miércoles, 5 de noviembre de 2014

El escándalo “chickenshit”

Este escándalo, aparte de crear la falsa ilusión de una ruptura entre quienes critican la influencia del “lobby judío” en la política exterior estadounidense y la supuesta sumisión de Estados Unidos a los caprichos del régimen sionista, equivale absolutamente a nada, excepto en la imaginación de estas personas, pues inmediatamente después de que se hicieron públicas las declaraciones de los funcionarios de gobierno, el mismo Obama y Jonh Kerry se apresuraron a condenar y distanciarse de las inapropiadas y denigrantes expresiones emitidas contra el infeliz de “Bibi” Netanyahu.


EL ESCÁNDALO “CHICKENSHIT”



Como era de suponerse las declaraciones de algunos funcionarios de la Casa Blanca, publicadas por el reconocido sionista y ex miembro del ejercito de Israel, Jeffrey Golberd en The Atlantic, en el sentido de que el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu era un “chickenshit” (término derogatorio en inglés utilizado para referirse a alguien como cobarde, despreciable o de poca valía) ha generado todo un escándalo en los diversos medios de comunicación masiva tanto en EE.UU como en Israel.

De acuerdo a Goldberg que presenta su artículo como la evidencia oficial de una crisis en las relaciones entre los EE.UU e Israel, la furia de la administración de Obama en lo tocante a las políticas de Israel sobre los asentamientos en los territorios ocupados de Palestina, está al “rojo vivo”, y el gobierno de Netanyahu abiertamente expresa su desprecio por la forma en que Obma entiende al Medio Oriente. Esto según Goldberg, puede verse como el avecinamiento de cambios profundos en la relación entre ambos.

Goldberg dice que los comentarios derogatorios de los funcionarios del gobierno de Obama a cerca del líder extranjero que más parece frustrar a la Casa Blanca y al Departamento de Estado, “Bibi” Netanyahu, representan el tono desmesurado en el que tanto funcionarios estadounidenses como israelíes  se refieren ahora el uno al otro  tras bambalinas, y más aún es otra indicación que las relaciones entre los gobiernos de Obama y Netanyahu se ha trasladado a su estado más avanzado. La relación entre estos dos gobiernos –garantes del supuesto “inquebrantable” vínculo entre los EE.UU e Israel- es en estos momentos la peor en su historia, y pinta para empeorar significativamente después de las elecciones de noviembre. Durante el próximo año, el gobierno de Obama puede en realidad retirar el apoyo diplomático en las Naciones Unidas, pero incluso antes de eso, ambos lados están esperando una confrontación sobre Irán, en caso se llegue a un acuerdo a cerca del futuro de su programa nuclear.

Pero en realidad, ¿es este escándalo la manifestación de una grave inconformidad de la Casa Blanca con las políticas de Netanyahu y amenaza seriamente el sostenimiento de las relaciones entre Estados Unidos e Israel o, es solamente una campaña destinada a dar la impresión de que el gobierno de Obama está harto con el proceder de su “perro de ataque” en el Medio Oriente?

Puede que haya algunos funcionarios en la Casa Blanca, e incluso el mismo Obama, que a nivel personal detesten al primer ministro israelí, pero estas cuestiones personales no determinan o influyen en la arquitectura de la política exterior de los EE.UU, sobre todo cuando se trata de todos los intereses geopolíticos vitales que están en juego en esa crucial región del planeta y en la que Israel como una extensión del imperialismo estadounidense juega un papel fundamental al ser la máxima potencia militar en el Medio Oriente.

Pero todo esto, aparte de crear la falsa ilusión de una ruptura entre quienes critican la influencia del “lobby judío” en la política exterior estadounidense y la supuesta sumisión de Estados Unidos a los caprichos del régimen sionista, equivale absolutamente a nada, excepto en la imaginación de estas personas, pues inmediatamente después de que se hicieron públicas las declaraciones de los funcionarios de gobierno, el mismo Obama y Jonh Kerry se apresuraron a condenar y distanciarse de las inapropiadas y denigrantes expresiones emitidas contra el infeliz de “Bibi”.

Y aunque parezca que existe una crisis en la relaciones entre EE.UU e Israel, en realidad las cosas distan de ser lo que se pretende hacer creer y ambos Estados no podrían estar el uno más cerca del otro. Por ejemplo, el día que el escándalo “chickenshit” explotó en todos los medios, la Asamblea general de la ONU aprobó una resolución pidiéndole a los EE.UU que ponga fin al embargo de 50 años sobre Cuba. Los delegados de 188 países votaron a favor incluyendo a todos los miembros de la UE y de la OTAN, solo dos Estados votaron en contra; los EE.UU e Israel, mientras que Micronesia, Palau y las Islas Marshall se abstuvieron. Este ejemplo es uno entre tantos que se han repetido a lo largo de los años en incontables ocasiones en la ONU, en donde ambos países han reafirmado y demostrado una y otra vez su inquebrantable alianza. Lo de la ruptura no pasa de ser un mito.

