viernes, 18 de enero de 2019

Los lacayos de Washington al ataque, destruir a Venezuela

Hasta qué punto está echada la suerte de Venezuela, de la Revolución Bolivariana, del legado de Hugo Chavez, solo lo sabremos en los próximos días o meses, que seguramente serán muy turbulentos. Por el momento todo indica que algo tenebroso se cierne sobre la patria de Bolívar y Chávez, y solamente la organización y capacidad de resistencia del pueblo revolucionario venezolano podrá evitar el triste destino, que como a Libia, le depara a Venezuela.  


LOS LACAYOS DE WASHINGTON AL ATAQUE,
DESTRUIR A VENEZUELA



A la República Bolivariana de Venezuela no para de lloverle sobremojado, su mayor delito ha sido querer trazar un rumbo político y económico diferente del que ha sido lo normal en el patio trasero yanqui: de total obediencia y sumisión a los designios imperialistas del Tío Sam, tal como sucede con los países del llamado Grupo de Lima, o mejor dicho, el Grupo de lacayos de Lima que ahora en total cumplimiento con las ordenes emanadas de sus amos en Washington, pretenden defenestrar de legitimidad al legítimo, elegido en las urnas, gobierno del presidente Nicolás Maduro. Las justificaciones son harto conocidas, es la misma cantaleta que se repite cada vez que Estados Unidos quiere deshacerse de gobiernos democráticos, que desafortunadamente, resultan no ser compatibles con los grandiosos valores de la “excepcional democracia Americana”. 

Esa es la complicada situación de Venezuela y de su revolución socialista, un régimen forajido, según la terminología imperialista, que viola los derechos humanos y mata de hambre a sus ciudadanos; un régimen dictatorial que representa una amenaza para sus vecinos y la seguridad de los EE.UU, razón por la cual debe ser impedida su consolidación. Aquí es necesario tener muy en claro que la amenaza que representa Venezuela no es de orden militar, es lo que representa su sistema político, o su revolución, como alternativa a los regímenes oligárquicos latinoamericanos serviles a los intereses del imperialismo. Ciertamente, Venezuela no es un paraíso, pero tampoco es el infierno socialista, como repiten hasta el cansancio sus detractores en los diferentes medios de comunicación imperialistas. A nadie se le puede ocultar la magnitud de los problemas que aquejan a Venezuela, muchos de ellos producto de los errores y los malos manejos de su clase dirigencial, sin embargo, y aquí también hay que ser muy claros, la grave crisis en la que está sumergido el país es mayormente el resultado de la feroz embestida desatada por Estados Unidos que, a través de lo que los teóricos del imperialismo norteamericano denominan como “political warfare” o “guerra política”, ha puesto a la República Bolivariana al borde del colapso político y económico, y que solo la voluntad y resistencia de los venezolanos simpatizantes y creyentes en la Revolución Bolivariana han podido evitar hasta aquí.

Durante todo este tiempo Estados Unidos, en alianza con las fuerzas reaccionarias venezolanas, así como de regímenes regionales, como el caso colombiano y la participación vergonzosa del secretario de la OEA, el uruguayo Luis Alamagro, ha puesto en marcha una gigantesca operación de acciones propagandísticas y psicológicas bien coordinadas, todas dentro del esquema de la guerra política, las cuales combinadas con el uso de la violencia, presión económica, diplomática y subversión, tienen como objetivo el crear las condiciones que propicien el cambio de régimen y la posterior apropiación de los recursos venezolanos, principalmente sus grandes reservas de petróleo, codiciadas por los grandes conglomerados petrolíferos estadounidenses y de vital importancia estratégica para los planes hegemónicos imperialistas. Esta es la razón por la que Venezuela no es un punto marginal en la actual crisis que vive el imperialismo norteamericano, en franca confrontación con sus principales rivales geopolíticos, China y Rusia.

Conforme avanza y se recrudece la confrontación entre las grandes potencias capitalistas, Estados Unidos va perdiendo su posición hegemónica, o está siendo derrotado, en todos aquellos teatros donde el enfrentamiento es más intenso, y la oposición y fortaleza de sus rivales es muy significativa. Y aunque el anunciado retiro de sus tropas de Siria no sea más que un repliegue militar (en Irak y otras naciones del Golfo ) con la mira puesta en Irán, la realidad es que su derrota en esas zonas de guerra es algo que no se puede ocultar. Lo mismo podría argumentarse en relación a su presencia en el Mar del Sur de China, que como su nombre lo indica, es la esfera natural de influencia china y nadie podrá modificar ese hecho; como también en Ucrania, donde Rusia está en control de la situación no importa cuanto ladre y amenace la OTAN y la UE.

Ante su derrota en esas zonas estratégicas y la manifiesta superioridad económica y militar de China y Rusia, el imperialismo yanqui ve como la extensión global de su imperio se va reduciendo a lo que ha sido su tradicional patio trasero al sur de sus fronteras, y donde por cierto, también allí está siendo desafiado por China y Rusia, como quedó demostrado recientemente tras el vuelo desde Rusia a territorio venezolano de dos bombarderos estratégicos rusos que provocó la alarma y la ira de Washington que impotente observaba como era desafiado en su propio patio trasero, pero más importante aún, lo ponía frente a la insoslayable realidad de la vulnerabilidad de un imperio que poco a poco va siendo cosa del pasado. Sin embargo, esto no es, ni será suficiente para persuadir al demencial establishment imperialista, representado por personajes tenebrosos como el propio Donald Trump, John Bolton, Mike Pompeo, Mike Pence, Marco Rubio y otros tantos, a que desista de sus macabros planes por desestabilizar, ocupar y destruir a Venezuela.

Efectivamente, tras la juramentación de Nicolás Maduro como presidente legítimo de Venezuela por segundo mandato consecutivo, la campaña de desestabilización del país sudamericano se ha acelerado dramáticamente, a tal grado que los títeres manejados por la demencial banda de Washington, es decir, el Grupo de Lacayos de Lima y la oposición interna de los gusanos venezolanos, se han negado a reconocer la legitimidad de Maduro como presidente, declarándolo un usurpador del cargo, y nombrando a un miembro de la oposición, el enajenado ultraderechista, y lamebotas de primera clase, Juan Guaidó, como el presidente de Venezuela. Esto, de ninguna manera constituye una acción caprichosa destinada a crear simples titulares de prensa, todo lo contrario, es parte de toda una bien planificada estrategia, que según sus autores en los oscuros cuarteles del imperio, ha de conducir al cambio de régimen, la “liberación” de Venezuela de la dictadura y el establecimiento de una “auténtica democracia”.

Hasta qué punto está echada la suerte de Venezuela, de la Revolución Bolivariana, del legado de Hugo Chavez, solo lo sabremos en los próximos días o meses, que seguramente serán muy turbulentos. Por el momento todo indica que algo tenebroso se cierne sobre la patria de Bolívar y Chávez, y solamente la organización y capacidad de resistencia del pueblo revolucionario venezolano podrá evitar el triste destino, que como a Libia, le depara a Venezuela.   





Publicado por La Cuna del Sol
USA.

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