Las amenazas parecen venir
de otros cuatro frentes de la nueva ultraderecha: uno católico semi-secreto y
camuflado, uno cristiano sexista escandaloso, otro virtual opinológico y otro
más por el que habremos de terminar el presente recorrido: el frente imperialista
ultra-liberal.
LA NUEVA ULTRADERECHA
LATINOAMERICANA (1992-2018)
David Pavón-Cuéllar
La extrema derecha marginal
Dos artículos anteriores nos mostraron cómo la extrema derecha de América
Latina surgió en el primer cuarto del siglo XX, luego cobró fuerza bajo el
impulso de los fascismos europeos en la etapa de entreguerras y finalmente
coincidió con los intereses de Estados Unidos en la región durante los años de
la guerra fría. De hecho, como vimos, la injerencia estadounidense contribuyó a
que la ultraderecha latinoamericana pudiera llegar al poder en algunas
dictaduras sudamericanas.
Poco después de la democratización de los países con regímenes
dictatoriales, entre los años ochenta y noventa del siglo XX, hubo rebrotes
marginales de organizaciones de extrema derecha que aprovecharon la apertura
democrática y el relativo relajamiento del control social para hacerse un
pequeño lugar en el espacio público. Paraguay contó durante un breve período,
entre 1989 y 1993, con el Partido Nacional Socialista Paraguayo (PNSP), cuyo
ideario abiertamente nazi no le impidió participar en dos procesos electorales.
En Argentina, entre 1990 y 2009, existió el Partido Nuevo Triunfo (PNT), que
adoptó posiciones anti-chilenas y supo disimular su nazismo y su antisemitismo
con las etiquetas de nacionalismo y anti-sionismo. El Movimiento Patria Nueva
Sociedad (PNS) de Chile, existente entre 1999 y 2010, también utilizó la
posición anti-sionista para disimular su antisemitismo, pero prefirió hablar de
socialismo nacional que de nacionalismo y se caracterizó por su insistencia
perfectamente ultraderechista en que no era un partido ni de izquierda ni de
derecha.
Un caso paradigmático es el de Brasil, en donde vemos aparecer muy pronto,
ya desde finales de los ochenta, una plétora de organizaciones ultraderechistas
en las que podemos distinguir tres grupos: los tradicionales nazi-fascistas,
como el Partido Nacionalista Revolucionario Brasileño (PNRB), surgido en 1988 y
con un ideario ultranacionalista, xenófobo y antisemita; los neo-integralistas
o continuadores del integralismo, tradicionalistas, nacionalistas,
anticomunistas y antiliberales, como la nueva Acción Integralista Brasileña
(AIB), aparecida a mediados de los noventa, y el Frente Integralista Brasileño
(FIB), fundado en 2004; y las bandas furiosas de neonazis y cabezas rapadas,
generalmente surgidas por escisiones de los Carecas do suburbio, como es el
caso de los Carecas do Brasil, homófobos, antisemitas y represores de
toxicómanos, y especialmente White Power, nacido en 1989, centrado en la
convicción de la superioridad racial de los blancos y extremadamente violento
hacia negros, mulatos, homosexuales, judíos y nordestinos –originarios del
norte brasileño.
Los neonazis formarán también grupos más o menos violentos en otros países
latinoamericanos, como el Partido Nacionalsocialista de México, Orgullo Criollo
en Venezuela, Nacional Socialismo Ecuatoriano, la Unión Radical Nacional
Socialista de Bolivia (URNSB), Perú Criollo y Movimiento Nacionalsocialista
Despierta Perú (MNSDP), así como tres organizaciones colombianas: Tercera
Fuerza Nacional Socialista, el Frente Skinhead y la Juventud Nacional
Socialista (NS). Éstos y otros grupos análogos comparten su furia contra
diversas minorías étnicas y sexuales, así como su apología de la violencia y a
veces el empleo de métodos violentos. La juventud, la marginalidad, el
pensamiento débil y el resentimiento social de sus integrantes hacen pensar en
los escuadrones de la muerte y en los porros y halcones mexicanos. Sin embargo,
a diferencia de aquellos grupos, las bandas neonazis tienen una clara tendencia
nazi-fascista y suelen seguir programas ideológicos más claros y explícitos,
aunque al mismo tiempo actúen de manera más independiente y espontánea, estén
menos organizadas y tengan menos recursos humanos y financieros, pues
generalmente carecen de apoyo gubernamental y no obedecen a una agenda planeada
en Miami o en Washington.
