martes, 31 de octubre de 2017

Reflexiones sobre la ingratitud política de las masas

Más allá de ideología y política, todo está en el fondo del corazón humano. En la bondad y nobleza que tiene algunos seres humanos en el corazón. Y la ruindad e ingratitud que está en la mayoría, sean estos progre o fascistas. No son los medios los que confunden a la hora de votar: es el corazón humano.


REFLEXIONES SOBRE LA INGRATITUD POLÍTICA
DE LAS MASAS


Por Luciano Castro Barillas

Un político es y será siempre una persona ambiciosa de poder. El  pretexto para su codicia personal serán “las causas del pueblo”, por no decir, su causa personal. Y el motivo será, ya en la práctica de una determinada concepción, de reparto igualitario de la riqueza o la posesión solamente para sí de esa riqueza social, de la cual, derechistas e izquierdistas están debidamente enterados. Unos comparten, los otros no. Y otros, los populistas, “hacen” como que comparten, acompañando sus pocas acciones transformadoras de discursos altisonantes, haciendo de cada pulga de acción política una vaca fornida. Es decir, mucha bulla y pocas nueces. En esta “teoría de la codicia” aparecieron no hace mucho unos sujetos que se dicen estudiosos de la política, una especie de vedette de la opinión en los medios  -los politólogos- que han pretendido elevar a nivel de ciencia este tipo de acciones personales de otros  y las proyecciones para las masas, haciéndoles objeto de estudio en los gabinetes académicos, sin vivir estas variadas realidades en las calles. Una suerte de parásitos de la política, especímenes humanos poco fiables que se mueven entre intransigentes e irreductibles fascistas y alocados progre, mimados por su tolerancia para con las lesbianas y homosexuales cuyo reducto, vaya cosa, es un espacio de absoluta intolerancia con la heterosexualidad, eso sí, bien disimulada con las variopintas argumentaciones de la igualdad de género. Y eso está bien que la gente sea auténtica, que sean como quieren ser. Lo que no está bien es la carencia de sinceridad. Es decir, defiendo una causa social cuando lo que defiendo es un asunto estrictamente personal.

Un político dice tener en las grandes mayorías depauperadas su base, su apoyo social. Y con América Latina es el recinto hemisférico de la pobreza, surgieron en la década de los noventa reformismos sociales adjetivadas como “revoluciones”, las cuales declinaban como movimiento social el uso de las armas por la guerra en las urnas. ¿Dislate? A mí me parece que sí, todo un disparate. La historia social del hombre ha enseñado que las acciones políticas perdurables, creíbles y consistentes son las que tienen lugar con el uso de las armas. Ningún cambio estructural importante ha recurrido a los recursos amables de las alternativas electorales. Esa clase de revoluciones sociales no permea, a profundidad, el espíritu, el alma profunda de los pueblos. Son solo las guerras, el dolor, la sangre y la conquista del poder por esta vía la que hace posible los grandes saltos cualitativos en la historia humana. ¿O no es esa la lucha de clases en su máxima expresión descubierta por Marx? ¿Acaso hasta el que tan poco posee no defiende hasta la muerte que lo despojen de su casa o un pequeño barbecho para sembrar hortalizas? Las ideas de la propiedad privada en el ser humano son tan profundas como su egoísmo, como su mezquindad, como su falta de gratitud?
               

Por eso Acacio, el pretoriano, dijo en tiempos del imperio romano que “mientras el hombre no sea mejor, hay que tener desenvainada la espada”. O Sun Tsu en la antigüedad China que se dio cuenta que el poder no se consulta. El poder se impone, porque el que no lo impone, sencillamente es porque no tiene poder. O la dicho por Maquiavelo, que los educados politólogos lo descalifican por inmoral y es lo que los hombres con poder hacen todos los días, de manera explícita o disimulada, de manera progre o fascista: “Ser temidos y no amados por sus enemigos”. Ya ve usted a los pueblos de América Latina donde se han dados esas revoluciones rosas del siglo XXI: en Venezuela a duras penas se ha conservado el poder porque los grandes beneficiarios de las políticas sociales votan caprichosamente y luego culpan a los medios masivos de comunicación que los han “atontado” y que por eso votaron erráticamente. Fue necesario para la dirigencia social crear un fraude institucional (el poder constituyente) para salirle al paso a la inevitable derrota electoral que ahora han podido conjurar. No era necesario el entredicho en Venezuela si los grandes beneficiados hubieran tenido un poco de lealtad y convicción. Ahora el pancismo los denomina: o defienden las conquistas chavistas o el hambre los terminará apremiando. Igual sucede con Argentina. Los años del kichnerismo están devaluados y ahora Macri se mantiene seguro y decidido a resucitar el neoliberalismo que el kichnerismo había dejado medio atarantado. En Brasil un caso semejante. Los votantes en su gran mayoría beneficiados por la política del Partido de los Trabajadores luego, pronto, se olvidaron de sus beneficios. Y Ecuador, quien ha vivido una menos caliente revolución del siglo XXI va igualmente de retroceso. Solo queda Evo que su propia sencillez y total carencia de sofisticación pero grande inteligencia, le ha dado total coherencia en sus políticas sociales, aunque sin él, quizá todo sea distinto y la amnesia aparezca entre los bolivianos desposeídos y ahora caminando con dignidad. Más allá de ideología y política, todo está en el fondo del corazón humano. En la bondad y nobleza que tiene algunos seres humanos en el corazón. Y la ruindad e ingratitud que está en la mayoría, sean estos progre o fascistas. No son los medios los que confunden a la hora de votar: es el corazón humano.






Publicado por La Cuna del Sol
USA.

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