Siria tiene voluntad propia
y dispone de su propia fuerza popular y militar. Su resistencia ha ayudado a
Rusia a construir los nuevos equilibrios internacionales, como también lo ha
hecho el ascenso de Irán como potencia regional con la que hay que contar
obligatoriamente. La firmeza y la determinación que Vladimir Putin ha mostrado
en ambos casos son resultado de pruebas de fuerzas, que han de redoblarse con
la crisis de Ucrania.
UN MUNDO MULTIPOLAR GRACIAS
A LA RESISTENCIA DE SIRIA
Por Ghaleb Kandil
La prueba de fuerza que Estados Unidos y la Unión Europea han emprendido en
Ucrania, con sus amenazas e intervenciones en la zona de influencia del
Kremlin, parece dirigida a desatar una confrontación directa con la potencia
rusa emergente en el intento de imponer nuevas reglas según la visión que
defienden ciertos estrategas estadounidenses, como Zbigniew Brzezinski, Henry
Kissinger y Richard Hass. Esa visión consiste en un mundo multipolar bajo la
dirección de Estados Unidos, en oposición a la visión rusa de una relación
entre iguales, en el marco de una asociación internacional lidereada por Moscú
y Washington.
Rusia responde poniéndose en posición ofensiva y riposta a la estrategia
del soft power, oponiendo a sus adversarios la supremacía de los factores
geográficos, demográficos y económicos. Occidente adopta una pose de ofendido
ante las medidas rusas en Crimea, territorio que prepara para el 16 de marzo un
referéndum para decidir su posible unión a la Federación Rusa, mientras que el
activismo se desarrolla en otras provincias de Ucrania sobre la base de los
vínculos étnicos eslavos y de la pertenencia religiosa a la iglesia ortodoxa y
el Patriarcado de Moscú, con una historia de cuatro siglos.
Ante las amenazas de sanciones que Occidente agita, Rusia ha reaccionado
con firmeza y dejando entrever su intención, si se ponen en práctica tales
amenazas, de acelerar sus propias medidas para convertir el grupo BRICS y la
Organización de Cooperación de Shanghai en poderosas alianzas financieras
internacionales, independientes y competidoras de Estados Unidos. Moscú dará
pasos para convertirse en un centro financiero internacional, rival de Nueva
York, como plataforma para las transacciones internacionales, lo cual pondría
en peligro la supremacía del dólar como moneda de refugio para los capitales
internacionales. Rusia tiene por demás intenciones de exigir una
reestructuración de la ONU.
Toda decisión estadounidense tendiente a la adopción de sanciones
internacionales contra Rusia provocará además el surgimiento de serias
divergencias entre Washington y sus aliados europeos, que ya han expresado sus
reservas ante los llamados a reducir sus intercambios comerciales con Rusia. A
ello se agrega el hecho de que los rusos han asegurado que ellos también
podrían imponer sus propias sanciones contra sociedades estadounidenses y
europeas. Numerosos artículos publicados últimamente en la prensa europea ya
reflejan los temores de británicos, franceses y alemanes ante la posible
adopción de ese tipo de medidas por parte de Rusia.
El alcance de la crisis ucraniana va, en efecto, mucho más allá de los
límites geográficos de ese país. Refleja claramente los contornos del combate
que Rusia prevé librar hasta sus últimas consecuencias para recuperar su
influencia histórica en las naciones eslavas del este de Europa, que se pasaron
al bando de Occidente después de la caída del muro de Berlín. Los expertos
aseguran que si Rusia logra hacer valer su visión del futuro político de
Ucrania, importantes acontecimientos han de producirse posteriormente en otros
países, como Rumania, Bulgaria y Hungría.
Bajo la batuta de Estados Unidos, Occidente trató, con la crisis de
Ucrania, de torcerle el brazo a Rusia. Y ahora está sorprendido ante la
reacción rusa, al comprobar que Moscú está decidido a llegar hasta el final en
una prueba de fuerza cuyos límites se sitúan al borde mismo del abismo, lo cual
ha llevado a la OTAN a retroceder por temor a un enfrentamiento directo. Eso
significa que Estados Unidos se verá obligado, en definitiva, a aceptar nuevas
reglas para la asociación internacional, renunciando a su actual supremacía.
Por otra parte, el análisis según el cual la crisis ucraniana –a las puertas de
Rusia– debe tener repercusiones sobre otros temas, como la guerra contra Siria
y la cuestión nuclear iraní, no es más que una ilusión ya que se trata de temas
diferentes, que tienen incluso su dinámica propia y no dependen únicamente de
la voluntad rusa.
Siria tiene voluntad propia y dispone de su propia fuerza popular y
militar. Su resistencia ha ayudado a Rusia a construir los nuevos equilibrios
internacionales, como también lo ha hecho el ascenso de Irán como potencia
regional con la que hay que contar obligatoriamente. La firmeza y la
determinación que Vladimir Putin ha mostrado en ambos casos son resultado de
pruebas de fuerzas, que han de redoblarse con la crisis de Ucrania.
Numerosos expertos y centros de investigación occidentales han establecido
comparaciones entre la resistencia del presidente Bachar al-Assad, del Estado,
del pueblo y del ejército sirios –ante una guerra que ya dura desde hace 3
años– y la huida del presidente Viktor Yanukovich luego de unas pocas horas frente
a los grupos de saboteadores que tomaron por asalto su palacio e instauraron un
poder ilegítimo, fruto de un golpe de Estado.
El mundo nuevo nacerá de las ruinas de las ilusiones estadounidenses y se
alzará sobre la sólida roca de la resistencia de Siria.
Ghaleb Kandil
Fuente: New Orient News
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