A la Premio Nobel de
Literatura 2015, periodista Svetalana Alexievich, jamás le interesó el lado
positivo del alma rusa o soviética y el sistema en que se cultivaba. Lo único
que la atraía eran sus fracasos y tragedias.
EL PREMIO NOBEL DE
LITERATURA 2015,
OTRO CUENTO MÁS
Por Vicky Peláez
Cada uno tiene máxima de
memoria para lo que le interesa y el mínimo para lo que no le interesa
— Arthur Schopenhauer (1788-1860)
El otorgamiento del Premio Nobel de Literatura —el máximo galardón de la
literatura mundial— a la periodista bielorrusa Svetlana Alexievich por "su
obra polifónica, memorial del sufrimiento y del coraje en nuestra época"
ha provocado reacción contradictoria a nivel internacional. Mientras la prensa
globalizada la elevaba al máximo nivel de gloria por retratar las
"barbaridades del imperio soviético" y por presentar al "homo
sovieticus" como incapaz de nunca ser libre, por su lado la prensa alternativa
mostró una indiferencia a la galardonada y a su obra casi desconocida en
Latinoamérica por ejemplo, o hizo comentarios sobre la conocida politización
del Premio Nobel.
Para entender a un autor y el propósito de su creación habría que referirnos
a las personas y su pensamiento, ese que hizo el mayor impacto en el proceso
creativo del escritor o periodista. Según Svetlana Alexievich "mi mayor
maestro el que me ayudó a encontrar mi sendero propio fue el escritor y crítico
bielorruso Ales Adamovich quien abogó por reemplazar la ficción por testimonios
y documentos para mostrar los horrores del Siglo XX". En su ideología ha
sido un liberal el que ha creído en la superioridad del mundo occidental y su
desarrollo democrático. En octubre de 1993 Ales Adamovich fue el primero en
firmar "La Carta de los 42" en la cual 42 escritores "demandaron
acciones decisivas del gobierno" de Boris Yeltsin cuando miles de rusos
salieron a protestar contra el decreto del presidente de disolver el Congreso
de los Diputados del Pueblo de Rusia y del Soviet Supremo que declararon la
destitución de Yeltsin. Los tanques, los carros blindados y el bombardeo de la
Casa Blanca rusa donde se encerraron los representantes de la soberanía popular
aplastaron a los que protestaron con el saldo de unos 2,000 muertos y no se
sabe cuántos heridos.
Precisamente después de aquella tragedia, los liberales demócratas
humanistas como Adamovich presentaron su demanda de siete puntos al gobierno de
Yeltsin exigiendo la abolición del Partido Comunista de Rusia y de todos los
partidos nacionalistas; el cierre de los periódicos Pravda, Sovetskaya Rossía y
el semanario Literaturnaya Gazeta (voz de los escritores, intelectuales y
hombres de arte). Tan brusco fue el cambio ideológico de aquellos escritores
que uno de los periódicos de oposición y que sigue manteniendo esta orientación
hasta ahora, Nezavisimaya Gazeta (el Periódico Independiente) publicó un
editorial el 3 de octubre de 1993 denunciando a "aquellos escritores
demócratas que hace poco abogaban por el humanismo y denunciaban la violencia
estatal y la pena de muerte y de repente cambiaron de opinión aplaudiendo la
ejecución masiva sin juicio".
Svetlana Alexievich aprendió de Adamovich el uso de testimonios de los
seres humanos dirigiéndose no tanto a los acontecimientos per se, sino por la
percepción emocional de sus participantes envolviendo su alma y tratando de
"atrapar a una persona en el momento en que ha sido sacudida", como
lo explicó la autora en una reciente entrevista. Sin embargo, mientras
Adamovich denunciaba las atrocidades fascistas durante la Segunda Guerra
Mundial en Bielorrusia ocupada, Alexievich se dedicó a recolectar testimonios
en más de 40 años de los reales o supuestos participantes o víctimas de guerra,
de los campos de concentración soviéticos (gulaks), de Afganistán, Chernóbil y
de la disolución del "imperio rojo".
Su documentación de tiempos soviéticos está basada en un rechazo anticipado
del sistema socialista y de sus logros. También fue acusada el 8 de diciembre de
1993 en una Corte de Bielorrusia por el ex oficial del ejército soviético y
participante en la guerra en Afganistán Taras Kezmura y la madre de un militar
caído, Inna Golovneva por cambiar el contenido de las entrevistas e inventar
factos descritos en el libro "Los Chicos der Zink" (1989). La Corte
la encontró culpable a Alexievich por tergiversar el contenido de las
entrevistas y la obligó a pagar una multa a los afectados.
Jamás le interesó a esta periodista el lado positivo del alma rusa o
soviética y de su sistema en que se cultivaba. Lo único que la atraía eran sus
fracasos y tragedias: "Sigo los pasos del tiempo soviético. Veo detrás un
mar de sangre, una inmensa fosa común. En mis libros 'el hombre pequeño' habla
de sí mismo, nadie le pregunta nada y desaparece sin dejar huella, llevándose
sus secretos. Yo sólo trato de escuchar, de captar, de memorizar", dice.
Pero el "escuchar" y "captar" de la escritora no es
espontáneo sino preconcebido porque a la manera de Dostoyevsky trataba de
"descender al infierno" para conocer el alma del "homo
soviéticus" en situaciones extremas.
