¿Pueden los militares
influir en los políticos o deben limitarse a obedecerlos, aunque los vean
cometer errores? El coronel James H. Baker, actual estratega del Pentágono,
abordó este tema en un célebre artículo. Este es también el sentido del
artículo de Seymour Hersh sobre cómo el Estado Mayor Conjunto estadounidense
estuvo advirtiendo constantemente a la Casa Blanca sobre las operaciones de la
CIA en Siria y en Ucrania. Hace varios meses que el complejo
militaro-industrial, el ex director de la DIA y el ahora ex secretario de
Defensa vienen multiplicando las críticas sobre la política del presidente
Obama.
EL ESTADO MAYOR CONJUNTO
DENUNCIA LA INFLUENCIA
DE LOS HALCONES LIBERALES
SOBRE LA CASA BLANCA
Por Thierry Meyssan
Los generales Michael T. Flynn, ex director de la agencia de inteligencia
del Pentágono (DIA), y Martin Dempsey, ex jefe del Estado Mayor Conjunto de
Estados Unidos (JCS), posan con sus esposas. Después de haber obedecido en
silencio, hoy arremeten contra la influencia de los halcones liberales sobre la
Casa Blanca. Para ambos generales, Washington debería actuar como un socio
confiable para Moscú, en vez de seguir jugando sucio en Siria y Ucrania.
Desde la realización de la Conferencia de Ginebra, en junio de 2012,
Estados Unidos ha estado acumulando las contradicciones, tanto en Siria como en
Ucrania. Ahora, el Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos ha decidido
organizar “filtraciones” de información sobre su propia posición, como medio de
influir en la Casa Blanca.
Contradicciones y
vacilaciones de la Casa Blanca
Durante los dos mandatos de George W. Bush, la Casa Blanca quería derrocar
la República Árabe Siria y crear en Ucrania una zona de caos, como había
logrado hacerlo en Irak. Por un lado, esperaba proseguir así el rediseño del
«Medio Oriente ampliado» y, por el otro, cortar las líneas de comunicación
terrestre entre Occidente y el creciente poder que representan Rusia y China.
Cuando Barack Obama llegó a la Casa Blanca, como sucesor de George W. Bush,
tenía como consejeros al general Brent Scowcroft y a su propio mentor en temas
políticos, que no era otro que Zbignew Brzezinski.
Estos ex consejeros de Jimmy Carter y de Bush padre en materia de seguridad
nacional desconfiaban de la teoría del caos de Leo Strauss. Ellos estimaban que
el mundo tenía que estar organizado según el modelo de la paz de Westfalia, o
sea alrededor de Estados internacionalmente reconocidos. Al igual que Henry
Kissinger, ellos aconsejaban debilitar a los Estados, para que no estuvieran en
condiciones de oponerse a la hegemonía estadounidense, pero sin destruirlos.
Por consiguiente, no vacilaban en recurrir a grupos no estatales para que
hicieran el trabajo sucio del Imperio estadounidense, pero sin la menor
intención de confiarles la administración de territorios.
Cuando los halcones liberales, reunidos alrededor de Hillary Clinton,
Jeffrey Feltman y David Petraeus –un general de salón reciclado en la vida
civil–, sabotearon el acuerdo que la Casa Blanca acababa de negociar con el
Kremlin y reactivaron la guerra en Siria, en julio de 2012, Barack Obama no
reaccionó. En plena campaña para la elección presidencial, Obama no podía darse
el lujo de permitir que se viera claramente el desorden reinante en su equipo
de gobierno. Lo que hizo fue tender una trampa al general Petraeus, haciéndolo arrestar
–llegando incluso a esposarlo– al día siguiente de su propia reelección como
presidente de Estados Unidos. Después, despidió a Hillary Clinton y la
reemplazó por John Kerry. Este último, que tenía relaciones cordiales con el
presidente sirio Bachar al-Assad, podía recuperar el terreno perdido en ese
aspecto. En cuanto a Feltman, que ya se hallaba en la ONU, sacarlo de allí
bruscamente parecía delicado.
Pero John Kerry comenzó dejándose convencer de que ya era demasiado tarde y
de que a la República Árabe Siria no le quedaba mucho tiempo. Y creyó que lo
único que podía hacer era evitar que Assad corriera el mismo fin trágico que
Muammar el-Kadhafi, sodomizado con una bayoneta antes de ser asesinado. La Casa
Blanca y el Departamento de Estado se habían dejado cegar por las mentiras que
databan de los tiempos de la administración Bush, cuando todos los funcionarios
estaban movilizados, no para analizar el mundo y tratar de entenderlo sino para
justificar por adelantado los crímenes de Washington. En 2006, el primer
secretario de la embajada de Estados Unidos en Damasco, William Roebuck, había
redactado un informe impuesto como verdad indiscutible: Siria no era una
república baasista sino una dictadura alauita. Así que Arabia Saudita, Qatar y
Turquía podían respaldar legítimamente a la mayoría sunnita de la población
para implantar la «democracia de mercado» [1].
