Solo la ignorancia o la afinidad ideológica de los sectores de clase media
urbana, absorbidos por las veleidades de la cultura pop norteamericana, pueden
justificar la irresponsabilidad al
elegir a un candidato oscuro como Jimmy Morales. Nadie entre sus seguidores
repara en el simple hecho de que el candidato en cuestión es la carta de salvación
que la clase oligárquica y los militares le lanzan al electorado para salvar su
proyecto político-económico en profunda crisis debido a los escándalos de corrupción
que lo salpican por todas partes y que la CICIG, muy convenientemente, obvia
destapar el nivel de su implicación. Jimmy Morales es sencillamente, el testaferro que se
propone gobernar con el plan de trabajo que la oligarquía y los militares le
han puesto bajo el brazo. Ese es en esencia su plan.
¿QUIÉN ES JIMMY?
Por Carol Zardetto
El candidato más oscuro de toda la contienda, se hace pasar por el
impoluto.
La noche del domingo, Jimmy Morales se paseaba orondo por el set de
transmisión de datos electorales. Era recibido como el futuro Presidente de
Guatemala. Al fin y al cabo, por aquellas horas, lo único claro era que él
pasaría a segunda vuelta.
Las atropelladas elecciones, celebradas no como un acto racional mediante
el cual el pueblo elige sus liderazgos, sino como una torcido ritual donde la
carne se pone a disposición de la rapiña, acorralaron a los ciudadanos
conscientes. No había por quién votar y sin embargo, había que hacerlo. El
rechazo a Manuel Baldizón empujó a una ciudadanía ferviente a elegir una sola
cosa: que él no llegara. De esta unión ciudadana, casi espiritual, tuvo la
culpa el propio Baldizón. Como siguiendo una ciega pulsión, se esmeró los
últimos meses de campaña en mostrarse como la encarnación de lo que la gente ha
aprendido a repudiar. Destazar su candidatura era un imperativo. Junto con él,
salieron por la puerta trasera grandes capos territoriales. Se amplió la
incidencia de bancadas de diputados que pueden ofrecer nuevas opciones. El voto
ciudadano demostró que puede ser poderoso.
Y sin embargo, padecemos una cruda resaca postelectoral. El horizonte para
la segunda vuelta es muy preocupante. Tenemos una delicada y compleja nave que
precisa piloto. Lo que resulta incomprensible es cómo más de 1,500,000
guatemaltecos están dispuestos, en medio de la tormenta, a poner la nave donde
navegamos, en las manos de un hombre que ni siquiera es piloto. ¿No resulta
esto en un acto suicida? La ignorancia puede ser simpática en ciertas
situaciones. En casos donde la pericia es la diferencia entre sucumbir y salir
airosos, resulta ofensiva.
Muchos piensan que Jimmy Morales no es corrupto porque nunca ha participado
en una contienda política. ¡Vaya razonamiento! Para mí, presentarse a un alto
cargo para el cual uno no está capacitado y responder que quienes resolverán el
asunto serán “los asesores” es un acto de corrupción en sí mismo. ¿Qué sabemos
realmente de Jimmy? Su ignorancia lo hace manipulable. ¿No será, precisamente
por eso, que quienes están detrás suyo apoyaron su candidatura? ¿No será Jimmy
un testaferro? Y entonces, el candidato impoluto se vuelve la encarnación de la
oscuridad. De hecho, él mismo ha empezado a proteger a sus financistas y
posibles actores de su gobierno: ha declarado que no exigirá a su equipo una
declaración patrimonial. ¿Es eso lo que buscamos? No creo que Jimmy Morales sea
simpático. De hecho, me parece un tipo carente de escrúpulos. Un testaferro.
Una estafa. Urge destapar quiénes están detrás de su proyecto. Y dejar de lado
la guasa: que enseñe un plan coherente de gobierno. Que hable él. Porque si no,
tendremos fundamento para pensar que tiene un ventrílocuo.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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