente inflamación de sus ojos porque desde un principio la prensa reporto que el polvo lanzado era harina. No. Lo que le ardía, lo cáustico en sus ojos era su vanidad herida, su arrogancia bajada de sopetón con una simple puñada de cereal molido. Ella no lagrimeaba por que le ardieran los ojos, lloraba porque nunca, jamás, imagino que alguien pudiera hacerle eso a ella: mujer ahora rica con renuencia a rendir informes de sus ingresos, vicepresidenta de Guatemala y efectiva castradora de cuanto hombre, empleado o afiliado gira a su alrededor, incapaz de escaparse de su enorme fuerza gravitacional de prepotencia. Ella lo ha dicho: “No se me puede decir no”. 

Las cosas deben analizarse desde dos planos: el primero sería el atropello a su condición de mujer por otras mujeres y que salvaguardó a las feministas extremas de despotricar contra el varón si eventualmente éste hubiese sido el agresor. Pienso que su condición de mujer merecía respeto y esa acción debe ser condenada por ser totalmente inadecuada. Pero si nos vamos al plano de gobernante y política trapacera ¡qué merecido lo tenía! Son recurrentes sus abusos  -incluso atropelló a Peña Nieto con sus torpes declaraciones-, sus actos de intolerancia, sus ambiciones sin límites, su arrogancia y su rapidísimo enriquecimiento del cual no ha podido dar la debida cuenta, cuando nunca en realidad lo ha hecho. Esa cara de mimo, pues, es para la historia. Pues a muchos gobernantes les lanzan tomates o huevos, pero eso de blanquarle la cara a un alto magistrado de la nación es único en la historia de la vida política nacional e internacional.


Todo un record guiness.








Publicado por LaQnadlSol
CT., USA.

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