De la serie “Diario de un
Escribiente”
ENSAYOS DE MANUEL JOSÉ ARCE
LEGIÓN
Poco se dice de los resentidos. Y se les llama así. Con eso basta.
Es cierto: son legiones, son legiones amargas que murmuran -con una agria voz baja- contra los otros, los no resentidos, los
triunfadores, los veloces, los creadores del resentimiento.
Resentido es aquel que “no ha triunfado”, porque hubo “otro más listo”. El
que encontró la puerta a piedra y lodo y no pudo tumbarla. El que encontró
cerrados los caminos. El que no se prestó. El que no pudo prestarse a aquellas
cosas. El despojado. El que no fue veloz o se detuvo a meditar las duras
consecuencias. El que no quiso ser audaz, irresponsable. El que vio la
oportunidad cuando era tarde.
Hay muchos resentidos. Son legiones. Son millares. Son pueblos.
Poco se dice de ellos: que son nulos, amargados, reacios, resentidos. Que
son la exacta antítesis del triunfador que pasó sobre todas las cabezas, del
que olvidó las lágrimas ajenas, del que no tuvo escrúpulos y de aquel que
heredó puertas abiertas y caminos fáciles, del que se yergue ahora sobre la
amarga masa.
Los resentidos son el cemento con el que han fraguado los pedestales de los
triunfadores.
Un oscuro fermento que crece y crece y seguirá creciendo. Hasta el día y la
hora
INÉDITOS
Están aquí mis libros -no los que
leo sino los que escribo- : bandadas de papeles llenos de tachaduras que
ensucian la limpieza de mi pulcra Olivetti.
Están aquí. Son libros, aunque no lo parezcan todavía. Siguen aún inéditos.
Podría publicarlos, pero resulta que no hacen ediciones por abonos. Y aun
cuando las hicieran, debo pagar primero la cocina, el refrigerador y las letras
del carro (todo lo necesario y lo más útil).
Y además ¿de qué me serviría publicarlos? A lo sumo, gastaría bolígrafos en
las dedicatorias, me dirían “poeta” en plena vía pública y entraría en el
círculo selecto: La Sociedad de Autores Nacionales.
Pero no aceptaría el carnicero un volumen de versos a cambio de una libra
de puyazo. Ni el médico vería con agrado si pago la consulta con un pobre
ejemplar autografiado.
Es más, esos centavos mensuales que costara la edición de algún libro (en
el remoto caso que un editor diera fiado) están mejor empleados en las revistas
de las tiras cómicas que alegran a los hijos e inclusive me hacen reír a veces.
Por eso están ahí, por allí, esos
mis libros inéditos que ni yo mismo leo, que ni yo mismo entiendo, como cosas
derruidas donde -yerbajos- crecen tachaduras, correcciones inútiles que
no verá la imprenta, que no habrán de salvarme de la muerte.
ENCUESTA
Entraron a mi casa, armados de preguntas, portafolios, anteojos,
cuestionarios y un aire de importancia. Preguntaron mil cosas substanciales.
Anotaron datos. Inspeccionaron todos los rincones. Dieron las gracias
educadamente, asegurando que aquella información era secreta -“confidencial”, para ser más exactos.
Remitieron después sus materiales a países lejanos, en donde mi familia, mi
casucha, mi “standard económico de vida”, mi salario, mis gastos y mi organismo
incluso y mi trabajo, y mis inclinaciones y amistades, mis ideas, mi barrio,
todo fue analizado con minucia, todo fue computado (junto a miles y miles de
casos semejantes).
Ahora están de vuelta. No han cambiado: traen aquel mismo airecito de
importancia, siguen siendo educados. Y llegan otra vez a mi casa, armados de
preguntas, productos, anuncios y prospectos, formularios.
Ellos no cambian. Son iguales. Siempre.
Pero yo sí he cambiado. Ya no soy un hombre como todos: ahora soy su
mercado.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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