Fueron muchos los que
vieron a este sujeto, pero pocos lo conocían,
que es un asunto distinto. Egoísta, arribista, mezquino y enemigo jurado
de las causas de la libertad y la democracia. Un Pequeño Satanás nos deja y el
mundo estará mucho mejor sin él.
MURIÓ EN GUATEMALA UN
PEQUEÑO SATANÁS,
POR CIERTO, SIN OLOR A
SANTIDAD
Por María de los Ángeles Roca
Hay personas que son merecedoras de gran
respeto en la vida como en la muerte, pero hay algunos, unos pocos, que no.
Este es el caso de Oscar Vian, hasta hace poco arzobispo de Guatemala, a quien
un cáncer fulminante se lo llevó a la tumba sin tanto trámite. Apasionado y
acérrimo defensor del mundo empresarial en el ámbito de la educación, fue por
muchos año el regente, el mandamás, del Colegio Don Bosco, que funcionaba como
una pequeña curia vaticana y un buen
negocio que permitía mantener comiendo y bebiendo bien una corte de curas
tripones y arrogantes que se imaginaban predestinados al gozo material en
primer lugar, y a las glorias de lo alto en la vida eterna. Guatemala es un
país, como pocos, donde las religiones del tipo que sean encuentran un terreno
muy fértil por las grandes niveles de miseria y donde cualquier palabra de
consuelo está bien, ante el dolor, la pena y la vida sombría de 14 o 15
millones de ciudadanos que llevan una existencia apesadumbrada viviendo con lo
mínimo, no para vivir, sino para prolongar su martirizada existencia.
Fueron muchos los que vieron a este sujeto,
pero pocos lo conocían, que es un
asunto distinto. Egoísta, arribista, mezquino y enemigo jurado de las causas de
la libertad y la democracia. De alguna manera fue escalando posiciones y como
en la Iglesia no muchas veces llegan a los más altos cargos jerárquicos los mejores y probos
hombres, si no los oportunistas; descubrió tempranamente cómo se podía escalar
en la jerarquía eclesiástica para pasarla bien él, su familia y el círculo
cercano de curas y religiosas que giraban a su alrededor. La muestra de su
frugalidad, mesura y recato se le empezó a manifestar en la barriga y en la vida
confortable que siempre disfrutó, aunque en sus misas, que solía dar en la
iglesia del colegio Don Bosco a niños y maestros por el año 1978 (era
obligatorio el proceso de hipócrita domesticación) insistía en la virtud que va
implícita en la condición de ser pobre y aguantar hambre. ¡Ah jijos, este si la
regó! dijo un maestro mexicano que lo escuchó y lo cual lo convirtió en un
incorregible comunista a partir de esa prédica. El maestro y médico pertenecía
a la familia Romo, esos ricachones del norte dueños de todos los viñedos de
México y que cayó en combate en el Quiché convencido de que a Dios hacía muchos
años le habían dado de baja en las iglesias católicas y que se había ido al
monte para ver si se podían cambiar mejor allí las cosas.
Oscar Vian se caracterizó por ser un patrón
desconsiderado con sus subalternos, los maestros, y en una ocasión que viendo
los educadores las exorbitantes ganancias de un solo colegio, Don Bosco,
decidieron hacerle una formal petición para que les diera un pequeño ajuste salarial.
Para qué quisieron más, el demonio le salió por el bolsillo y fue tal su
intransigencia que los trabajadores ventilaron el conflicto laboral en los
Tribunales de Trabajo para que les otorgaran sus prestaciones de ley. Y así fue
sucesivamente, buscando siempre esclavos, perdón, maestros, para que
sirvieran un centro educativo de alta exigencia y capa mediero donde veían con
desprecio a los hijos de los trabajadores, que en el afán de querer dar la
mejor educación a sus hijos, los inscribían en ese centro educativo creyéndole
que les iban a dar lo mejor para su formación. Pero no, de allí egresaron
muchos jóvenes que hoy forman parte de los grandes contingentes de personas
antidemocráticas y catoliqueros donde aprendieron la importancia de ser hipócritas
y serviles para sobrevivir en esta país destrozado por el pecado de mareros,
curas vividores, pastores de la prosperidad, brasileños de las iglesias del
Espíritu Santo que tienen a miles y miles de guatemaltecos no muertos todavía
por el sistema, pero sí debidamente atarantados. Un Pequeño Satanás nos deja y
el mundo estará mucho mejor sin él. Guau! Lo que nos hace decir los
resentimientos y la memoria. Eso está jodido, de verdad.
Publicado por La Cuna del Sol
USA.
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