En cuanto a los nuevos asentamientos que Israel  planea construir en Jerusalén Oriental,  1000 unidades, y que sería el motivo de la ira de Washington con Netanyahu, ya que entorpece el moribundo proceso de paz, esto no pasa de ser una balandronada, y Tel Aviv a estas alturas sabe muy bien que sin el respaldo de sanciones punitivas, las advertencias de Washington, equivalen  a una señal de luz verde para proceder con la anexión ilegal de Jerusalén Oriental (al-Quds). Ni siquiera la indignante acción de Israel de cerrar la Mezquita de Al-Aqsa, el tercer sitio más sagrado de Islam, provocó una respuesta significativa de Washington.

Por otra parte el mismo día de la publicación de las declaraciones denigrantes contra “Bibi”, los EE.UU acordaron venderle o regalarle a Israel 25 aviones furtivos de combate F-35 por un valor aproximado de $4 billones. La nueva generación del avión de guerra falta todavía que entre en servicio y según algunos críticos es una pieza extra publicitada de chatarra de alta tecnología. Sea como sea, los F-35, sin embargo, representan presuntamente la más sofisticada machina de la muerte del Pentágono envuelta en un velo de misterio.
La entrega de estos aviones de combate de avanzada a Israel habla volúmenes de la relación integral e inviolable entre los Estados Unidos y su Estado  cliente, pues ningún otro país goza de tanta confianza depositada, como el régimen sionista. Esta dadiva es adicional a los $ 3,000 millones que Israel recibe anualmente de los contribuyentes norteamericanos y también es una suma extra a los cientos de millones de dólares para nuevos sistemas de defensa de misiles otorgados durante la matanza de los palestinos de Gaza llevada a cabo por Israel a principios del pasado verano.

Durante el gobierno de Obama en incontables ocasiones se ha hecho alusión a la existencia de una tensa relación con Netanyahu que podría poner en serio peligro las relaciones entre Estados Unidos e Israel, pero cada vez que Obama se presenta en algún evento organizado por alguna organización judía, como por ejemplo, el Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel (AIPAC, en inglés) el presidente estadounidense no deja de enfatizar el compromiso inquebrantable de los EE.UU con la seguridad de Israel y aunque Israel cometa toda clase de crímenes contra los palestino en los territorios ocupados, el presidente siempre asegura que Israel, aunque se le pase la mano, tiene todo el derecho a defenderse del terrorismo palestino.

Puede que entre algunos funcionarios de la Casa Blanca exista algún tipo de resentimiento  personal hacia el odioso Netanyahu y los insolentes ministros del partido Likud por los continuos insultos de estos a John Kerry, que ha sido catalogado de “ingenuo y mesiánico” por su papel en el llamado proceso de paz. Pero no hay que engañarse, estas pequeñas tensiones, no son el presagio de una posible ruptura estratégica entre Washington y Tel Aviv. El régimen de Israel es la plataforma del imperialismo en el estratégicamente vital Medio Oriente. “Y si Israel no existiera”, como dijo Joe Biden en uno de sus acostumbradas indiscreciones, “los EE.UU lo inventarían”.

La hegemonía de los EE.UU en la rica región petrolera del medio Oriente descansa completamente en la existencia de Israel, que algunos críticos dicen, les sirve a los estadounidenses como su base de operaciones de avanzada. Israel puede violar cuanta ley internacional le plazca y cometer cualquier crimen de lesa humanidad en Palestina sin riesgos de tener que sufrir las consecuencias por esas acciones, pues cuenta con el respaldo inapelable de la mayor potencia mundial que encubre esos crímenes bajo la farsa de un interminable proceso de paz.

Así es que aquellos que critican la indulgencia de Washington para con el régimen sionista, se engañan a sí mismos al imaginarse que la política exterior de los EE.UU está bajo el control de Israel, piensan que el régimen israelí es una pesada carga para el prestigio y la bondad del imperio y que  si tan  solo pudiese sacudirse ese lastre, entonces los EE.UU podrían redimirse como una nación noble con relaciones normales con el resto del mundo. De ahí se origina todo el entusiasmo generado por este reciente escándalo que algunos ilusoriamente ven como una indicación de que por fin los EE.UU está cortando sus lazos con los sionistas corruptores y usurpadores de la nación estadounidense.

Sin embargo, esa idea erra en comprender que los Estados Unidos es esencialmente una entidad imperialista que utiliza la guerra y la dominación foránea para reafirmar su hegemonía capitalista en el mundo. Modificando drásticamente su relación con Israel no va a cambiar ese hecho inmutable. Solo acabando con las estructuras que sostienen el sistema capitalista intervencionista-guerrerista, dará lugar a una nación que respete el derecho internacional y que se dedique a convivir en paz con el resto del mundo.






Publicado por LaQnadlSol
USA.

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