En realidad la escritora no logró a entender el alma del hombre y la mujer
soviéticos o rusos pues jamás prestó atención a lo que escribió el pensador
ruso Fiodor Tiutchev en 1866: "Con razón no se comprende a Rusia, tampoco
se puede medirla con una vincha. Su alma tiene una forma especial, sólo hay que
creer en ella". Alexiévich no tenía en su meta buscar la esencia de aquel
espíritu cerrado y al mismo tiempo sublime sino quería encontrar sus
debilidades y sus defectos que tampoco logró a descifrar realmente. Se
sorprendía al escuchar los testimonios de las mujeres combatientes en la
Segunda Guerra Mundial cómo después de una batalla, los soldados soviéticos
enterraban tranquilamente a los caídos y seguían adelante su camino ("La
Guerra no Tiene Rostro de Mujer", 1983).
No se pregunta ni se explica que eso precisamente era lo único que les
quedaba por hacer a los soldados si tenían que defender a su patria. Alexievich
no está interesada en encontrar respuesta a estas preguntas porque está
dominada por la frustración de no encontrar la causa de "homo
soviéticus" por no desear convertirse en "homo occidental"
teniendo esa oportunidad durante la perestroika de Gorbachev y el liderazgo de
Yeltsin. Ni siquiera le molesta la famosa frase de George H.W. Bush padre
cuando comentó durante su presidencia (1989-1993) que "a los EEUU nos
queda en Rusia Yeltsin como el último caballo que podemos montar". La
posición pro occidental de Alexievich es superior a su orgullo nacional. Aunque
para la periodista bielorrusa-ucraniana lo único que la une a Rusia es el
idioma en el que escribe.
Para ella los cambios que se produjeron en Rusia después de la disolución
de la URSS no modificaron la esencia de su pueblo pues su mentalidad "homo
sovieticus" no desaparece y se manifiesta en su líder Vladimir Putin quién
siguiendo las tradiciones del "imperialismo soviético" provocó, según
la periodista, "el Maidán en Ucrania y ocupó el territorio de Ucrania que
declaró su independencia además de anexar a Crimea". Alexievich también
condena la participación rusa en la defensa del régimen de Bashar Asad en Siria
acusando a los líderes rusos de ser creadores del "país de los soldados
conocidos y encubiertos".
Tomando en cuenta la coyuntura internacional de hoy y la despiadada guerra
mediática de la prensa globalizada contra Rusia y en especial contra su líder
Vladímir Putin no es de extrañar que la Academia Sueca conceda su galardón a
Svetlana Alexievich, abiertamente anti "homo y post homo sovieticus"
y que también detesta a Putin igual que a Stalin. Por eso a nadie debe extrañar
ese galardón.
Igualmente este premio es una señal para el presidente de Bielorrusia
Alexandr Lukashenko -quien últimamente está tratando de acomodarse entre Rusia
y Occidente (EEUU y la Unión Europea)-
para que se acerque más a los globalizadores y que se aleje de Rusia. La UE ya
le está prometiendo levantar sanciones contra su país. Lo único que tiene que
hacer es dar un pasito más al Occidente como en su tiempo lo hizo el ex
presidente de Ucrania Víctor Yanukovich, el que se quedó sin soga ni cabra.
Estos líderes y otros muchos más que terminaron dramáticamente sus días (la
lista es larga), no recuerdan que EEUU no tiene amigos, sólo intereses.
La independencia del Nobel
El enlace tanto tácito como implícito entre el poder político global y la
Fundación Nobel ha existido prácticamente desde su fundación y se intensificó
en el nuevo milenio. Basta acordarnos de que un mes después de la caída de las
Torres Gemelas en Nueva York el 11 de setiembre 2001, el Premio Nobel de
Literatura fue concedido al escritor de origen trinitense indú V. S. Naipaul
por su posición anti musulmana. Fue un autor preciso para una necesidad
precisa, la de crear la percepción negativa del Islam. Y hasta ahora el mundo
entero no puede explicar por qué méritos la Academia (noruega en este caso)
entregó al promotor de la guerra en Vietnam, al padrino del golpe de Pinochet,
al autor intelectual de tanta invasión y golpes Henry Kissinger, el Premio
Nobel de la Paz.
Hace poco, el historiador sueco Geir Lundestad, quien durante 25 años se
desempeñó como Secretario del Comité del Premio Nobel, publicó el libro
"The Peace Secretary" en el cual revela lo que sucede detrás de las
puertas cerradas del Comité para la selección de los candidatos y el rol de las
necesidades de la política global en este proceso. Lundestad contó cómo es que
decidieron dar el Premio de la Paz a Barack Obama y dizque fue para
"estimular sus posibilidades de promover la paz". Tanto lo
"estimuló" el Premio Nobel de la Paz que se convirtió en uno de los
presidentes más belicosos de la historia de EEUU. Actualmente los destacamentos
militares norteamericanos están en 135 países del mundo y los generales del
Pentágono hablan descaradamente de unos 30 años más de las guerras
"preventivas".
En este contexto Svetlana Alexievich es una periodista útil para los
propósitos del momento de los globalizadores, iluminada por su fe ciega en la
"democracia" de la OTAN y por su rechazo casi patológico al
"homo post sovieticus" personalizado hoy por Putin. Insiste en su
discurso que "el sentimiento anti occidental desaparecerá del espacio post
soviético junto con la salida de los líderes actuales". Lo afirma desde la
posición de fuerza del Occidente sin tomar en cuenta las necesidades nacionales
de cada país y de su pueblo que está ocupando este espacio y su voluntad de
aceptar o no aceptar las imposiciones del Occidente.
Decía el escritor alemán Günter Grass que "hay que decir las cosas
como son" y así son las cosas respecto a la nueva poseedora del Premio
Nobel de Literatura y de su posición ideológica que coincide en el momento
preciso con las necesidades de los globalizadores que se sienten frustrados en
sus intentos de convertir el mundo en una "Aldea Global" cueste lo
que cueste.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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