Muy próximos a los grupos neonazis y a veces vinculados con ellos, pero con
mayor nivel de elaboración doctrinaria, existen otras nuevas organizaciones
ultraderechistas latinoamericanas cuyos discursos llaman la atención por su
conservadurismo, por su nacionalismo a ultranza y por los enemigos específicos
en los que se concentra su enfurecimiento. Por ejemplo, en Perú, la furia
contra la finanza, contra los bancos y contra el Fondo Monetario Internacional
fue la especialización del antiliberal y anticomunista Frente de Defensa contra
el Agio y la Usura (FREDECONSA), el cual, disuelto en 2012, profesaba el
llamado nacional-cristianismo de su ideólogo Ricardo de Spirito Balbuena, lo
que hizo que se opusiera también furiosamente a todo lo juzgado anticristiano,
como la homosexualidad, la pornografía, la manipulación genética y la
legalización de las drogas y del aborto. En México, desde 2006, la furia contra
los yanquis es el eje rector del Frente Nacionalista de México Siglo XXI
(FRENAMEX), antes Organización por la Voluntad Nacional y Frente Nacional
Mexicanista, que además de aspirar a la reconquista de los territorios
mexicanos anexionados por los Estados Unidos en el siglo XIX, reivindica el
Segundo Imperio de Maximiliano de Habsburgo, lucha por la reincorporación de
los países centroamericanos a México y exige la expulsión de los inmigrantes
haitianos en el país.
Tres frentes de la nueva
ultraderecha
El FRENAMEX mexicano y el FREDECONSA peruano, al igual que los grupos
nazi-fascistas y neonazis recién abordados, tienen una influencia relativamente
débil en la sociedad latinoamericana y no amenazan por ahora con dejar una
huella profunda en la historia del subcontinente. Las amenazas parecen venir de
otros cuatro frentes de la nueva ultraderecha: uno católico semi-secreto y
camuflado, uno cristiano sexista escandaloso, otro virtual opinológico y otro
más por el que habremos de terminar el presente recorrido: el frente
imperialista ultra-liberal.
Ya nos referimos en un artículo anterior al primer frente, el católico
semi-secreto y camuflado, particularmente presente en México bajo la forma de
la red invisible de Los Tecos, El Yunque y otros entes disimulados a través de
organizaciones como Pro-Vida, asociaciones como DHIAC y ANCIFEM y
congregaciones religiosas como los Legionarios de Cristo. Por más fría y
calculadora que sea la estrategia de esta red ultraderechista mexicana para
influir en la sociedad y especialmente en las élites gobernantes, por más
discretos que sean los discursos insidiosos con los que desarrolla su hegemonía
ideológica, no deja de estar animada por una furia mortífera que podría estarse
manifestando en la violencia directa, simbólica-ideológica y estructural
socioeconómica, tan racista como clasista, ejercida cotidianamente hacia los de
abajo y a la izquierda: hacia los indígenas y hacia los más pobres del país,
hacia periodistas y activistas, hacia estudiantes como los 43 de Ayotzinapa,
hacia maestros como los masacrados en Guerrero y Oaxaca entre 2015 y 2016,
hacia campesinos como los asesinados en Arantepacua en 2016, hacia obreras de
maquiladoras y evidentemente hacia miles de supuestos miembros del crimen
organizado eliminados en masa por los mismos que los hacen existir. La
dictadura perfecta mexicana puede operar así como las demás a las que nos hemos
referido, con toda la furia de la extrema derecha, siempre a favor de los
privilegios y de la desigualdad, y siempre autoritariamente y
antidemocráticamente, pero de modo encubierto y aparentemente democrático, sin
necesidad de golpes antidemocráticos y sin riesgo de procesos democratizadores.
El segundo frente que debería preocuparnos, el cristiano sexista, es mucho
más abierto que el anterior y tiene ahora su mejor expresión en los discursos
de una ultraderecha brasileña vinculada estrechamente con empresarios del
sector agropecuario, con defensores de mano dura contra el crimen y
especialmente con las iglesias evangélicas y con algunos sectores católicos.