El presidente Obama dejó, por tanto, a la CIA seguir adelante con su
operación de derrocamiento del régimen sirio, disfrazada de apoyo a los «rebeldes
moderados». Se organizan entonces amplias redes de tráfico de armas,
primeramente desde la Libia post-Kadhafi, más tarde desde la Bulgaria de Rosen
Plevneliev y Boiko Borisov [2], y posteriormente desde la Ucrania
post-Yanukovich [3]. Simultáneamente, se abren oficinas de reclutamiento en
todo el mundo musulmán para enviar combatientes a salvar a los sunnitas sirios
reprimidos por la dictadura siria.
Pero al final no queda más remedio que reconocer que la República Árabe
Siria resiste a la embestida de la mayor coalición de la Historia (114 países y
16 organizaciones internacionales agrupadas en el seno de los «Amigos de
Siria»). Y si la República Árabe Siria logra resistir es simplemente porque
nunca ha sido una dictadura alauita sino más bien un régimen laico y
socialista; porque el ejército sirio nunca se ha dedicado a masacrar a los
sunnitas y porque son precisamente sunnitas la mayoría de los soldados que
defienden la República Árabe Siria ante la agresión extranjera.
En febrero de 2014, cuando los neoconservadores, reunidos alrededor de
Victoria Nuland, lograron derrocar el gobierno de Kiev –a golpe de millones de
dólares–, el presidente Obama vio en ello el merecido resultado de largos años
de esfuerzos. Barack Obama no percibió de inmediato las consecuencias de
aquella operación. Y después se vio ante un dilema: dejar el país sin gobierno,
como un hueco negro entre la Unión Europea y Rusia, o poner en el poder a los
soldaditos de la CIA, varios nazis y unos cuantos islamistas. Así que optó por
la segunda posibilidad, pensando que sus servicios secretos encontrarían entre
esos mercenarios algunos individuos capaces de mantener una apariencia de
respetabilidad. Los hechos han demostrado que no lo lograron. El resultado es
que, si bien el régimen de Viktor Yanukovich era corrupto –aunque no más que
los de Moldavia, Bulgaria o Georgia, y todavía sería posible mencionar muchos
más–, el poder actualmente instalado en Kiev encarna todo aquello contra lo que
luchó Franklin D. Roosevelt.
El periodista Seymour Hersh reveló la masacre de My Lay –durante la
agresión estadounidense contra Vietnam– así como las torturas que practicaban
los militares de Estados Unidos en la cárcel de Abu Ghraib –durante la invasión
de Irak. Después de haber trabajado en el New York Times, y posteriormente en
el New Yorker, este periodista estadounidense ya no logra publicar sus trabajos
en la prensa de su propio país y funge como colaborador de la London Review of
Books.
Lo que quieren los militares
estadounidenses
En momentos en que la Casa Blanca y el Kremlin acaban de concluir un
segundo acuerdo para restaurar la paz en el Medio Oriente, el periodista
estadounidense Seymour Hersh publica –en la London Review of Books– una larga
investigación donde revela cómo el Estado Mayor Conjunto, encabezado por el
general Martin Dempsey, se resistió a dejarse llevar por las ilusiones de
Barack Obama [4]. Según Hersh, los militares estadounidenses trataron de
mantener el contacto con sus homólogos rusos, a pesar del manejo político de la
crisis ucraniana. Para ello transmitieron información crucial a algunos de sus
aliados, con la esperanza de que estos los hicieran llegar a los sirios, pero
se abstuvieron de toda ayuda directa a Damasco. Seymour Hersh deplora el hecho
que ya no sea así desde que el general Joseph Dunford encabeza el Estado Mayor
Conjunto.
En este artículo, Seymour Hersh afirma que la política de la Casa Blanca se
ha mantenido invariable en 4 aspectos, totalmente absurdos, según los
militares:
- la insistencia en la salida del presidente Assad;
- el rechazo a crear una coalición contra el Emirato Islámico junto a
Rusia;
- seguir viendo en Turquía un aliado estable en la guerra contra el
terrorismo
- seguir creyendo en la existencia de fuerzas sirias de oposición moderada
aptas para recibir apoyo estadounidense.
