miércoles, 3 de agosto de 2016

La farsa electoral estadounidense

Lo que hemos presenciado en estos últimos días de la Convención Demócrata es un claro y sonoro ejemplo, ante los ojos de todo el mundo, de la falsedad, lo ficticio y lo corrupto que resultan ser los procesos electorales y en si la gran democracia estadounidense.


LA FARSA ELECTORAL ESTADOUNIDENSE



Para empezar, Hilllary Clinton, recientemente nominada como candidata a la presidencia en la Convención Nacional (circo) del Partido Demócrata no debería estar participando en las elecciones presidenciales, al contrario debería estar siendo enjuiciada por los delitos que se le achacan en el manejo de los correos electrónicos del Departamento de Estado cuando fungió como secretaria del mismo. Esto en el país que se jacta de “nuestros valores”, “la primacía de la ley” y “nadie está por encima de la ley”. Cualquiera mínimamente informado se daría cuenta de inmediato de la farsa contenida en esos grandiosos pronunciamientos, pues la realidad es otra, muy distinta, a la creada por las elites imperiales, y Hillary Clinton y todo el proceso electoral es una muestra de lo corrompido de la Democracia Americana.

Todo el espectáculo del proceso de las primarias culminando con las Convenciones Nacionales (circos) de ambos partidos, Republicano y Demócrata, y su desfile de criminales de guerra, guerreristas neoconservadores de primer orden, liberales intervencionistas, racistas, corruptos, fascistas y los infaltables tontos útiles, no son más que indicios de que la excepcional democracia estadounidense está ya en un proceso avanzado de decadencia irreversible que Donald Trump, que no es ningún tonto, ha percibido. De ahí su eslogan, “Take Back Our Country”, sin embargo para reclamar la grandeza de su país, Trump, increíblemente, tendrá que ir en contra de sus propios intereses que en esencia son los intereses financieros y militares del imperialismo global representados por Wall Street y el complejo militar industrial, mismos a los que sirve Hillary Clinton y que tienen en la bancarrota a los EE.UU.

Pero lo que destaca en este proceso electoral, no es la calidad de las propuestas o la seriedad del compromiso para hacerle frente a los acuciantes problemas socio-económicos, como la creciente desigualdad económica, el desempleo y subempleo, el aumento de pobreza y la represión racial, el estado deplorable de la educación pública y de la red vial que cada día erosionan el bienestar social y económico de millones de norteamericanos que se están quedando a la deriva, es por el contrario el discurso demagógico, la xenofobia, el racismo  y las falsas promesas lo que ha proliferado y destacado como la atracción principal de un proceso viciado y antidemocrático, que no tiene nada que envidiarle a lo que se acostumbra en los llamados países tercermundistas o en aquellos que Washington hipócritamente cataloga como antidemocráticos, dictatoriales y corruptos que hacen caso omiso de los anhelos democráticos de sus electores y de sus pueblos en general.

Lo que hemos presenciado en estos últimos días de la Convención Demócrata es un claro y sonoro ejemplo, ante los ojos de todo el mundo, de la falsedad, lo ficticio y lo corrupto que resultan ser los procesos electorales y en si la gran democracia estadounidense: miles de correos filtrados por Wikileaks revelan como la alta dirigencia del partido Demócrata agrupada en el Comité Nacional Demócrata (CND) conspiró para sabotear la candidatura de Bernie Sanders en la primarias con el avieso propósito de favorecer a la abanderada de Wall Street y el complejo militar industrial, Hillary Clinton, quien mucho antes del inicio de la campaña por la nominación presidencial ya había sido investida como la candidata a la presidencia por la elite reaccionaria del partido Demócrata que demostró con esta actitud como los principios democráticos del juego limpio, la pureza electoral y el respeto por la voluntad popular es un discurso hueco que solo sirve para convencer a los incautos sobre las bondades de la prostituida democracia capitalista estadounidense.

