jueves, 13 de noviembre de 2014

La democracia en EE.UU, la perfecta dictadura capitalista

Este sistema dominado por dos partidos políticos, Republicano y Demócrata, completamente alineados con los intereses de las clases capitalistas dominantes, no permite, por mucho que se hable de las bondades de la democracia norteamericana, la creación o existencia de un tercer partido que desafié y ponga en peligro el dominio político ejercido por estos dos partidos de la dictadura burguesa estadounidense.


LA DEMOCRACIA EN EE.UU, LA PERFECTA
DICTADURA CAPITALISTA



Son muchos los que se asustan cuando escuchan hablar de la dictadura del proletariado, les causa pánico, eso, que otros tantos que buscan posicionarse dentro de la estructura del capitalismo vigente como izquierda progre, desestiman como un anacronismo al igual que la lucha de clases, pues aducen que bajo las actuales formas del capitalismo contemporáneo esos conceptos marxistas-leninistas son cosas del pasado y por lo tanto es mejor optar por otra vía pacifica, elecciones y cuanta vaina sea posible, pero siempre y cuando no moleste o busque trastornar, ni mucho menos derribar, el edificio político-ideológico levantado por la clase dominante, la burguesía capitalista y su dictadura democrática.

En Estados Unidos, quizás el ejemplo más destacado de la dictadura del capitalismo democrático, que   de democrático no tiene nada, se acaban de celebrar las llamadas elecciones del medio término que tienen lugar a mitad de cada periodo presidencial de 4 años. Con ellas se busca reemplazar o reafirmar en sus puestos a una gran cantidad de funcionarios electos tanto a nivel local como nacional, entre estos figuran los miembros de ambas cámaras del Congreso de los EE.UU, que posee como característica sobresaliente el ser un auténtico club de millonarios. Las elecciones del congreso son consideradas las más cruciales porque según la bien orquestada campaña publicitaria marcaran un nuevo rumbo en la implementación de las políticas del Estado a nivel nacional como también en el plano internacional.

Pero estas elecciones, como todas las que se realizan, tienen como finalidad la continuación del sistema hegemónico capitalista sobre toda la población estadounidense. Las alternativas para un verdadero cambio democrático están vedadas por la existencia de un sistema bipartidista que históricamente ha compartido el poder de forma ininterrumpida y sin oposición. Este sistema dominado por dos partidos políticos, Republicano y Demócrata, completamente alineados con los intereses de las clases capitalistas dominantes, no permite, por mucho que se hable de las bondades de la democracia norteamericana, la creación o existencia de un tercer partido que desafié y ponga en peligro el dominio político ejercido por estos dos partidos de la dictadura burguesa estadounidense. De esta manera el electorado estadounidense es restringido en sus aspiraciones por una verdadera democracia al no tener más opciones que los dos únicos partidos existentes, que en lo fundamental, se esfuerzan en mantener el estatus quo en beneficio de los grandes intereses económicos, los cuales de principio a fin controlan todo el proceso de elecciones.

La derrota del partido Demócrata del presidente Obama a manos del partido Republicano en estas últimas elecciones, caracterizadas por un alto abstencionismo, para nada representan un cambio substancial en la dirección del país. De acuerdo a un notable paleoconservador norteamericano: “Los Estados Unidos están votando por otro cambio de liderazgo y dirección. Pero ¿qué rumbo desea tomar?  ¿Y quién desea que lo guie?  El país está votando en contra de Obama, pero ¿votando para qué?”.

Es obvio que el electorado norteamericano ha sido despojado de toda opción de cambio democrático, vota por el cambio sin cambiar nada, tal y como ha sido diseñado por el sistema que utiliza al bipartidismo como su herramienta predilecta para mantener su dictadura en pie.