Es necesario recordar que el anterior secretario de Defensa, Chuck Hagel,
fue descartado en febrero de 2014 precisamente por haber cuestionado esa
política [5]. Chuck Hagel fue reemplazado por Ashton Carter, un alto
funcionario –ex colaborador de Condoleezza Rice– conocido por su habilidad para
los negocios [6].
En octubre de 2014, la Rand Corporation, principal tanque pensante del
complejo militaro-industrial estadounidense, tomó oficialmente posición a favor
del presidente Assad, subrayando que su derrota haría inevitable la llegada de
los yihadistas al poder mientras que su victoria permitiría estabilizar la
región [7].
En agosto de 2015, fue el general Michel T. Flynn, ex director de la
Defense Intelligence Agency (DIA, la agencia de inteligencia del Pentágono),
quien reveló al canal de televisión qatarí Al-Jazeera que se había esforzado
por advertir a la Casa Blanca sobre las operaciones planificadas por la CIA y
varios aliados de Washington mediante el uso de los yihadistas. Ante las
cámaras de Al-Jazeera, el general Flynn comentaba uno de sus informes
–recientemente desclasificado [8]–, donde anunciaba la creación del Emirato
Islámico [9].
Finalmente, en diciembre de 2015, el ex secretario de Defensa, Chuck Hagel,
declaraba que la posición de la Casa Blanca sobre Siria restaba credibilidad al
presidente Obama [10]
La eliminación del presidente democráticamente electo de Siria es un
objetivo de guerra de los halcones liberales y los neoconservadores
estadounidenses. La neutralización de Assad implicaría la caída del régimen, de
la misma manera como el linchamiento de Kadhafi hundió Libia en el caos. Hoy
resulta imposible salvar al pueblo sirio sin respaldar a su presidente, Bachar
al-Assad.
Cómo trataron los militares
de ayudar a Siria
Según Hersh, en 2013 el Estado Mayor Conjunto estadounidense dio a conocer
a sus homólogos sirios las 4 exigencias de Washington para implementar un
cambio de política:
- Siria tendría que impedir que el Hezbollah atacara Israel;
- Siria tendría que retomar las negociaciones con Israel para resolver la
cuestión del Golán;
- Siria tendría que aceptar la presencia de consejeros militares rusos
- y también tendría que comprometerse a realizar nuevas elecciones al final
de la guerra, permitiendo además la participación de un amplio sector de la
oposición.
Al leer esas 4 condiciones resulta sorprendente comprobar lo siguiente: o
los militares estadounidense carecen totalmente de conocimientos sobre la
política del Medio Oriente, o lo que buscan es imponer condiciones que no son
tales y que serán aceptadas de inmediato por parte de Damasco. A menos que se
trate, en realidad, de sugerencias enviadas al presidente Assad para que
lograra hacer evolucionar la posición de su homólogo estadounidense.
- En primer lugar, el Hezbollah es una red de resistencia contra la
ocupación israelí creada en Líbano como respuesta a la invasión de 1982.
Inicialmente, el Hezbollah no contaba con asesoramiento de los Guardianes de la
Revolución iraníes, aunque mucho le debe al Basij [11], sino del Ejército Árabe
Sirio. Y sólo se volvió hacia Irán en 2005, después de la retirada del Ejército
Árabe Sirio del Líbano. A pesar de ello, durante la agresión israelí de 2006
contra el Líbano, el entonces ministro sirio de Defensa estuvo –en secreto– en
el campo de batalla para supervisar la entrega de material militar.
Actualmente, el Hezbollah chiita y el Ejército Árabe Sirio laico luchan juntos,
en Líbano y en Siria, contra los yihadistas, que a su vez cuentan con apoyo
aéreo de Israel, país que además presta atención médica a los yihadistas
heridos.
- Desde 1995 (en Wye River) y hasta 2000 (en Ginebra), el entonces
presidente estadounidense Bill Clinton organizó negociaciones entre Israel y
Siria. Todo se negoció de forma equitativa, a pesar de la deshonestidad de la
delegación israelí –que escuchaba las conversaciones telefónicas entre los
presidentes de Estados Unidos y de Siria [12]. La paz habría podido y debido
firmarse en aquel momento, si el primer ministro israelí Ehud Barack no se hubiese
echado atrás en el último momento, como señala el propio presidente Bill
Clinton en sus memorias [13]. Posteriormente, Bachar al-Assad retomó las
negociaciones, indirectamente –a través de Turquía– y por propia iniciativa.
Pero las interrumpió cuando Israel violó descaradamente el derecho
internacional al interceptar y abordar la «Flotilla de la Libertad» en aguas
internacionales. Actualmente, Siria sigue estando dispuesta, y desea, retomar y
llevar a buen término aquellas negociaciones, pero la parte israelí rechaza esa
posibilidad.