Esta clase de escándalos, de maniobras antidemocráticas, que no son la excepción, sino la regla de los procesos electorales estadounidenses, pues ahí está el robo que perpetró G.W. Bush contra Gore en 2000, deberían ser suficientes para descalificar a cualquier contendiente sobre todo cuando se trata, nos dicen, de la democracia ejemplar que ilumina al mundo como un faro en lo alto. Sin embargo, la elite neoliberal guerrerista del partido Demócrata, empeñada en perpetuar  a sangre y fuego el hegemonismo de los EE.UU sobre el resto del planeta, ha decidido cubrir con el manto de la impunidad a la señora Clinton no obstante su record criminal al frente del Departamento de Estado, como lo atestiguan su participación en el escándalo de los correos electrónicos en esa dependencia, el golpe en Honduras y por supuesto, su papel como una de las principales instigadoras de la criminal invasión y destrucción de Libia por parte de la Otan y sus legiones de terroristas así como también en Siria que actualmente libra una guerra encarnizada contra las bandas de mercenarios yihadistas apoyados, financiados y armados por los EE.UU y sus aliados, las tiránicas monarquías árabes con quienes la señora Clinton mantiene relaciones muy amistosas.

Como ya hemos mencionado, los EE.UU no están en condiciones de aleccionar nadie sobre normas y el respeto a la democracia. La capacidad para el engaño y la  manipulación de que dispone la clase política estadounidense no tiene parangón, como tampoco el desprecio que manifiestan por la voluntad de los electores. El caso de Bernie Sanders, la manera como se intentó bloquearlo y la burla perpetrada contra sus seguidores que creían en las posibilidades de un cambio democrático, es un contundente  y vergonzoso ejemplo de lo antidemocrático de la democracia capitalista de los EE.UU. Pero aún más vergonzoso fue la manera descarada como la elite demócrata, con la colaboración de los prostituidos medios de prensa leales a la dinastía Clinton, trataron de minimizar el impacto del escándalo, atribuyéndole la culpa -¡increíblemente!- al “demonio” de moda, el presidente de Rusia, Vladimir Putin que de ahora en adelante pasa a ser el hombre detrás del no menos demonio, Donald Trump, todo, argumentan, con el propósito de impedir que Hillary sea coronada como la próxima Comandante en Jefe del imperio global.

No menos patético, fue la actuación del propio Bernie Sanders que no tuvo la valentía ni la estatura moral de un verdadero líder político como para oponerse y rechazar el juego fraudulento que desde un principio monto la dirigencia Demócrata en contra de su candidatura. Al contrario, Bernie Sanders, el autoproclamado socialista, decidió ser parte de la farsa sabiéndose de antemano perdedor. Fue lamentable ver como Sanders cobardemente se doblegaba ante la mafia de su partido y traicionaba la voluntad de todos sus seguidores que llegaron a creer ingenuamente que eran parte de la revolución anticapitalista liderada por un hombre que hablaba en contra de la corporocracia de Wall Street y prometía mayor justicia social y económica. Todo fue un grotesco engaño montado en contra de los votantes por la camarilla demócrata pro Hillary, con la anuencia de Bernie Sanders, que las veces que pudo la defendió y prometió que la apoyaría en las elecciones a la presidencia, como efectivamente lo ha hecho el viejo miembro del partido Demócrata con amplias credenciales imperialistas.

Las fraudulentas primarias estadounidenses ya son historia, la recta final hacia la Casa Blanca ya ha empezado y ambos Hillary Clinton y Donald Trump están enfrascados en una batalla por presentar lo peor de cada uno demostrando con ello no solo el nivel de degradación política y moral de ambos candidatos, sino de todo el sistema que se sostiene la dictadura de la democracia capitalista de  los EE.UU. El fraude perpetrado contra el seudo-socialista Sanders y sus seguidores no fue suficiente y ahora la contienda electoral ha dado un sórdido giro escogiendo a Putin, los musulmanes y los indocumentados como el tema dominante de la campaña presentándolos como los fantasmas que amenazan destruir los valores democráticos de América y su grandioso destino asignado por la divina providencia.

No se puede negar la gran capacidad de la elite gobernante para crear su propia y diabólica realidad y que esta, a través de los grandes medios masivos de comunicación, sea asimilada por un público que apenas capta la profundidad de la manipulación a la que son sometidos. En noviembre el público votante escogerá un nuevo presidente con la fútil esperanza de un cambio en el rumbo del país, desafortunadamente el sistema imperante, a no ser una revolución popular que se ve muy lejos, está diseñado para no permitir cambios que alteren las estructuras del poder dominante. Las elecciones son la fachada democrática  de la antidemocracia estadounidense. Clinton y Trump son las dos caras de la misma.






Publicado por La Cuna del Sol
USA. 

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