Tal vez sus mejores exponentes sean los furiosos líderes carismáticos y
esperpénticos Bolsonaro, Malafaia y Feliciano, los tres igualmente homófobos,
heteronormativos, machistas, misóginos, defensores de del cristianismo
brasileño, adeptos al escándalo público y poseídos por una extraña furia injuriosa
y provocadora. El primero, el político Jair Bolsonaro (nacido en 1955),
sobresale además como defensor de los pasados regímenes dictatoriales,
considera que “los militares salvaron a Brasil de una cubanización”, que “el
error de la dictadura fue torturar y no matar”, y que “Pinochet debería haber
matado a más gente”. Por su parte, el pastor evangélico Silas Malafaia (nacido
en 1958) dice “amar” a los homosexuales como a los “bandidos” y defiende
furiosamente la familia tradicional de “macho y hembra”. Por último, el joven
pastor neo-pentecostal Marco Feliciano (nacido en 1972), mezclando racismo y
homofobia, no ha dudado en afirmar que “la podredumbre de los sentimientos de
los homoafectivos conduce al odio, al crimen, al rechazo”, que “la maldición de
África” proviene del “primer acto de homosexualidad de la historia” y que “el
caso del continente africano es sui generis: casi todas las sectas satánicas,
de vudú, son oriundas de allí; las enfermedades como el sida provienen de
África”.
El tercer frente de la nueva ultraderecha latinoamericana, el virtual
opinológico, muy próximo al anterior, aunque aún más burdo y vulgar, está
compuesto de jóvenes influencers: twitteros, blogueros, youtubers y otras
estrellas del internet que se dedican a difundir mensajes típicamente
ultraderechistas. Dos buenos ejemplos son los de Callodehacha y Yael Farache.
El primero, de nombre Jorge Roberto Avilés Vázquez (nacido en 1986), es famoso
en México por su misoginia, su antifeminismo, su minimización de la violencia
contra las mujeres y el estilo ramplón y socarrón con el que propaga su furia
contra la izquierda y especialmente contra el famoso líder populista Andrés
Manuel López Obrador. Esta furia está bien disimulada en una estrategia
típicamente ultraderechista en la que se repudia lo mismo la izquierda que la
derecha bajo el supuesto de que todos los políticos son lo mismo, lo que
permite minimizar los excesos del régimen derechista corrupto, opresivo y
represivo, y al mismo tiempo desprestigiar a sus opositores. Las demás tareas
ideológicas generales desempeñadas por Callodehacha, independientemente de los
encargos puntuales por los que se le paga, consisten fundamentalmente en darle
un aire amable, risueño e inofensivo a los discursos de la extrema derecha,
forjar un estilo jocoso en el que lo inaceptable resulte aceptable, convertir
la humillación del otro en pasatiempo y diversión, difamar y ridiculizar a
quienes luchan por justicia e igualdad, banalizar la violencia y endulzar el
mismo sentimiento de odio que se infunde en la sociedad.
Algunas de las tareas desempeñadas por Callodehacha serán también cumplidas
eficazmente por Yael Farache Bograd (nacida en 1985), judía-sefardí
hispano-venezolana residente en Miami, la cual, a través de un discurso un poco
más elaborado que el de su homólogo mexicano, consigue además racionalizar los
más irracionales prejuicios y hacerlos parecer lógicos y sensatos. Alternando
sus mensajes provocadores con sus provocativas fotos eróticas y a veces
francamente pornográficas, esta famosa bloguera no sólo exhibe obscenamente su
racismo hacia la gente de color y su odio hacia la izquierda en todas sus
formas, sino que desprecia la democracia, intenta demostrar la tendencia
intrínsecamente violenta del Islam, profesa veneración por Donald Trump,
celebra sus propuestas de construir un gran muro en la frontera con México y de
expulsar a millones de inmigrantes de los Estados Unidos, y no duda en sostener
que hay pueblos, razas y religiones mejores y peores, “nobles” y “de mierda”.