- En cuanto a las relaciones militares entre Damasco y Moscú, estas se
remontan a la época de la Unión Soviética, con una especie de paréntesis en
tiempos de Boris Yeltsin. En 2005, Bachar al-Assad viajó a Rusia para renegociar
la deuda que Siria había contraído con la desaparecida URSS. El presidente
sirio ofreció entonces al Kremlin 30 kilómetros de litoral para ampliar el
puerto militar de Tartús, pero los rusos –cuyas fuerzas armadas se hallaban en
plena reorganización– no mostraron interés en la propuesta. En junio de 2012,
antes de la Conferencia de Ginebra, el consejero sirio de Seguridad Nacional
Hassan Turkmani propuso a los rusos desplegar «chapkas azules» (una fuerza de
paz) en suelo sirio para estabilizar el país. El Kremlin, observando la
actividad de la CIA y la ola de yihadistas provenientes de todo el mundo
musulmán, comprendió poco después que aquella guerra era el ensayo general de
una operación que habría de desplazarse hacia el Cáucaso. Vladimir Putin decidió
entonces que el tema sirio era una «cuestión interna rusa» y se comprometió a
desplegar sus fuerzas armadas. Si nada sucedió en 2013 y 2014 no fue porque
Rusia hubiese cambiado de opinión sino porque estaba preparando sus fuerzas, y
sobre todo dando los últimos toques a nuevos tipos de armas.
- En mayo de 2014, la República Árabe Siria organizó una elección
presidencial, que todas las embajadas presentes en Damasco calificaron de justa
y democrática. Fueron los europeos quienes, violando la Convención de Viena,
impidieron a cientos de miles de refugiados sirios votar en dicha elección
presidencial. Y también convencieron a diferentes grupos de oposición para que
no presentaran candidatos. Bachar al-Assad, que ganó ampliamente esa consulta,
está sin embargo dispuesto a poner su mandato en la balanza, de forma
anticipada, cuando termine la guerra. Mediante un simple voto del parlamento,
la República Árabe Siria podría aceptar las candidaturas de ciudadanos sirios
exilados, exceptuando a los que hayan colaborado con la Hermandad Musulmana o
con sus organizaciones armadas, como al-Qaeda, el Emirato Islámico, etc.
Los militares
estadounidenses quieren desmarcarse de los neoconservadores
Justo antes de dejar el cargo de jefe del Estado Mayor Conjunto, el general
Martin Dempsey había logrado la nominación del coronel James H. Baker como
nuevo director del Office of Net Assessment, o sea la oficina encargada de
elaborar los proyectos y estrategias del Pentágono [14]. Al coronel Baker se le
considera recto, racional y razonable –exactamente lo contrario de los
straussianos– y aunque Seymour Hersh no lo menciona en su artículo, parece
entonces posible que Baker tenga que ver con la posición del Estado Mayor
Conjunto.
En todo caso, el artículo de Seymour Hersh demuestra que existe en el
Estado Mayor Conjunto estadounidense una voluntad de desmarcarse a la vez de la
Casa Blanca y de los halcones liberales, como los generales David Petraeus y
John Allen. Esto es una manera de subrayar que, en el actual contexto, el
presidente Obama ya no tiene ninguna razón para seguir con las ambigüedades que
tuvo que se vio obligado a mantener durante los 3 últimos años.
Elementos fundamentales
- En los últimos meses, la Rand Corporation (principal tanque pensante del
complejo militaro-industrial estadounidense), el ex director de la Defense
Intelligence Agency Michael T. Flynn, el ex jefe del Estado Mayor Conjunto
Martin Dempsey y el ex secretario de Defensa Chuck Hagel han cuestionado las
contradicciones y vacilaciones de la Casa Blanca.
- Los estrategas militares estadounidenses cuestionan la política de
confrontación con Rusia, heredada de la era Bush. Ese sector está pidiendo que
se implante una colaboración en Siria y Ucrania, así como volver a meter en
cintura a los supuestos aliados de Washington, como Turquía, Arabia Saudita y
Qatar.
- La alta oficialidad estadounidense estima
1. que hay que respaldar al presidente Bachar y que este debe vencer y
mantenerse en el poder;
2. que hay que actuar junto a Rusia contra el Emirato Islámico;
3. que hay que castigar a Turquía porque no está comportándose como aliado
sino como un enemigo
4. y que hay que dejar de soñar con la existencia de rebeldes sirios
moderados y no esconderse más detrás de esa ficción, que sólo sirve para
permitir a la CIA seguir aportando apoyo a los terroristas.
USA.