Si en nombre de futbol se
llama a la solidaridad con los franceses, ¿qué entonces es lo que impide
manifestar los mismos sentimientos solidarios con otros pueblos víctimas de las
mismas atrocidades? ¿Acaso unas vidas son más importantes que otras o, los
grados de sufrimiento y dolor son diferentes?
LOS ATAQUES TERRORISTAS EN
PARÍS Y EL FUTBOL
El estruendo de las explosiones en la afueras del Estade de France,
retumbaron en el interior del estadio donde las selecciones nacionales de
Francia y Alemania jugaban un partido amistoso de futbol que tenía como
principal espectador al presidente francés Francois Hollande, que según algunas especulaciones habría sido uno
de los principales objetivos de los atentados terroristas del sábado 13 de
noviembre. Nadie en ese momento dentro del estadio, incluyendo al propio
Hollande, pareció percatarse del motivo de las explosiones hasta después de
concluido el amistoso y una sensación de estupor y pánico se fue apoderando de
los espectadores a quienes por motivos de seguridad se les impidió la salida. Estas
imágenes fueron difundidas al mundo a través de la televisión, entre ellas aquellas
cadenas televisivas dedicadas casi en exclusividad a la transmisión de
programas de futbol en español las 24 horas del día.
La cobertura mediática que suscitaron los atentados fue inmediata como
apabullante, todos los medios televisivos sincronizadamente le daban cobertura
a la tragedia. Las transmisiones futboleras que tenían lugar en ese instante
fueron suspendidas para dar paso a la difusión de la noticia con reporteros directamente
desde París. Los comentaristas deportivos especializados en el futbol en las
filiales en español de ESPN Sports y Fox Sports, se olvidaron por un momento
del tema que les quita el sueño para dedicarse a comentar y emitir, como
especialistas, condenas sobre el terrorismo, algunos hasta se aventuraron a
atribuir, antes de tiempo, la autoría de los atentados a terroristas ligados al
ISIS.
Llama poderosamente la atención, el deliberado enfoque que los grandes consorcios
televisivos estadounidenses que transmiten futbol le han dedicado a los
atentados de París, como si en realidad fueran estos los únicos merecedores de
sus muestras de solidaridad y repudio. No existe en esta actitud acaso una
muestra de la política del doble racero que por lo general utiliza occidente
para agrandar o minimizar -de acuerdo a sus intereses- actos de igual
naturaleza, como el terrorismo, y que merecen el mismo grado de condena, sin
importar si se cometen en Beirut, Palestina, Paris o Boston. Si en nombre de
futbol se llama a la solidaridad con los franceses, ¿qué entonces es lo que
impide manifestar los mismos sentimientos solidarios con otros pueblos víctimas
de las mismas atrocidades? ¿Acaso unas vidas son más importantes que otras o,
los grados de sufrimiento y dolor son diferentes?
Posterior a los atentados y durante las transmisiones televisivas de los
encuentros de futbol, fue común observar como en los diferentes estadios del
mundo se rendían minutos de silencio en honor a las víctimas de París y se
entonaba la Marsellesa. Todo esto contrastaba enormemente con la atención y el
trato dado a similares acciones terroristas ocurridas recientemente en otras
latitudes y que también han cobrado decenas de vidas inocentes. Ni Siria
desangrada, ni el Irak destruido, ni la Libia en ruinas y caos total a causa
del terrorismo liberalizador de occidente y sus “combatientes por la libertad”,
ni los palestinos que a diario sufren el terrorismo de la ocupación y no pueden
jugar al futbol, ni los estudiantes de Ayotzinapa víctimas del terrorismo de
Estado, han sido eventos que de acuerdo a la lógica de los grandes intereses
que se han apropiado del futbol, son lo suficientemente extraordinarios como
para merecer la atención y el apoyo masivo del más universal de los deportes,
como se vio en el caso de Francia, donde las rutilantes estrellas del futbol
mundial aparecen recitando el obligado “je suis France”.
Pero la falsedad, la hipocresía, la doble moral de todo ese despliegue de
solidaridad y rechazo a la plaga del terrorismo quedó al desnudo apenas una
semana después con motivo de la realización del clásico del futbol mundial en
España. En esa ocasión y bajo medidas de seguridad sin precedentes se
enfrentaban los dos equipos de futbol con las mayores audiencias a nivel
mundial, el Barcelona F.C y el mítico Real Madrid. Fue oportuno como revelador,
el hecho que uno de esos equipos es patrocinado por uno de los Estados considerado
como una de las mayores fuentes de apoyo al terrorismo islámico. El pequeño
principado petrolero de Qatar, cuyo nombre lo exhibe como logo la camiseta
oficial del Barcelona, es entre otros, uno de los mayores promotores del
terrorismo que desangra el Medio Oriente, donde de paso se han curtido en el arte del terror
los yihadistas europeos que ahora están sembrando el pánico en ciudades como
París.
Sin embargo, a nadie dentro del mundo del futbol se le ocurrió o no tuvo la
suficiente estatura moral para denunciar esta gran contradicción, este atroz doble
juego, pues mientras el gran espectáculo mundial, del que se dice el más bello
de los deportes, se utilizaba como plataforma en la lucha por derrotar al
terrorismo, al mismo tiempo, por ignorancia pura o fingida, al monstro se le dejaba
pasar desapercibido en cada gol que la multitud celebraba con frenesí inusitado.
Todo esto no hace más que confirmar que la narrativa construida alrededor del
combate al terrorismo, no es más que una invención, una falsedad diseñada para
agredir y recolonizar pueblos enteros con el pretexto de protegerlos y salvaguardar
los valores de la gran civilización occidental, contando para ello con el
consentimiento de un público cada vez más amedrentado por la incesante
propaganda desinformativa que oculta la verdad sobre el terrorismo y quienes se
benefician de su existencia.
Al futbol no se le puede achacar el que sea utilizado para fines ajenos a
su esencia deportiva, es decir como una actividad sana, eminentemente
recreacional practicada y disfrutada en
todos los rincones del planeta. Desafortunadamente en un mundo donde el sistema
económico dominante todo lo transforma en mercancía de consumo, el futbol no ha
podido escapar a esa terrible realidad y en virtud de su popularidad lo han
convertido en uno de los mecanismos preferidos de control de las masas, de la
estupidización colectiva que resulta perfecta para la difusión y aceptación
ciega del discurso dominante en boga que las elites que gobiernan el mundo
quieren hacer prevalecer, como en el caso del terrorismo en Paris y el salto
contra la FIFA que más que una cruzada anticorrupción, es una descarda
intervención imperialista contra ese organismo con fines claramente políticos: despojar
a Rusia del Mundial de futbol 2018, y no a Qatar como se quiere hacer creer.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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