Y claro que hay desilusión entre una gran mayoría del público con este sistema que privilegia los intereses de una reducida minoría sobre los suyos, sin embargo, les parece inamovible, inexpugnable, y que no encuentra mejor método de enfrentarlo, que la apatía y el abstencionismo (más del 60%), pero esta manera de protesta silenciosa no es más que sumisión y, a la dictadura capitalista le gusta así. Una cifra de abstencionismo tan alta como esa, para una democracia como la presumida por los EE.UU, es un bochorno que deslegitima cualquier pretensión de un gobierno de las mayorías. Pero la elite burguesa capitalista que gobierna, que es muy astuta y descarda, sabe cómo legitimar esa gran contradicción en su democracia arguyendo que equivale a un mandato para gobernar. Ese mandato proviene de los miles de millones de dólares, 4,000 en esta última elección, que la clase capitalista dueña de la mayor parte de la riqueza invierte en todo el proceso electoral.

En el sistema bipartidista norteamericano, que en realidad funciona como un solo partido, pues las diferencias entre ambos son de forma y no de contenido, las cantidades o los porcentajes de votos obtenidos únicamente sirven para acentuar ante los ojos del mundo la imagen -falsa- de una democracia vibrante en la que los votantes acuden a las urnas para decidir el rumbo por el que el país debe transitar. Pero en realidad el voto popular no cuenta por la sencilla razón de que quien debe gobernar y que intereses servir ya ha sido decidido de antemano por el poder establecido, y que nada tiene que ver con responder a las necesidades de la clase trabajadora y del pueblo en general.

Un ejemplo de que el voto popular no cuenta en Estados Unidos, es la forma como G.W. Bush se hizo con la presidencia en el 2000. En esa elección la Corte Suprema de Justicia le entregó a Bush la presidencia aun cuando había sido derrotado por medio del voto popular por el contendiente del partido Demócrata. Nadie protestó el fraude, esa actitud antidemocrática de flagrante violación a la voluntad popular expresada, ni el candidato ganador, ni el pueblo. Los representantes de la elite capitalista lo celebraron como una muestra de la madurez política del pueblo y de la democracia estadounidense.

En el 2002, Barack Obama fue hábilmente encumbrado en la presidencia a través de una masiva y costosa campaña publicitaria, el eslogan del “cambio” estampado en la figura del primer hombre negro que llegaría a ser el presidente de la nación más poderosa del planeta, funcionó a la perfección, creando grandes ilusiones y esperanzas entre el público que anhelaba un nuevo rumbo, y por sobre todo, la presencia de un líder que rescatara al país de la crisis económica que a esa alturas golpeaba con fuerza y amenazaba con dañar aún más su situación económica que ya venía sufriendo a causa del desempleo y los recortes a los programas sociales, resultantes de las políticas neoliberales implementadas por las administraciones pasadas. Pero el cambio no llegó, se evaporó inmediatamente.

El hombre que encarnaba el cambio llegó al poder con su partido, el demócrata, dominando ambas cámaras del congreso, con el capitalismo financiero y el paradigma neoliberal en harapos, y con el apoyo del voto mayoritario que lo había elegido para trazar un nuevo rumbo. El cambio significó: rodearse con los mismos demagogos neoliberales y mercenarios de la industria financiera que habían sido los causantes del viraje hacia la derecha durante el gobierno de Clinton. El rumbo se había fijado, y los demócratas en el congreso gustosamente se decantaron por la misma ideología y las políticas económicas que originaron la catástrofe que Obama “heredó” de su antecesor republicano.

Lo anterior sintetiza la naturaleza o la esencia demoniaca del capitalismo democrático existente en los EE.UU en el que las elecciones son su fachada democrática, y el voto ciudadano le sirve para legitimar la expropiación de la riqueza producida por la clase trabajadora ejecutada por la voraz burguesía capitalista que, a través de la existencia de sus dos partidos ideológicamente afines, ha establecido una perfecta dictadura, un monopolio del poder de una clase, el 1% más rico, sobre la que menos tiene, el 99%.






Publicado por LaQnadlSol
USA.                                                                                                                                                                           

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