Imperialismo ultra-liberal
El cuarto frente que debe inquietarnos, quizás el más inquietante de los
cuatro, es el de aquellos jóvenes latinoamericanos que instilan astutamente sus
furiosas convicciones ultraderechistas a través de las racionalizaciones
liberales, neoliberales y libertaristas o libertarianas que han aprendido
generalmente en think tanks financiados por los Estados Unidos y que les ayudan
a justificar sus posiciones anticomunistas, anti-socialistas, anti-estatistas,
anti-intervencionistas y especialmente anti-populistas –opuestas a los
populismos latinoamericanos de las últimas décadas. Este frente imperialista
ultra-liberal no sólo muestra una vez más, al igual que los ya revisados golpes
militares y escuadrones de la muerte del último tercio del siglo XX, el papel
crucial del imperialismo estadounidense en el mantenimiento y el reforzamiento
de la extrema derecha en América Latina, sino que también corrobora la
compatibilidad que puede existir entre las tendencias ultraderechistas y las
doctrinas ultra-liberales: algo que ya observamos en dictaduras como la
pinochetista en el Chile de los 1970 y en organizaciones como la APEN
colombiana de los años 1930. En el contexto actual, como en aquellas
coyunturas, la furiosa defensa del libre mercado se anuda con las enfurecidas
opiniones ultraderechistas de jóvenes como la guatemalteca Gloria Álvarez, el
brasileño Rodrigo Constantino, el chileno Axel Kaiser o los argentinos Agustín
Laje y Nicolás Márquez.
Los discursos de los jóvenes ultra-liberales propagan su furia
ultraderechista, no sólo contra Lula y Dilma en Brasil, Evo en Bolivia, Correa
en Ecuador, los Kirchner en Argentina o Chávez y Maduro en Venezuela, sino
también contra las masas que apoyan a esos líderes populistas, contra los
comunistas, los marxistas y las feministas, y, además, lo que resulta
particularmente preocupante, contra los pobres, los inmigrantes, los negros y
los indígenas. Por más que profesen un liberalismo o libertarianismo
pretendidamente opuesto al fascismo, lo cierto es que se nos muestran como
descarados neofascistas al dejarnos vislumbrar sus prejuicios racistas, sus
posiciones clasistas y xenófobas, su promoción de la desigualdad y sus
aserciones delirantes en las que atribuyen perversiones y patologías a los
comunistas y a las feministas. Agustín Laje, por ejemplo, atribuye al feminismo
las “horripilantes reivindicaciones” del incesto y la pedofilia. Su colega
Nicolás Márquez descarga su cólera desquiciada contra las organizaciones de
izquierda por enarbolar “fantasías igualitarias”, fomentar la
“desjerarquización”, promover “el homosexualismo” y ofrecer un “alivio
personal” al “sodomita”.
Por su parte, Axel Kaiser no sólo ha publicado un libro intitulado Tiranía
de la igualdad: por qué el igualitarismo es inmoral y socava el progreso de
nuestra sociedad, sino que ha despotricado contra los inmigrantes que
benefician de atención médica en los países ricos y no ha dudado en escribir
hace poco –recordándonos al siniestro psiquiatra franquista Antonio Vallejo
Nájera– que los marxistas tienen una psique “patológica” y que son “asesinos en
potencia”. Rodrigo Constantino, en el mismo sentido, acusó a los militantes de
izquierda y “progresistas modernos” de tolerar la pedofilia y de sufrir un
“desorden psiquiátrico”, pero también se opuso a la celebración de un Día de la
Conciencia Negra y describió a los “pobres y negros” que participan en flash mobs
dentro de centros comerciales como “bárbaros incapaces de reconocer su propia
inferioridad”.
Tenemos, por último, a Gloria Álvarez Cross, la cual, procediendo como los
sinarquistas mexicanos o como los miembros de la APEN colombiana o del
Movimiento Nacionalista de Chile, confirma su posición ultraderechista
precisamente al pretender superar la división entre derecha e izquierda. Gloria
Álvarez también llega hasta el extremo de rechazar los derechos universales “a
la salud, a la educación, al trabajo, a la vivienda”. Y, además, atribuye a los
indígenas guatemaltecos una propensión a violar y tolerar la violación. Por si
fuera poco, la misma Álvarez describe como “insensatos idealistas” a quienes
creen que “es posible cambiar el mundo”, repudia el dilema entre “la asfixia
del igualitarismo” y “el igualitarismo asfixiante” y no puede sino burlarse del
progre “ecologista, pacifista, feminista, antiglobalización, antiimperialista y
pro Tercer Mundo”, así como “paritario, tolerante, dialogante, que busca el consenso,
lucha por los derechos humanos, por la mejora de las condiciones de vida del
planeta”.
Publicado por La Cuna del Sol
Yael vive en Madrid - España, vive de mostrarse en una webcam
ResponderBorrarAquí tenéis su twitter https://twitter.com/Milarky_
ResponderBorrarque fuerte no sabia que se desnudaba delante de una webcam 😲
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